viernes, enero 18, 2019

Errejón deja Pablemos


Ay, la política, qué grande es, qué apasionada. Un día estás en lo más alto y en pocas horas te conviertes en historia y recuerdo, desbancado como no esperabas. Años de gloria difuminados por completo. Que se lo digan a Rajoy, que en mayor vivió el cénit y el final de su carrera en apenas cuatro días, o que se lo digan a Pablo Iglesias, el líder supremo y absolutista de Podemos, que logró llevar su experimento político a las puertas del poder real, que alcanzó estimaciones de voto superiores al 20% y que ahora se despeña poco a poco en medio del encumbramiento de su teocracia pablista, de su nepotista reparto del poder, que tanto recuerda al estilo de los Trump, y los mensajes emitidos desde el chalet de Galapagar, que detenta como nuevo rico.

No se si la marcha de Errejón de Podemos es una herida mortal para la formación, pero desde luego supone un golpe durísimo, que se une a los muchos que ese grupo político sufre desde hace tiempo, principalmente causados por la manifiesta incapacidad de su líder supremo de ver más allá de su ego. La historia de Podemos es la de Pablo Iglesias, la del líder mesiánico que tiene una visión y que se dedica, a medida que asciende a los cielos, a liquidar a todos aquellos que puedan hacerle sombra, a usarlos como piezas útiles en su escalada pero a abandonarlos, como esas piezas que se clavan en la montaña para hacer las cordadas pero que luego, una vez alcanzada la cima, ahí se quedan. Tampoco en esto Iglesias es muy original, la verdad, porque en todo partido político se dan purgas y siega de afines al bando contrario cuando es el propio el que alcanza el control de la formación, y los últimos que saben algo de esto son los sorayistas del PP o los susanistas del PSOE, pero el estilo Iglesias, que tanto se parece en sus formas al de sus adorados miembros del politburó soviético, es especialmente cínico y resolutivo y más cuando Podemos venía a hacer “otra política”. Ay, los eslóganes vacíos…. Del equipo fundador de Podemos sólo queda Pablo. Monedero fue el primero en caer, víctima de su propia egolatría y de los chanchullos financieros que le permitieron enriquecerse a un personaje bastante siniestro que ha escrito libros en los que habla de política decente para la gente decente. Tras él fueron cayendo muchos que tenían un perfil mediático más o menos intenso, pero que sobre todo parecían tener cabeza, ideas y estrategias modernas para poder ganar elecciones. Luis Alegre y Carolina Bescansa fueron dos claros ejemplos, profesionales venidos de ámbitos intelectuales, dotados de mentes avanzadas y que veían la política como una manera de llegar al poder, que es lo que es, pero también como un espacio de estudio, dignidad y colaboración. Fueron laminados cuando vieron que la formación que habían contribuido a organizar se estaba convirtiendo en otra cosa. De fondo siempre estaba Errejón, con su cara de niño que le ha causado ser tomado poco en serio entre los suyos y los demás. Errejón es mucho más listo que Iglesias, y éste lo sabe. Y ser listo te convierte en peligroso a ojos de quien busca sobre todo detentar el poder para él mismo, sin importarle nada más. El ostracismo de Errejón ha ido a más en cada una de las citas de Vistalegre, lugar en el que hace cinco años justos nació Podemos, y que en cada encuentro se iba convirtiendo en una vista cada vez más triste para los errejonistas y, en general, todos los que veían a Podemos como un partido político y no un grupo de fanáticos pablistas. La posición de Errejón como cabeza de lista de Podemos a la Comunidad de Madrid era tan frágil como falsa, porque cada día se iba sabiendo como Iglesias iba a confeccionar unas listas en las que él decidiría quién acompañaría y vigilaría a un Errejón que más parecía un títere, un cartel de marca, que un candidato propio. Iglesias quería conservarlo a sabiendas de que era el que más votos (le) iba a recoger, pero una vez pasados los comicios, se convertiría en un pelele en sus manos.

Ya no. Errejón ha decidido volar sólo con una marca conjunta en la que él y Carmena son las dos imágenes, y suponen uno de los más fieros tándems electorales en la batalla local madrileña de mayo. Supongo que será finalmente expulsado del Podemos pablista, y fiel a la tradición de los admirados padres ideológicos, Iglesias borrará su imagen y recuerdo de toda la historia de la formación, que es suya y sólo suya, y nada más que suya. Errejón ya no podrá acudir a la piscina de la dacha de Galapagar, y los votos que consiga serán sólo suyos, no del amado líder. Su jugada es valiente, arriesgada, fruto de una necesidad de supervivencia política, y le honra el coraje de haber dado un paso así. Y en medio de su infinito cabreo, Iglesias sabe que todo esto es así, pero a buen seguro que será incapaz de ver su culpa en todo ello. Quizás pudieron, sí. Ya no.

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