Hasta
ahora el impacto económico de la epidemia del coronavirus de Wuhan había sido
anecdótico, algunas vacilaciones en los mercados internacionales, pero nada
parecido a una respuesta clara. Ayer la cosa cambió, con caídas generalizadas
en las bolsas de medio mundo, de un 2% de media en Europa y un 1,5% en EEUU,
bajada del petróleo, subida del oro como activo refugio y ascenso de los
valores de la deuda pública. Bien es cierto que algunos mercados, como los
estadounidenses, cerraron el viernes en máximos históricos, por lo que tarde o
temprano era de esperar una caída. El consenso de analistas, sirva para lo que
sirva, achaca lo de ayer tanto al virus chino a, un poco, porque tocaba hacer un
parón. Veremos a ver.
Lo
cierto es que empiezan a surgir análisis sobre cuáles pueden ser los impactos
de esta crisis en la economía, tanto china como global, y de momento el
consenso, nuevamente, señala que podríamos estar ante una situación bastante
similar a la vivida en crisis pasadas comparables, como la del SARS. Se
apuesta por un evento de impacto intenso pero breve, basándose en un
comportamiento epidémico que sea controlado en un tiempo razonable y sin
consecuencias desastrosas. El SARS llegó a causar cerca de ochocientos muertos,
y se extendió por varias naciones del sureste asiático. Por lo que se sabe del
nuevo virus, su capacidad de contagio (lo que se denomina R0) es bastante más
elevada que la del SARS, de tal manera que un enfermo podría contagiar de entre
tres a cinco personas, y su mortalidad es inferior a la del brote que usamos
como comparación. Nos encontramos, por tanto, y siempre teniendo en cuenta los
datos que poseemos, ante una enfermedad de extensión más rápida y menor
virulencia. Sin embargo, hay dos factores nuevos que juegan en contra nuestra,
y permite amplificar el impacto económico del presente virus. Uno es que, desde
que se produjo el SARS, el peso económico de China no ha dejado de crecer, y
hoy en día es imposible entender la economía global sin ella. El nuncio que
hizo ayer el gobierno de Beijing de prolongar las vacaciones de año nuevo
introduce un retraso en el sistema productivo chino no contemplado y que, como
un efecto dominó, se va a trasladar a las cadenas logísticas y de producción de
medio mundo, donde China es omnipresente. Las afectaciones que puedan sufrir
estos procesos de producción globales son las que más preocupan, porque son fácilmente
desestabilizables y cuesta volver a poner en orden. Por usar el clásico símil
norteamericano, pocas veces más apropiado en su literalidad, puede que China ya
sea lo suficientemente grande como para que, cuanto en Beijing estornuden, la economía
global se constipe. El otro factor es el de las redes sociales, que tienen una
doble cara. Muy positiva porque su uso por parte de la comunidad científica está
ayudando a compartir la información que se posee del virus y todo lo
relacionado con su origen, funcionamiento y alternativas de curación. La
secuencia de ADN del mismo circula desde hace días en la red y trabajos de
investigación son compartidos en tiempo real, aumentando por tanto el poder de
la ciencia como técnica distribuida para poder encontrar un remedio. Pero ya
sabemos que en las redes se grita mucho y se viraliza más la basura que lo
bueno. Extienden los nervios, la histeria y el alarmismo, y eso genera
evidentes efectos económicos, casi ninguno bueno. Frente a los que antes
comentaba en la logística y producción, pueden ser más intensos pero más
breves, más en formato pico que valle, pero se unen a todo lo demás. Es
evidente que las cifras futuras de PIB del primer y segundo trimestre chino de
este 2020 van a estar lastradas por lo que está pasando. La dimensión del
efecto aún es casi imposible de determinar.
Un
factor económico chino que es muy relevante para España es el del turismo.
Recientemente China se ha convertido en una potencia exportadora de turistas,
que gastan mucho, y España lleva ya algunos años intentando conseguir un trozo
de ese goloso pastes. Las entradas de turistas y divisas provenientes de China
no han dejado de crecer y lo que ahora sucede puede ser un golpe a esta
tendencia, que empezaba a asentarse. El enorme Corte Inglés de Nuevos Ministerios,
cerca de donde trabajo, está rotulado en chino, además de en ruso y árabe, y no
por casualidad. La suspensión de viajes y restricciones similares puede afectar
mucho a esta industria tan importante para nuestra economía. Hay que estar muy
atentos a lo que pasa y tratar de distinguir, entre el ruido, la información
certera.
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