Máxima
era la expectación ante lo que pudiera decir Trump en el mensaje que programó
ayer, a media mañana de EEUU, tarde nuestra, para responder al ataque
perpetrado por Irán contra dos de las bases que el ejército norteamericano
tiene en Irak. El golpe fue dado mediante el lanzamiento de misiles contra
la instalación y, pese a las declaraciones oficiales de Teherán, no hay
constancia de que causase bajas entre la tropa y civiles allí asentados. La
dimensión misma del ataque, no mucha cosa la verdad, era un indicativo de que
el régimen iraní no había querido lanzar un acto de gran dureza, y desde
primera hora europea los mercados cotizaban sin histeria, en un indicador de apaciguamiento.
En
su comparecencia Trump logró mantener esa sensación de desescalada de la tensión
que se vivía a lo largo del día, y lanzó dos mensajes importantes; que no
quiere una guerra con Irán y que aumentará la intensidad de las sanciones económicas
a ese país. Eso bastó para que las bolsas europeas, casi ya en el cierre, subieran
y la americana lo hiciera con más fuerza, y que el precio del petróleo cayera
con ganas, midiendo de manera nítida la relajación de la situación que se
estaba viviendo. Consideraba Washington que lo que había hecho Irán era poco más
que una rabieta sin mucho fundamento, y que, de momento, las cosas podían
quedarse ahí. ¿Es esto el fin de este episodio de tensión? A corto plazo sí,
pero a medio y largo no. Está por ver no si ya el propio Irán sino las milicias
que eran comandadas por el finado Soleimani respetan una posición en la que el gobierno
de Teherán ha escenificado mucha ira pero ha ejecutado bien poca. Quizás ellas
traten de actuar de manera alternativa, separada de la contención mostrada por
el estado mayor iraní. Y con lo volátil que está la cosa no debemos perder la
perspectiva de que cualquier error de cálculo o acción armada que se descontrole
puede iniciar una secuencia muy peligrosa de respuestas mutuas. A un plazo más
largo, el problema de fondo sigue ahí, y no es otro que la nefasta relación
entre los dos regímenes y el programa nuclear. No se ha hecho mucho hincapié en
ello, pero Trump también lanzó el mensaje de que va a impedir por todas las vías
posibles que Teherán se haga con la bomba, y sabemos que una de las más claras
consecuencias de todo lo que ha pasado es la muerte, casi irresoluble, del
antiguo acuerdo nuclear. Si Irán mantiene lo que dijo hace unos días y reanuda
sus procesos de enriquecimiento de cara a buscar ese armamento ¿qué puede
pasar? En el pasado EEUU e Israel recurrieron a la ciberguerra para detener el
programa nuclear, y tuvieron un destacado éxito con el virus “stuxnet” que dejó
fuera de servicio muchas de las centrifugadoras que se emplean en el proceso de
enriquecimiento de uranio, pero a medida que el programa avance será más
complicado detenerlo. Por otro lado, y aunque nadie parece mencionarlo mucho,
el ataque suave de ayer sí mostró al mundo la capacidad balística que posee Irán,
dado que sus cohetes lograron alcanzar los objetivos previstos y con un elevado
grado de precisión. Es decir, el armamento que se nos muestra en las paradas
militares que se suceden en las calles de la congestionad Teherán funciona, es
de verdad, no es mero atrezo, y eso también es un mensaje de cara a la
seguridad tanto de las tropas estadounidenses que se encuentran dispersas a lo
largo del Golfo Pérsico como a los intereses de naciones vecinas, como es el
caso de la eterna rival Arabia Saudí. Irán ha demostrado que tiene a tiro, y
sabe y puede darle, las instalaciones que desee, y que sus amenazas militares
tienen un armamento detrás que puede hacerlas reales. Como maniobras militares,
el ataque de ayer ha sido un éxito para el régimen de los ayatolas. En el
fondo, el episodio puede haber mostrado una debilidad en el régimen que es preocupante
para sus fieles.
¿Qué
va a pasar a partir de ahora? Más allá de escaramuzas de intensidad variable,
parece evidente que no hay deseo por parte del gobierno de ambos países de enfangarse
en una guerra abierta, que a ninguno convendría especialmente. En Teherán
conocen muy bien sus posibilidades, nulas, respecto a un enfrentamiento con
EEUU y sabe Trump que el patriotismo le da votos de cara a las elecciones de
noviembre pero que una guerra con cadáveres se los quita. Es de esperar, por
tanto, un compás de espera y que la tensión se reconduzca. Pero ojo, los
problemas de fondo siguen y el riesgo de que se compliquen más allá de los cálculos
particulares de los actores implicados, también.
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