Ante
todo, muy feliz año nuevo. Espero que hayan tenido una entrada tranquila en el
mismo, en vista de que ha habido más incidentes que en nocheviejas pasadas.
Como mañana arranca la fantasmagórica investidura de Sánchez y vamos a tener
muchos días para comentar su diario desgobierno, hoy nos ahorraremos la política.
Y como tampoco me ha sucedido nada en navidades que sea realmente trascendente,
tampoco hablaré de experiencias propias. Por lo tanto, y muy en la línea de
este blog, que es el suyo, nos iremos lejos de aquí, a un lugar que no es que
esté en auge, sino que ya rivaliza con el dominio global. También en
Nochevieja.
Quizás
hayan visto ya las imágenes del espectáculo visual organizado en Shanghái para
despedir el pasado 2019. Nada de pirotecnia clásica, de fuegos artificiales
y toda su parafernalia de cascadas, luces y humo, no. En su lugar, los chinos,
descubridores de la pólvora y del arte de engalanar los cielos con ella, utilizaron
dos mil drones para crear figuras luminosas en el espacio. Un enjambre de
pequeñas máquinas que actuaban perfectamente coordinadas, en movimiento y emisión
de luz, para crear formas visibles desde el suelo. Y no sólo formas. La cuenta
atrás del nuevo año se realizó así, pero es que con ser eso ya muy llamativo,
los drones crearon figuras tridimensionales de realismo asombroso, y con
capacidad de movimiento que dejaron epatado a todo el que lo vio. Es muy
destacable esa figura humana que corre, en lo alto, de una manera lenta y
precisa. No estamos ante una ilusión visual ni nada por el estilo, sino ante la
recreación en tres reales dimensiones de una figura mediante dos mil puntos de
luz, que se coordinan para conformarla y dotarla de animación. Es,
sencillamente, impresionante. Y asombra pensar el trabajo que hay detrás de
esas composiciones, el desarrollo de software que permite crear la coordinación
entre esos dos mil puntos, mantenerlos a las distancias adecuadas unos de otros
y entre ellos y el suelo, y poner todo eso en movimiento, y que las figuras se
creen, sean realidad. En cierto modo ya se habían hecho antes experimentos
similares pero, que yo recuerde, nada de la intensidad y complejidad de esto
que nos enseñaron los chinos hace un par de noches. Como les digo, el alarde no
sólo es visual, que también, sino sobre todo tecnológico. Es una forma de decir
al mundo que China es mucho más que una fábrica que copia, sino que ya es una
economía que innova por sí misma y que posee el poderío para hacer lo que
quiera. El mensaje lanzado al mundo desde el cielo de la capital financiera del
imperio chino es bastante claro, y recalca la situación del mundo en el que vivimos,
camino de la bipolaridad, en el que los EEUU siguen siendo la potencia
dominante, pero con una China que camina imparable hacia el trono global, cada
día liderando más y más estadísticas. El desarrollo tecnológico y la inversión
en I+D+i es uno de los puntales del plan económico de los gerifaltes chinos, y
espectáculos como el de la noche del 31, que pueden parecer mero efectismo,
demuestran hasta qué punto su tecnología ya es puntera en muchos aspectos. ¿Estamos
en condiciones en Europa de hacer algo similar YA, este domingo en la cabalgata
de Reyes? Sospecho que la respuesta más probable es no, y eso ya dice mucho de
la época en la que vivimos y hacia la que caminamos.
De
hecho, me da que ha sido en EEUU donde se habrá observado con mayor interés, y
seguro inquietud, el espectáculo chino. Los desarrolladores de software
norteamericano saben perfectamente lo difícil que es hacer lo que vimos ahí, lo
futurista que resulta ese reto. Las primeras patentes registradas sobre el uso
de drones para espectáculos similares son de 2014, según he podido leer por ahí,
y la Disney está metida en ellas, pero de momento, en esta partida, EEUU ha
quedado por detrás, y no son ya pocas las disputas en las que pasa esto. El
aparentemente imparable crecimiento chino ya ha cambiado el mundo, y lo hará
cambiar mucho más, nos guste más o menos.
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