En
China todo se hace a lo grande, y por decreto, por imposición de un gobierno
despótico que posee el poder y el control sobre la sociedad, no conformada por
individuos libres, sino por súbditos sometidos. Si se decide hacer un aeropuerto,
los técnicos determinan dónde debe estar, y el gobierno se encarga de que ahí
esté en un plazo no muy breve de tiempo, y si alguien vivía en ese lugar, será el
gobierno el que se encargue de que deje de vivir ahí, y si es necesario, que
deje de vivir, y punto. Sin reglas democráticas, la eficiencia de la economía
china es elevada y su crecimiento asombra, pero no debemos nunca olvidar que su
régimen se parece mucho al franquismo que regía España en los cincuenta, con el
comunismo ocupando el lugar del nacional catolicismo.
¿Qué
se desata un brote neumónico en una megalópolis? No hay problema, se confina a
toda la población y se le prohíbe salir de allí. Esto
es lo que ordenó ayer el gobierno chino sobre Wuhan, una ciudad de once
millones de habitantes (repita, piense en la cifra y mire a su alrededor
imaginando once millones de personas) en la que comenzó el brote del
coronavirus neumónico que ahora está en muchos informativos de todo el mundo.
La medida es, en sí misma, absurda, sobre todo porque el virus ya se ha
extendido fuera de esa urbe, y controlar a la población que vive allí sólo
permitirá confinar el foco inicial de la enfermedad, pero no los focos secundarios
que ya se han detectado fuera del lugar de inicio. Ahora, si el gobierno quiere
mostrarse duro ante la enfermedad y lanzar un mensaje internacional de que hace
todo lo posible para luchar contra la enfermedad, quizás sea algo que tenga sentido.
Tampoco hace falta ser muy perspicaz para, viendo esta noticia, pensar que los
mensajes de tranquilidad que lanzan las autoridades de Beijing son, cuando
menos, poco realistas. Si el brote es pequeño y leve, ¿por qué tanto alarmismo?
Y si no es tan pequeño ni tan leve, ¿de qué sirve un confinamiento en un foco
que ya no es el único? Como verán, un montón de preguntas para las que carezco
de respuesta alguna. Lo único cierto es que desde hoy no se puede ni entrar ni salir
de una ciudad de dimensiones gigantescas en la que viven muchos millones de
personas. Imaginemos, europeos, que se cierra París o Londres, ciudades más
pequeñas que Wuhan, y se prohíbe a sus habitantes escapar. Se cancelan trenes,
se bloquea el aeropuerto y lo que hasta ayer era una viva metrópoli conectada
con medio mundo se convierte en una isla que empieza a asimilarse a una prisión.
Las dimensiones de las ciudades modernas las hacen impracticables para ser
abandonadas a pie por las personas, por lo que es probable que, conocida la
orden, muchos intentasen anticiparse a la salida cogiendo coches u otro tipo de
vehículos para abandonar la ciudad por su red de carreteras. Se supone que
estas carreteras también estarán cortadas, en ambos sentidos, aunque es casi
seguro que será escaso el flujo de entrada a la ciudad. ¿Y dónde acaba una
ciudad hoy en día? El término municipal y la corona de edificios quizás pueda
tener un límite físico, pero en el día a día del trabajo cualquier urbe,
pongamos Madrid, tiene unos complejos flujos de entrada y salida que la
expanden mucho más allá de sus propios límites conceptuales. Hay gente, no
poca, que va y viene diariamente a trabajar a Madrid y que vive en Toledo,
Segovia, Guadalajara, etc… pensemos en Londres o París, que se expanden como
manchas de aceite a su alrededor. ¿Dónde se acaban? ¿Cerrar, pongamos Madrid,
incluye sólo la ciudad pura o toda la Comunidad, que vive y trabaja en simbiosis
con la capital? ¿Incluimos ahí todo el corredor del Henares? En Madrid el río
que la atraviesa, muy adecentado en los últimos tiempos, sigue siendo un juguete,
pero Londres, París o, también, Wuhan, poseen un señor río que permite un flujo
de mercancías y viajeros. ¿Dónde acaba aguas abajo Londres? En el mar.
Y
todas estas reflexiones y dudas, y miles más, surgen a cuenta de un virus del
que sabemos bien poco. Como mínimo debiéramos conocer su tasa de contagio entre
individuos y el tiempo de incubación del mismo en el que resulta contagiable
para modelizar cómo puede expandirse la enfermedad, y a ello añadirle la tasa
de mortalidad que genera para realizar estimaciones sobre la gravedad del problema
al que nos enfrentamos. De momento es seguro que la gripe convencional, que
apenas causa alarma ni genera noticias, posee tasas mucho más mortíferas que
las de este coronavirus. Una buena
fuente de información de lo que está pasando es el blog Microbiolog de Ignacio
López-Goñi, un experto absoluto en la materia. Acudan a él.
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