El
miércoles por la mañana, en medio de las represalias iraníes y con la tensión
desatada, tuvo lugar un grave accidente aéreo en Teherán. Un
Boeing 737 ucraniano se estrelló al poco de despegar y, como consecuencia,
falleció toda la tripulación y el pasaje. A los nervios que se vivían en
medio mundo por la disputa geopolítica se sumó el luto intenso en Ucrania y Canadá,
las de las que procedían la mayoría de los fallecidos en el siniestro. Escenas clásicas
de recogimiento y ofrendas en la terminal a la que debía haber llegado el vuelo
y de la que partía, y la necesidad de estudiar qué es lo que había pasado para
evitar nuevos accidentes similares.
Hoy,
dos días después del desastre, la gran pregunta es si realmente estamos ante un
accidente aéreo o un incidente militar, si el avión se cayó por la causa
que fuese o fue derribado por un proyectil. Ayer empezaron a circular vídeos,
en los que no se aprecia mucho, e informaciones de fuentes fiables que achacaban
al fallo militar como causa del desastre, y a última hora de la tarde tanto el gobierno
canadiense como en norteamericano consideraban que, en efecto, no estamos ante
un accidente. Se inclinan por pensar que las defensas antiaéreas iraníes se
equivocaron al detectar ese vuelo como el de un posible enemigo y actuaron en
respuesta, derribando al aparato con un misil de ese tipo, no con los balísticos
empleados en la respuesta iraní frente a EEUU. De ser así, el gobierno de Teherán
sería el único responsable de este desastre y debiera hacer frente a todas las
responsabilidades civiles y penales que de él surgieran. Así mismo, si se logra
demostrar esta causa, el ridículo al que harían frente los sistemas militares
iraníes sería de los más sonados, porque al contrario de otros derribos de
aviones civiles, que fueron ejecutados de manera premeditada en el pasado (el caso coreano,
por ejemplo) en este caso estaríamos ante un burdo error de objetivo, una
errónea identificación de enemigo y, por tanto, una falla completa en los
sistemas de detección de la defensa de Irán. De momento, a lo largo de la tarde
de ayer se produjo, en paralelo a estas declaraciones desde el continente
americano, una retirada progresiva de muchos de los aviones que volaban el
cielo iraní, y la cancelación de rutas que usan ese espacio aéreo. Si uno acudía a la web de
seguimiento de vuelos por radar comprobaba que el cielo de Irán se iba
despejando, convirtiéndose en un agujero para la aviación, en lo que era una
muestra de precaución de las compañías ante la posibilidad de que, realmente,
el accidente no lo fuera. Las consecuencias geopolíticas de todo esto no están
claras, pero no son menores. De ser un derribo, la hostilidad de occidente
hacia Irán crecerá, con motivos evidentes, y la imagen del régimen, como antes les
comentaba, puede quedar muy dañada, no sólo fuera, sino sobre todo dentro de la
nación. El asesinato de Soleimani ha creado, como derivada, una unidad dentro
de Irán que no se veía desde hace mucho, unidad que es mala para el futuro de
la oposición democrática y genial para el régimen de los ayatolas. Este suceso
aéreo puede volver a ser una vía para que se muestren fracturas en esa unidad,
y que el estamento militar, elevado ahora a los altares junto al cadáver de
quien fuera su miembro más prestigioso, pierda respetabilidad ante los ojos de
la castigada población iraní. Obviamente el régimen sigue diciendo que estamos
ante un accidente de origen técnico y que no hubo intervención de su ejército
en ningún caso. A medida que pasan las horas la presión crece y parece que
desde Teherán se empieza a abrir la mano para que expertos de aviación
internacional acudan al lugar del siniestro y puedan investigar sobre el
terreno. Se mantiene la negativa de dar a Boeing las cajas negras del aparato,
pero es probable que en eso el régimen también tenga que ceder. Por el bien de
la seguridad aérea y por el respeto a las víctimas, es obligatorio saber qué
las mató.
En
medio de este turbio asunto termina una semana que ha sido de infarto en
Oriente Medio, con la tensión disparada y con tambores de guerra sonando. Parece
que la acabamos de una manera mucho más tranquila que como empezó, lo que es objetivamente
bueno, pero no debemos bajar la guardia. Los motivos de tensión que anidan en
esa zona no han desaparecido, y si realmente irán pone nuevamente en marcha sus
procesos de enriquecimiento de uranio como ha comentado sólo estamos ante la cuenta
atrás de una nueva crisis, que será más grave. Tarde o temprano alguna de las
piezas de ese tablero se va a mover de manera brusca, es demasiada la tensión
que se acumula allí para que así no sea. Ojalá me equivoque (lo hago mucho)
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