A
estas horas de la mañana del miércoles 29 puede que el gobierno haya vuelto a
fabricar una nueva versión del caso Ábalos, retorciendo un poco más las cosas y
llegando a cotas insuperables de cinismo, dado que las tolerables fueron
rebasadas con creces con cada una de las versiones anteriores. Ahora estamos en
la pantalla “gestión
diplomática” en una especie de videojuego chusco en el que las nuevas fases
se crean e improvisan a gran velocidad, todo ello transitando por zonas de un
aeropuerto, el madrileño, donde los extraterrestres pueden llegar cuando les
plazca y, legalmente, estar seguro no sólo de no pisar España, sino ni siquiera
el planeta tierra. Eso es al menos lo que argumentaría este desgobierno.
El
caso Ábalos es bastante sencillo. Al Ministro le han pillado haciendo algo ilegal
y se ha ido inventando mentiras y excusas para ocultarlo, y cuando la bola le
ha sobrepasado ha habido órdenes desde arría, su único jefe, para fabricar
mentiras aún más gordas para cubrirle. Es una pieza de caza mayor, no tanto por
el ministerio que ocupa, que sí es de los gordos, como por su cargo en el PSOE,
y Sánchez no puede ofrecer su cabeza. Sabiéndose protegido, Ábalos no ha dudado
en tirar de chulería propia de taberna cutre en apariciones en las que ha
afirmado que “vino
para quedarse y a él no le echa nadie” palabras que, en boca de cualquier
político que no fuera del PSOE o de Podemos (o nacionalista) hubieran provocado
un escándalo. Como las ha expresado alguien de la facción política que es
tratada con mimo en este país, no se le han criticado. Ábalos ha metido la pata
hasta el fondo, y lo sabe, y sabe que le han pillado metiendo la pata, y el
error ha sido mayúsculo. Obviamente iba a reunirse con Delcy, la vicepresidenta
de Maduro, a sabiendas de que esa reunión era ilegal porque sobre Delcy pesan
sanciones de la UE y no puede estar en suelo comunitario. No se si forzado por
la rama podemita del gobierno o no, no se con qué objeto ni fin, pero Ábalos
acudió a Barajas para reunirse con Delcy, amparado en la noche y en la creencia
de que nadie se enteraría. Pero no, ahí estaba la prensa, que se enteró. No se
puede comprar a todos los medios, y
en este caso el mérito de la noticia corresponde a Voz Pópuli, que se enteró y
permitió que nos enterásemos los demás. A partir de ahí, ya lo saben, la
secuencia clásica que se produce cuando a uno le pillan en una mentira, que se
da de vez en cuando con los niños en el colegio o en casa o en la política cada
dos por tres. De la negación absoluta de “no estuve en Barajas” a la “gestión
diplomática” actual media un sinfín de comunicados, desmentidos,
rectificaciones y palabrería barata que ha ido enredando el caso cada vez más y
que, como toda sucesión de excusas prefabricadas, sólo sirve para agrandar el
tamaño de la mentira originaria y mostrar la cobardía profunda de quien la
cometió y de los que ahora se unen a él para ocultarla. Pase lo que pase Ábalos
no va a dimitir si Sánchez no lo considera necesario, y de momento no es el
caso. Su figura queda tocada, hundida, para muchos, pero seguirá aferrado a un
cargo que cree propio y que quien se lo ha dado considera que, de momento, le
pertenece. El resto no importa para Moncloa y su complejo de comunicados y
medios, que parecen tan encantados de haberse conocido como siempre. Si se
fijan, no hay muchas diferencias entre el patetismo de las explicaciones dadas
en este caso como en las creadas por Cospedal cuando lo del despido de Bárcenas.
A ambos partidos les pillaron con el carrito del helado de la mentira, y en
ambos casos las órdenes supremas han sido las mismas. Miente para tapar una
mentira, y da igual si das pena o no, te comes el marrón. En ambos casos hubo
medios afines a cada partido que compraron la mercancía averiada, o más bien
directamente la difundieron, obligados por su seguidismo a consignas ideológicas
y otros que criticaron lo que el partido hacía. Es curioso, o no, que los que
entonces hicieron lo primero hoy hacen lo segundo y vicecersa.
Por
eso, no puedo evitar pensar, en este caso concreto, en ese periodista de El País
o de la SER, como antaño fueron los del El Mundo o ABC, que recibe órdenes de
reescribir el artículo sobre el caso Äbalos que redactó hace apenas unas horas,
sabiendo que era una pura mentira, porque desde Moncloa ha llegado “nueva
información” (nuevas mentiras) que amplían (confunden aún más) la información
inicial. Sabe el periodista que cada tecla que pulsa traiciona su compromiso
profesional y se convierte en mera correa de transmisión del poder al que
debiera controlar, pero sabe también el periodista lo fácil que es ser
despedido, y cómo su profesión se ha devaluado económicamente hasta el punto de
que cobrar por ella es casi un milagro. Periodista, te entiendo. A tus jefes
serviles y al poder que les controla, les temo.
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