Desde
luego no se si era su intención, pero los taxistas van camino de la ruina más
absoluta, no sólo económica, por los ingresos perdidos durante estos días de
cierre patronal, que no huelga (no son asalariados) sino también de imagen. En
un mundo en el que las apariencias lo son todo, la imagen del taxi no era ya de
las mejores, pero conflictos como el que se viven estos días en Madrid y la
forma de afrontarlos por parte de esos trabajadores son la fosa en la que se
entierra, para muchos, el valor de un sector, la imagen de marca de una profesión
que, pase lo que pase tras estos días, va a salir mucho más debilitada de como
entró, y en gran parte por los enormes errores que está cometiendo, subida a
lomos de unos derechos que cree inamovibles.
No
todos los taxistas son unos estúpidos homófobos, pero sí parece serlo uno de
ellos, autoproclamado portavoz de una asociación llamada “élite taxi” lo
que hace a uno pensar que si así es la élite cómo será lo que ellos consideren
chusma. Personajes como este sujeto, que se apoda tito, son lo peor que le
puede pasar a cualquier colectivo humano, en el desempeño diario de su profesión
o en cualquier otra faceta de la vida. Las formas no deben perderse, y la
chulería y violencia que sujetos como este y sus amiguetes muestran cada día en
las calles son la manera más directa de posicionar a los usuarios o compradores
de cualquier bien contra quien así se comporta. Muchas veces la labor del marketing
es esconder este tipo de intenciones o comportamientos, que se dan en todas las
áreas de la vida y estratos, pero resulta obvio que la primera ley del
comercial es no insultar a quien quiere vender. En una sociedad en la que
hacerse el borde parece empezar a tener cierto prestigio, y sujetos televisivos
como el tal Risto así parecen acreditarlo, alguien como Tito puede llegar a
medrar y ocupar parcelas de poder e ingreso. De hecho es el representante de
una asociación, así que ha logrado ser elegido por algunos de sus compañeros. ¿Defiende
tito el taxi? Eso es lo primero que cualquier taxista debiera preguntarse antes
de sumarse a las movilizaciones por él convocadas. Aquellos que bloquean
calles, que agreden a conductores de VTC, que apedrean otros vehículos o que,
al parecer, disparan desde lejos a la competencia, ¿son un apoyo para el
sector? En todas las manifestaciones y conflictos laborales suele existir un
grupo de exaltados, que a veces montan bronca, y en no pocas ocasiones son
alentados y defendidos por un grueso de los convocados, que les ríen las
gracias y consienten sus desmanes. Y siempre sucede lo mismo, ese grupo de
extremistas acaba contaminando la manifestación en su conjunto, se convierte en
una especie de virus que logra enfermar todo el cuerpo que se moviliza, y lo
acaba perjudicando. Suele ser habitualmente tarde cuando el grueso de los
manifestantes se dan cuenta del problema en el que les han metido los “cuatro
graciosos” que no hacen ninguna gracia, y para entonces parte de la reivindicación
se ha convertido en un problema de orden público y la protesta abandona el
campo de la economía para pasar al de interior. Y sobre las causas y justicia
de las peticiones de los convocantes cada vez se sabe menos, y sobre el balance
de daños y el número de detenidos, más. Por eso, si alguna protesta quiere
llegar a conseguir algo, lo primero que debe hacer es neutralizar, erradicar de
su seno a este tipo de sujetos, los “tito” que son lo peor que se le puede unir
si quiere lograr que la sociedad apoye sus reivindicaciones o que, al menos, no
se le ponga en contra. En esta huelga el taxi camina hacia el destrozo total de
su imagen y, tras varios días de conflicto, a la posible irrelevancia, porque
la ciudad parece continuar su rutina diaria sin recurrir a sus servicios. Y
eso, la irrelevancia y la mala imagen, son la tumba de cualquier negocio.
Sobre
el taxi, el problema de la movilidad urbana y las alternativas realistas para
este conflicto, nada puedo escribir yo mejor que lo que ya lo ha hecho Marta García
Aller en este artículo, que taxistas (y no) debieran leer con atención. El sector
se enfrenta a una revolución imparable, fruto de la digitalización y al
tecnología, y esto que vemos es sólo el principio de lo que vendrá con la
llegada de los vehículos autónomos. Si logramos crear fondos de ayuda para la
reconversión del sector podremos anticiparnos e ir suavizando una transición
que será inevitable. Lo demás sólo es ruido, bronca y un grupo de “titos” que
quieren mantener su situación de privilegio y, de paso, ciscarse en todos
aquellos que no son como ellos ni piensan ni se acuestan con quien ellos
determinan. Personajes que, obviamente, representan lo peor de nosotros mismos.
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