Es
deprimente comprobar cómo la actualidad política española viaja sin rumbo al
albur de las improvisaciones de su presidente y condicionada por los vientos
independentistas que la mantienen a la deriva, como bien lo cantaba Remedios
Amaya. Sánchez
volvió a evidenciar ayer que es capaz de cambiar de postura en horas si
Esquerra le estruja lo suficiente, demostrando que su gobierno y su poder
es representativo, y poco más. A este paso el episodio de Ábalos y las
multiversiones incongruentes va a ser la tónica general de lo que nos espera en
la legislatura, dure lo que quiera Esquerra que dure. Va a ser desolador, sí,
pero al menos nos reiremos un poco de nuestra propia desgracia. No queda otra
Así
que larguémonos rumbo a China, aunque eso sea algo que cada vez, en el mundo
real de los viajes, empieza a ser más complicado. Allí, epicentro de la infección
del coronavirus, las cosas se complican por momentos, sobre todo porque el número
de afectados no deja de crecer, el de muertos también (aún en cifras muy
escasas, afortunadamente) y se puede ya afirmar que todas las provincias chinas
están afectadas por algún caso, por lo que la cuarentena de Wuhan ha tenido un
efecto que no parece muy relevante, como era de esperar dada la dimensión que
ya tenía el brote cuando se empezó a propagar. Ayer
la OMS declaró la alerta internacional por este virus, medida que llevaba
varios días en estudio y que se resistía a aplicar, quizás escarmentada tras el
fiasco de la gripe A de hace unos años, en los que el revuelo mediático y médico
no estuvo a la altura de las consecuencias de lo que fue una gripe muy menor. Pese
a ello yo me quedé sólo defendiendo que en ese caso las autoridades y
especialistas médicos habían actuado correctamente, porque es mejor prevenir y
declarar una alerta y que luego el resultado sea nulo que confiar a que todo
sea pasajero y la situación se descontrole. Es una elección entre situaciones
de riesgo sometidas a alta incertidumbre, y en estos casos lo mejor es ser
prevenidos. A medida que el brote se extiende por China y otros países la
situación médica se complica, y la social más. Esta semana numerosas aerolíneas
han suspendido sus vuelos con el gigante asiático por el miedo al contagio y
por el derrumbe de la demanda, y hoy es ya el gobierno de EEUU el que pide a
sus ciudadanos que no viajen allí, por lo que el tráfico de personas entre
China y el resto del mundo tenderá a la nada en breve. Ayer mismo el gobierno
ruso decretó el cierre de más de cuatro mil kilómetros de frontera que
comparten ambas naciones, así que China misma se enfrenta a una situación de
cuarentena nacional, aunque quizás sea algo que ya no tenga mucho sentido, dado
que le brote se ha extendió más allá de sus fronteras. A medida que los cierres
crecen el efecto económico del virus va a más y los problemas futuros causados
por ese efecto económico se amplían. Una cosa es una crisis de horas, días, y
otra una situación en la que durante un tiempo indefinido la producción de uno
de las mayores naciones del mundo, que representa un 18% del PIB global, se
detenga. Se anuncia en varios medios que las vacaciones por el año nuevo lunar
se prolongarán durante toda la próxima semana de febrero, por lo que la
inactividad se extiende. El efecto que eso provocará en las cadenas logísticas
de producción de todo el mundo puede ser enorme, como una ola de retrasos e
incumplimientos que se extienda desde allí a fábricas y empresas de todo el
mundo. Stocks de piezas, almacenes, plantas de montaje… piense por un momento en
todas las industrias que utilizan fábricas y / o componentes chinos en su
proceso de creación, y quizás no haya alguna que se libre. Desconectar a China
del mundo puede ser sencillo, el miedo corre mucho y logra hacer cosas inauditas,
pero el coste de esa decisión será global y, sin duda, intenso.
Y
todo esto sucede al inicio de un proceso de expansión que aún puede prolongarse
durante bastante tiempo. En
esta web pueden ustedes seguir el crecimiento de las cifras oficiales de
infectados, muertos y recuperados en todo el mundo. Ahora mismo estamos en
9.776 contagiados y 213 fallecidos, pero verán que la curva de infectados crece
sin cesar, lo que es normal en un proceso de contagio de este tipo. La crisis
del coronavirus está creciendo y no se va a acabar a corto plazo. Sería
deseable que, en un par de semanas, estas cifras se estabilizasen, síntoma de
que los contagios empiezan a reducirse. Veremos a ver si es así o no.
Subo
a Elorrio y me cojo un par de días. Si no pasa nada raro, el siguiente artículo
será el miércoles 5 de febrero