jueves, septiembre 10, 2020

Tropiezo de la vacuna de Oxford en fase III


Ayer se supo que, en el proceso de testeo conocido como fase III, la vacuna de Oxford, una de las más prometedoras, tenía que parar su estudio por la aparición de un caso de infección grave en uno de los miles de voluntarios que se están utilizando como muestra activa. Parece que es una mieloide lo que le ha pasado, y está por ver si tiene relación con el proceso de prueba de la vacuna, pero en este tipo de ensayos la seguridad de los voluntarios sobre los que se realiza el trabajo es lo primero, y por es normal que se detengan los estudios en ciertos aspectos hasta saber qué es lo que realmente ha pasado. Lo primero que hay que decir es que, en el proceso de creación normal de vacunas, este tipo de traspiés son de lo más habitual.

El proceso de creación de una vacuna es largo, complicado, requiere una gran inversión económica, pruebas rigurosas y suerte, como todo en la vida. A veces las ideas más prometedoras caen a las primeras de cambio, otras llegan muy lejos pero, cerca del final, se muestran fracasadas, y cada uno de esos reveses supone dinero y tiempo. Y también, evidentemente, conocimiento, porque lo que ha fallado muestra ideas de por dónde no ir. El proceso habitual, una vez que hemos desarrollado el producto y se ha testado en animales, consta de tres fases. En la I e inocula a pocas personas, con el objetivo de comprobar que la vacuna es segura e inocua. En la II se suele usar un grupo de personas mayor, de unos pocos cientos, a los que se les inocula la vacuna y se testa, tanto la seguridad de la misma, como la fase I, como el hecho de que la vacuna funcione, es decir, que genere una respuesta inmune del cuerpo y se produzcan anticuerpos que luchen contra la enfermedad a la que se busca derrotar. Estas dos fases suelen durar varios meses cada una, no pocos, y en cada momento, si se produce una respuesta inesperada, o algo va mal, se para el proceso y se tiene que ver cuál es la causa del problema. Muchas han caído ahí. La fase III, la última, es la más larga, costosa y complicada. Se busca, una vez que la II se ha superado y la respuesta inmune se crea, comprobar que efectivamente el cuerpo lucha contra la enfermedad y la derrota. Para ello se cogen muestras de voluntarios mucho más amplias, de varios miles, y se crean dos grupos homogéneos en todas sus características. A uno de los grupos se le inocula la vacuna, al otro un placebo, y ni el inoculador ni el voluntario sabe a qué grupo pertenece. Todos los individuos son sometidos a control estricto pero, esta vez, se les deja una vida libre, de tal manera que se puedan exponer a la enfermedad y se vea como la combaten. Esta fase de estudio dura años, sí, años, y se buscan muchas cosas. Lo primero, garantizar que los resultados de las fases I y II, seguridad y respuesta inmune, se mantienen, lo segundo, comprobar que realmente la inmunidad funciona y la enfermedad es derrotada, lo tercero, comprobar cuánto dura la inmunidad, si es prolongada o requiere dosis recurrentes de vacunación. Lo cuarto, aprovechar el tiempo dilatado para ver los posibles efectos secundarios a medio y largo plazo de la vacuna en el cuerpo, que muchas veces tardan tiempo en presentarse, y así un montón de objetivos. Y uno no menor es comprobar que el efecto de la vacuna es superior al del placebo, de tal manera que la vacuna es, realmente, un tratamiento efectivo, muy superior al resultado natural que produce un cuerpo sugestionado ante un posible tratamiento que, realmente, es inocuo. Como verán, no es sencillo desarrollar vacunas, ni barato. Se imaginarán los costes logísticos, de gestión y de todo tipo que se generan a lo largo de los años en los que se llevan a cabo estas fases, y partiendo todos ellos de los elevados costes que habrá supuesto la investigación, desarrollo y creación del prototipo de vacuna. Es por eso, entre otras razones, por lo que muchas empresas farmacéuticas han abandonado este campo de trabajo en las últimas décadas, porque es muy difícil obtener beneficios con esta secuencia tan prolongada de costes e inversiones asociadas. La carrera de empresas que vemos ahora es extraordinaria, y se debe a que la situación que vivimos también lo es.

Como verán, en cada una de las fases son múltiples los factores que se analizan, y la aparición de un mal resultado exige un trabajo de investigación detallado para saber el por qué se ha producido y si ese resultado tiene relación con el proceso de creación de la vacuna. Las prisas que existen ahora mismo para que una de ellas surja y luche contra el coronavirus son contraproducentes. Correr mucho es una buena receta para aumentar los peligros y sufrir un accidente, y eso es sabido por todos, pero los políticos y la sociedad demandan con urgencia una vacuna cuyos tiempos de creación son los que son. Se están acortando lo más posible, pero es evidente que no habrá una que pueda ser suministrada con seguridad a la población, al menos, hasta inicios del año que viene, acelerando las cosas al máximo. Y parece que no será la de Oxford.

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