miércoles, enero 08, 2020

Ira en Irán


Casi imposible imaginar una secuencia de acontecimientos más acelerada y peligrosa que la vivida en los últimos días, antes y después de la entrada en el nuevo año, en el escenario de oriente medio, con Irán de fondo e Irak como escenario. La muerte de un contratista norteamericano en un ataque de brigadas chiíes, la respuesta norteamericana atacando un convoy de esos brigadistas y matando a varios, la reacción de repulsa orquestada por las fuerzas iraníes que derivó en el asedio de la embajada norteamericana en Bagdad y, como gran traca, la ejecución por parte de drones estadounidenses del general Soleimani, en un acto que mantiene en vilo al mundo desde entonces.

No era Soleimani un militar cualquiera, sino el de mayor relevancia del país, y según muchas fuentes el auténtico número dos del régimen de los ayatolas. Creador de las fuerzas Al Quds, y gestor de la inteligencia militar del país, había logrado tejer una red de entidades proxy que actúan en cuatro de los escenarios de relevancia del régimen de Teherán, a saber: Líbano (Hezbola es el más famoso), Siria, Irán y Yemen. En esas naciones Irán actúa como si se tratasen de semiprotectorados, con total libertad, y siempre con fuerzas no regulares, o al menos que no enarbolan los distintivos oficiales del ejército persa, y eso por obra y gracia de Soleimani. Nada hacían los grupos iraníes de esos lugares sin que el general lo supiera. No era, por tanto, un desconocido para la inteligencia occidental ni para nadie, ni un sujeto que viviera escondido, como lo fueron Bin Landen o Al Zarqawui, no. Soleimani paseaba consciente de su poder, inmenso, y la inmunidad que le proporcionaba, porque nadie quería atacarle a sabiendas de las posibles consecuencias de dicho movimiento. Es conocido que tanto Bush hijo como Obama tuvieron opciones y planes para eliminarlo, pero finalmente no lo hicieron, a sabiendas de que ese movimiento podría desencadenar reacciones virulentas y fuera de control. Extrañamente ha sido Trump, cuyo credo es aislacionista, y que no deja de repetir que quiere largarse de todos los sitios en los que las tropas norteamericanas actúan, el que ha ordenado este movimiento, sin que se tenga muy claro si era consciente de las posibles consecuencias del mismo ni sin que se sepa exactamente el porqué del momento escogido para ello. ¿Justifica la secuencia antes comentada un movimiento de ese calado? Aparentemente no. Trump ha dicho que informaciones en su poder confirmaban que Soleimani pretendía llevar a cabo un potente golpe contra intereses y vidas de estadounidenses, y conociendo al militar iraní no es algo que suene a raro, dado que se dedicaba en gran parte a esos menesteres, pero ya se sabe, ante un acto trascendental, tiene que haber información del mismo grado de importancia que la justifique. Evidentemente todo esto ha exacerbado la tensión en la zona, puesto a EEUU e Irán ante su mayo crisis quizás desde la de la toma de rehenes en la embajada de Teherán de hace ya cuarenta años y de paso ha convertido al ya moribundo acuerdo nuclear internacional en poco más que papel mojado. Irán ha anunciado, en una de sus respuestas, que ya no respetará los límites de enriquecimiento de uranio que se fijaron en ese texto, por lo que la relación actual entre la potencia persa y el resto del mundo va camino de la inexistencia. Terceros países, como la UE, que nada pesa en este escenario, o Rusia, que últimamente es la potencia dominante en la zona, se han ofrecido a mediar y tratar de aplacar la tensión entre ambos, pero todo parece indicar que, de momento, este es un juego de dos en el que el resto no pintamos nada.

Las impresionantes manifestaciones de duelo en Teherán ante el cadáver de Soleimani, que han causado unos cincuenta muertos víctimas de avalanchas y aplastamientos, enmarcan un grito de venganza que, dada la figura del eliminado, es obligada por parte de Irán para tratar de salvar la cara y no quedar en ridículo. Una respuesta que puede ser a su vez contrarrestada por otro movimiento del ejército norteamericano y así entrar en una espiral que puede llevar a una guerra abierta entre ambas naciones, que todo el mundo dice no desear pero que se acerca a cada paso, como si la dinámica de la violencia empezase a cobrar vida propia más allá de lo que afirmen los actores implicados. Hoy parece que hemos visto la primera respuesta de Irán, pero esto no ha hecho más que empezar. Mucho mucho cuidado.

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