Esta mañana se reúnen en la puerta del Sol Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y Pedro Sánchez, presidente del gobierno. El encuentro será el primero que mantengan ambas autoridades desde que ocupan sus cargos, lo que incluye a este tiempo de horrible pandemia que nos asola. Sus múltiples asesores, cada uno de los cuales cobra como muchos rastreadores, han tardado años, meses, días, en lograr cuadrar las agendas de estos líderes, en las que los temas importantes rebosan, para que puedan verse y hablar sobre el hecho, trivial para ellos, de que decenas de madrileños mueran al día víctima del coronavirus.
Ambos políticos, Sánchez y Ayuso, Ayuso y Sánchez, representan casi lo peor de lo que pretenden encarnar. No llegan al nivel de Podemos y Vox, pero cada día tratan de alcanzarlo. Son espejos que se necesitan para reflejarse. Sus decisiones de gestión se miden y toman única y exclusivamente por la oportunidad que tengan para atacar al rival, con el cortoplacismo extremo del día a día, con el rendimiento buscado a la foto, a la frase, al lema, al hueco artificioso de lo que sale de su boca, palabrería sin contenido. Uno representa unas siglas que se dicen socialistas, de izquierda, otra representa a unas siglas que se dicen liberales, de derechas, pero ambos sólo se representan a sí mismos, encantados de conocerse y persiguiendo en todo momento que su propio y enorme ego sea satisfecho, como críos irresponsables que se pegan por juguetes en una guardería. No tendría mayor trascendencia el comportamiento de este par de fracasados si no fuera porque de sus acciones, e inacciones, dependen miles de empleos, millones y el devenir de personas que, en el día a día, están condicionadas por lo que deciden las administraciones que les rigen. Suele decirse que poco es lo que de bueno puede aportar un gobierno, pero mucho es lo malo que puede llegar a generar, y aunque esta frase es de un simplismo que en muchas ocasiones resulta inaplicable, es una perfecta descripción de lo que representan estas dos figuras políticas. La primera ola del coronavirus supuso el fracaso del gobierno central, completamente superado por algo que le desbordaba por completo, y que no tuvo manera de reconducir. Lejos de admitir sus errores, Sánchez se enrocó y sigue presumiendo de unas cifras que, en la primera ola, dejaron a España como el segundo país peor parado en fallecidos y caída del PIB de Europa y la OCDE, sólo por detrás de Reino Unido. Ayuso encabezó la revuelta de los presidentes de las CCAA, un grupo de diecisiete virreyes egoístas que clamaban sin cesar por la recuperación de sus competencias para eludir su falta de responsabilidad, y que sólo querían volver a tener el poder, que mediante el estado de emergencia el gobierno central les retiró provisionalmente, para exhibirse nuevamente ante los muy suyos como los más y mejores en todo, sin preocuparles en lo más mínimo lo que sucediera en el resto del país. No les iba. Recuperadas las competencias, y con los avisos de que una segunda ola sería inevitable, ninguno de estos reyezuelos, con Ayuso como estandarte, han hecho nada para prepararse. No han invertido, no han contratado, no han hecho acopio de materiales ni de nada. Sólo han buscado, con sus muchos asesores, que cobran cada uno más que varios médicos de atención primaria, cómo escurrir el bulto, si llegaba, y echarle la culpa a otros de la “bomba vírica radioactiva” que pudiera estar más allá de sus sacrosantas, históricas y eternas fronteras. La segunda ola llegó, y Aragón, Cataluña, Baleares, País Vasco, La Rioja, Navarra, Madrid… una otras otra cada CCAA exhibe cifras de contagios, fallecidos y necesidades que son propias de estados fallidos, de vergüenzas colectivas que no se pueden amparar ni excusar de ninguna manera. Pero tranquilos, que el toque a rebato de los nuestros ya está aquí. Los medios de cabecera de cada uno de los líderes, los que apoyan a Sánchez y a Ayuso, por poner a dos, ya llevan días defendiendo las virtudes del propio y las deslealtades del otro, a buen seguro que agradable subvención mediante. Seguro que cabeceras y canales de radio y televisión afines han recibido más dinero que muchos de los colegios de cualquiera de las regiones españolas, porque la educación es una molestia para los gobernantes autonómicos de turno, pero la propaganda, ay, la propaganda, eso sí que es necesario.
Cuando hoy vean la reunión de esos dos personajes, vacía, hueca, escenificada por sus asesores para darles una foto que sirva a ambos como nueva munición, mientras otro hospital más rebose y queden menos días para el nuevo confinamiento nacional, párese y hágase una pregunta. Si usted tuviera un negocio, un bar, una empresa de instalación de calderas, lo que fuese, y se jugase su dinero, ¿Contrataría a Sánchez o a Ayuso? ¿les pagaría un sueldo? ¿les daría alguna responsabilidad? Sabiendo que es su dinero y su empresa lo que está en juego, les daría una oportunidad. Como en el caso de los dentistas, imagino nueve de cada diez respuestas, pero me intrigaría mucho conocer el audaz comportamiento del discrepante.
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