Esta madrugada se ha celebrado en un desangelado auditorio de Cleveland el primer debate electoral de las presidenciales norteamericanas de 2020. La ciudad escogida es la capital de Ohio, uno de los llamados “swing states” estados oscilantes, porque la elección entre demócratas y republicanos está muy ajustada y depende hacia donde se inclinen unos pocos sufragios el estado se decantará por uno o por otro. Los estados fieles a la marca del partido no son de interés para el otro, porque sabe que poco va a conseguir en ellos de cara al resultado presidencial (sí importan todos para las elecciones de las cámaras legislativas). Como en otros años, se hablará mucho de Ohio, Florida, Michigan y otros.
Las crónicas que han llegado hablan de un debate bronco, sucio, entre dos candidatos mayores que exponen visiones contrapuestas de la política de aquel país y una cierta imagen de decadencia global. Biden es el aspirante con mayor edad en la historia, con 77 años cumplidos, y su salud es uno de los argumentos favoritos de Trump para atacarle. Se le acusa de ser frágil, de poner en riesgo el cargo si finalmente es elegido dados los rumores sobre su estado, rumores que él y su entorno desmienten constantemente, pero que han calado en parte del electorado. En su estilo macarra e insultante de siempre, Trump reclamaba antes del debate un control antidoping para ver si Biden había tomado sustancias que le permitiesen salir al escenario. Habitualmente se refiere a él como “sleepy Joe” Jo el dormilón, o Joe el ido. Ambos candidatos movilizan a sus bases fieles, pero es evidente que Biden es visto por muchos demócratas radicales como un candidato ajeno, útil para desalojar a Trump del poder si vende, pero que despierta cero ilusión entre ellos. Las bases radicales republicanas adoran a Trump, y se han hecho con el alma del partido, arrasando figuras y tradiciones que antaño lo dominaron. Eso hace que Trump cuente, a priori, con un electorado más fiel y cohesionado. Eso, y el que parte del puesto presidencial, que siempre otorga un plus, hace que a día de hoy las probabilidades de que repita en el cargo sean ligeramente más altas de las que le sitúan en la derrota. Las encuestas nacionales siguen poniendo a Biden por delante, pero recuerden que eso no sirve de nada en una elección presidencial que se realiza por sistema mayoritario estado a estado. Sea cual sea el candidato que alcance la Casa Blanca, es casi seguro que Biden será el que recoja más voto, como lo fue Hillary hace cuatro años, por lo que tengan mucho cuidado a la hora de hacer pronósticos y no se dejen llevar por deseos, cosa muy habitual en los medios de comunicación españoles, que salivan con una victoria demócrata y no lo ocultan. A mi Biden no me ilusiona casi nada, me parece un candidato flojo, pero como Trump es una infamia, un baldón para la historia de EEUU y un ejemplo de lo que una persona y dirigente no debe ser votaría por el demócrata a ciegas. Pero eso no quiere decir que los demócratas vayan a ganar. No confundamos deseos con realidades. Las semanas que quedan hasta el martes 3 de noviembre, el día de la votación, estarán marcadas por la evolución de la pandemia, la crisis económica asociada, los rebrotes en los disturbios raciales, la renovación de la vacabte del Supremto tras la muerte de la magistrada Ginsburg y el absoluto enfrentamiento entre dos visiones del país que nunca había alcanzado extremos de polarización irracionales que, lamentablemente, aquí son habituales, pero no allí. Los años de Trump han agudizado un resquemor que ya existía en aquel país, y Trump lo ha usado para, en la polarización, conseguir sacar rédito. ¿Le funcionará la estrategia? Que sea repulsiva no quiere decir que no sea efectiva, y las opciones de renovar su mandato siguen siendo muy altas.
Uno de los temas que sobrevuela la campaña es, asómbrense, las constantes acusaciones por parte de Trumo de fraude en el voto por correo y su intención de no admitir una derrota que, según él, puede estar amañada. Que una nación como aquella esté sumida en una bronca sobre este tema, con el servicio postal como uno de los ejes de enfrentamiento partidista, muestra hasta qué punto el ambiente político ha degenerado en una nación tan adulta como aquella. Van a ser cuatro semanas tensas, duras, en las que la gresca y la incertidumbre irán a más, y en las que los debates serán puestas en escena carentes de argumentación, en tiempos de memes cutres y redes sociales salvajes.