jueves, enero 17, 2019

El Santander no ficha a Orcel


Acabaron 2018 los dos grandes bancos españoles con importantes anuncios de renovación y rejuvenecimiento en sus cúpulas. En BBVA FG dejaba su presidencia casi eterna y el consejero delegado Carlos Torres le sucedía, mientras que Santander desvelaba el fichaje de Andrea Orcel, proveniente USB, como nuevo consejero delegado, en un movimiento que sorprendió a muchos. Casi tres semanas llevamos de 2019 y el BBVA vive sumido en una crisis de espionaje y bajos fondos que es más sucia y apasionante de lo que uno imaginarse pueda y el Santander ha anunciado que renuncia al fichaje de Orcel por los cincuenta millones de euros que tiene que pagar en indemnización a UBS por la renuncia a su anterior cargo. Los dos bancos, en problemas.

La situación del Santander es, obviamente, mucho más sencilla que la del BBVA, y también da para reflexiones de calado. El anuncio de la llegada de Orcel fue acogido con gran sorpresa, en primer lugar por ser un fichaje externo en una entidad cuya tradición ha sido la de la carrera interna y la promoción propia, siendo así Santander reconocida cuna de banqueros que se han extendido por muchas otras entidades. También sorprendió la trayectoria de Orcel, un hombre muy ligado a la banca de inversión y con apenas paso por sistemas bancarios tradicionales. El Santander, como todas las entidades, posee un departamento de banca de inversión y opera en todos los mercados imaginables, pero no es ni mucho menos ni la esencia de su negocio ni su mayor fuente de beneficios. Es la banca comercial, la tradicional y aburrida si quieren verla así, el gran núcleo del negocio del Santander. Por eso este fichaje se vio como algo excéntrico, o como el deseo de Ana Patricia de virar el rumbo de la entidad hacia una dimensión distinta. Quizás los años de la presidenta en Londres, donde la banca comercial es mucho menor en comparación a la de inversión, le influyeron a la hora de convertir al Santander en una entidad mucho más fuerte en ese sector, tan complejo y peculiar, que tantos beneficios ofrece pero tantos riesgos obliga a asumir. No lo se. En todo caso el fichaje no va a tener lugar y, si esa era la idea de Ana Patricia, de momento se queda en el cajón de los proyectos futuros. El argumento esgrimido para renunciar al contrato ha sido discutido por varias fuentes, empezando por la propia UBS, que afirma que avisó con tiempo a Santander de los costes de la operación, pero dando por válida la causa esgrimida, nos pone sobre la mesa los disparatados sueldos de los ejecutivos, y de otros profesionales especiales, como los futbolistas, y la desigualdad entre esos ingresos personales altísimos y los del resto de personas, empezando por los empleados de las entidades en los que esos ejecutivos trabajan. ¿Es razonable que alguien cobre varios millones de euros por su trabajo al año? La teoría dice que sí siempre que los genere, es decir, que su productividad sea superior a ese coste. El problema es que es mucho más fácil medir costes que productividades, especialmente en el sector servicios. Normalmente los ejecutivos son los que determinan qué sueldo van a cobrar, y está más que estudiado el problema que surge ante los incentivos que poseen para sobrevalorarse a riesgo de poner en peligro la viabilidad de la empresa en la que se encuentran. Serán los accionistas o propietarios de la entidad los que deban aprobar esas abultadas nóminas y correr con los riesgos que suponen para la empresa, pero es sabido que en las grandes corporaciones los consejos ejecutivos gobiernan muy al margen de la masa accionarial, y deciden cosas, como sus ingresos, sin tener en cuenta muchas veces el deseo de los accionistas minoritarios. Además, cuanto más grande y compleja es una empresa más diluido queda el papel del ejecutivo en el rendimiento global de la misma, porque eso es fruto del trabajo de miles de personas, de la coyuntura, el ciclo, la suerte y muchas otras cosas más. Curiosamente es más fácil valorar si un deportista, que trabaja mucho más aisladamente, vale los millones que cuesta a su entidad que la situación de un ejecutivo de empresa.

¿Vale Orcel los cincuenta millones que se iban a pagar por él? Es muy difícil contestar a esta pregunta, y si mi apuran, imposible a priori. Sólo con algunos años de desempeño en su función, comparando muchos números y viendo sus decisiones podríamos decir algo al respecto. Parece que Ana Patricia ha decidido que el coste seguro no compensa el beneficio hipotético, y se ha echado para atrás, lanzando de paso el debate de la remuneración ejecutiva a la palestra en un tiempo de desigualdades crecientes y peligrosas. Y todo tras un año en el que la acción de la entidad cántabra ha caído con ganas (como muchas otras) y con un negocio bancario en perspectiva cada vez más rácano en lo que hace a la obtención de beneficios. ¿Qué hará Santander? ¿A quién escogerá?

No hay comentarios: