miércoles, enero 29, 2020

Versiones Ábalos


A estas horas de la mañana del miércoles 29 puede que el gobierno haya vuelto a fabricar una nueva versión del caso Ábalos, retorciendo un poco más las cosas y llegando a cotas insuperables de cinismo, dado que las tolerables fueron rebasadas con creces con cada una de las versiones anteriores. Ahora estamos en la pantalla “gestión diplomática” en una especie de videojuego chusco en el que las nuevas fases se crean e improvisan a gran velocidad, todo ello transitando por zonas de un aeropuerto, el madrileño, donde los extraterrestres pueden llegar cuando les plazca y, legalmente, estar seguro no sólo de no pisar España, sino ni siquiera el planeta tierra. Eso es al menos lo que argumentaría este desgobierno.

El caso Ábalos es bastante sencillo. Al Ministro le han pillado haciendo algo ilegal y se ha ido inventando mentiras y excusas para ocultarlo, y cuando la bola le ha sobrepasado ha habido órdenes desde arría, su único jefe, para fabricar mentiras aún más gordas para cubrirle. Es una pieza de caza mayor, no tanto por el ministerio que ocupa, que sí es de los gordos, como por su cargo en el PSOE, y Sánchez no puede ofrecer su cabeza. Sabiéndose protegido, Ábalos no ha dudado en tirar de chulería propia de taberna cutre en apariciones en las que ha afirmado que “vino para quedarse y a él no le echa nadie” palabras que, en boca de cualquier político que no fuera del PSOE o de Podemos (o nacionalista) hubieran provocado un escándalo. Como las ha expresado alguien de la facción política que es tratada con mimo en este país, no se le han criticado. Ábalos ha metido la pata hasta el fondo, y lo sabe, y sabe que le han pillado metiendo la pata, y el error ha sido mayúsculo. Obviamente iba a reunirse con Delcy, la vicepresidenta de Maduro, a sabiendas de que esa reunión era ilegal porque sobre Delcy pesan sanciones de la UE y no puede estar en suelo comunitario. No se si forzado por la rama podemita del gobierno o no, no se con qué objeto ni fin, pero Ábalos acudió a Barajas para reunirse con Delcy, amparado en la noche y en la creencia de que nadie se enteraría. Pero no, ahí estaba la prensa, que se enteró. No se puede comprar a todos los medios, y en este caso el mérito de la noticia corresponde a Voz Pópuli, que se enteró y permitió que nos enterásemos los demás. A partir de ahí, ya lo saben, la secuencia clásica que se produce cuando a uno le pillan en una mentira, que se da de vez en cuando con los niños en el colegio o en casa o en la política cada dos por tres. De la negación absoluta de “no estuve en Barajas” a la “gestión diplomática” actual media un sinfín de comunicados, desmentidos, rectificaciones y palabrería barata que ha ido enredando el caso cada vez más y que, como toda sucesión de excusas prefabricadas, sólo sirve para agrandar el tamaño de la mentira originaria y mostrar la cobardía profunda de quien la cometió y de los que ahora se unen a él para ocultarla. Pase lo que pase Ábalos no va a dimitir si Sánchez no lo considera necesario, y de momento no es el caso. Su figura queda tocada, hundida, para muchos, pero seguirá aferrado a un cargo que cree propio y que quien se lo ha dado considera que, de momento, le pertenece. El resto no importa para Moncloa y su complejo de comunicados y medios, que parecen tan encantados de haberse conocido como siempre. Si se fijan, no hay muchas diferencias entre el patetismo de las explicaciones dadas en este caso como en las creadas por Cospedal cuando lo del despido de Bárcenas. A ambos partidos les pillaron con el carrito del helado de la mentira, y en ambos casos las órdenes supremas han sido las mismas. Miente para tapar una mentira, y da igual si das pena o no, te comes el marrón. En ambos casos hubo medios afines a cada partido que compraron la mercancía averiada, o más bien directamente la difundieron, obligados por su seguidismo a consignas ideológicas y otros que criticaron lo que el partido hacía. Es curioso, o no, que los que entonces hicieron lo primero hoy hacen lo segundo y vicecersa.

Por eso, no puedo evitar pensar, en este caso concreto, en ese periodista de El País o de la SER, como antaño fueron los del El Mundo o ABC, que recibe órdenes de reescribir el artículo sobre el caso Äbalos que redactó hace apenas unas horas, sabiendo que era una pura mentira, porque desde Moncloa ha llegado “nueva información” (nuevas mentiras) que amplían (confunden aún más) la información inicial. Sabe el periodista que cada tecla que pulsa traiciona su compromiso profesional y se convierte en mera correa de transmisión del poder al que debiera controlar, pero sabe también el periodista lo fácil que es ser despedido, y cómo su profesión se ha devaluado económicamente hasta el punto de que cobrar por ella es casi un milagro. Periodista, te entiendo. A tus jefes serviles y al poder que les controla, les temo.

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