Menudo
nivel el de la política nacional. El leninista Iglesias, coherente con su
arcaica y fracasada ideología, sigue apoyando con todas sus fuerzas al régimen
dictatorial de Nicolás Maduro y considera a Guaidó como un representante de la
oposición venezolana, nada más. Quizás sea la influencia del vice lo que provocó
que Ábalos
se reuniese, de manera fortuita (en fin…) con la vicepresidenta de Maduro en un
avión en Barajas, una persona que tiene prohibido el acceso a territorio
Schengen por los cargos de corrupción y abuso de poder que ejerce al frente del
régimen que aprisiona Venezuela. Con quién te reúnes y con quién no dice mucho de
tus ideas y tu catadura moral.
Así
que me largo de este cutre lodazal para irme a china, donde la cosa se complica
cada vez más. En medio de mensajes tranquilizadores de un gobierno que, de
momento, controla la comunicación, ya son algo más de veinte millones de
personas las que se encuentran confinadas en cinco ciudades chinas. Lo
que empezó como una medida drástica en Wuhan, el lugar en el que se originó el
coronavirus se ha extendido a diversas urbes de su entorno, en una extensión
de una forma de actuar a la que sigo sin verle mucho sentido una vez que los
focos ya se han diseminado por buena parte de la propia China y de otras
naciones. En todo caso, el gobierno y ejército chino no se andan con tonterías
y han decretado un cierre que es tan aparatoso como atemorizante. De momento no
tenemos ni idea cierta de si las cifras que hablan del entorno de una veintena
de fallecidos y varios cientos de enfermos son veraces o no, pero los millones
de personas que residen en esas localidades afectadas, que redondeando
equivalen a media España, están encerrados en sus urbes sin poder entrar ni
salir. Esto no es sólo un enorme problema a la hora de llevar a cabo trabajos y
tareas comunes, porque no hay transportes internos ni nada por el estilo, sino
sobre todo es una situación de agobio creciente dado que, como nada puede
entrar tampoco en la ciudad, las provisiones que los ciudadanos tengan en casa serán
lo único que les sirva para alimentarse y sobrevivir. Circulan por la web vídeos
en los que se muestra a los militares cortando autopistas, estaciones de tren y
otros transportes completamente vacías, muertas, y colas e incidentes en
supermercados por parte de ciudadanos que buscan llevarse lo que puedan en
previsión de que lo que desaparezca en las baldas no será repuesto. En tiempos
de bulos cibernéticos es difícil saber si estos vídeos son ciertos o no, pero
así lo parecen, y en todo caso reflejan una situación que es fácil suponer que sea
cierta. Póngase usted en su lugar, que un gobierno dotado de un poder duro
intenso y que no duda en utilizar le avise que su ciudad, supongamos Madrid,
queda cerrada a cal y canto por tiempo indefinido, que nadie puede entrar ni
salir, y que metro, autobuses, trenes, aviones, todos los transportes dejan de
funcionar. Imagino que el instinto primario será abastecerse de gasolina en su
coche para tratar de que le sirva como medio de transporte el mayor tiempo
posible e ir a comprar comida para aguantar una situación que no depende mucho
de uno mismo, ni en la duración ni en las consecuencias. También hay vídeos de servicios
médicos abarrotados, quizás hospitales, en los que se ven escenas de agobio,
bronca, con presuntos enfermos que llenan pasillos. Nuevamente, ciertos o no,
pueden ser verosímiles. Si los transportes no funcionan y uno se pone enfermo
en casa, ¿cómo acude al centro de salud para buscar cura? ¿cómo es visto por el
médico en una ciudad de enormes dimensiones en la que hospitales y centros de
referencia pueden estar a varios kilómetros de distancia de casa?. Las
consecuencias prácticas del confinamiento que vemos, si el gobierno es capaz de
forzarlo en el tiempo, pueden ser mucho más letales que cualquier enfermedad.
En
cierto modo, asistimos en directo en el caso chino a una distopía absoluta de
esas que tan de moda están en los medios audiovisuales. Los ciudadanos de Wuhan
viven en un experimento coercitivo que ha transformado su urbe en una cárcel,
con el miedo de la enfermedad de fondo, y sin que sepamos muy bien desde aquí qué
es lo que pasa, imagino que en las calles de la ciudad la actividad se habrá
reducido casi a la nada, ofreciendo escenas propias de relatos de apocalipsis
destructivo, que generan morbo en mucha parte de la audiencia. Es asombroso lo
que está pasando allí y, sea lo que sea lo que suceda con la enfermedad, Wuhan es,
ahora mismo, un gigantesco laboratorio humano sometido a una prueba de estrés
como no se recuerda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario