martes, septiembre 29, 2020

Trump paga menos impuestos que usted

Y que yo. Desde que decidió presentarse a las elecciones presidenciales de ese raro año que fue 2016 las declaraciones de la renta de Trump han sido uno de los objetos más deseados por parte de todos los ojos del mundo, a la vez que el celo presidencial para ocultarlas era férreo hasta el extremo. Hemos conocido antes, y mucho mejor, detalles escabrosos sobre reuniones internacionales de alto nivel de Trump con algunos mandatarios, pero nada de sus cuentas fiscales. Evidentemente tanto deseo de ocultación no puede ser bueno, de la misma manera que, de pequeños, presumíamos en casa de las notas buenas pero las malas tratábamos de que pasasen desapercibidas, como si no existieran.

A apenas cuatro semanas de las elecciones y en la víspera del primer debate electoral, que tendrá lugar la próxima madrugada de nuestro horario, el New York Times ha accedido a ese grial de datos financieros y fiscales, y el resultado es tan sonrojante como, ay, carente de sorpresa. Trump pagó 750 dólares en concepto de impuesto sobre la renta en el año 2016, importe que se repitió en el 2017, su primer año como presidente. Cifras que resultan casi infinitamente grandes en comparación con los cero dólares, cero, que pagó por renta en diez de los quince años anteriores a ese 2016. Sabido es que los tipos impositivos en EEUU son más bajos que en España, pero la verdad es que resultan unas cifras que dan que pensar. Al parecer, la estrategia fiscal de Trump no es muy original, y consiste en mezclar sus negocios e ingresos personales en un mismo ente, de tal manera que sus rentas propias se confunden con el saldo empresarial de sus negocios. Lo que declara en esos años son pérdidas por la parte de los negocios, que le sirven para compensar ingresos y así obtener un saldo fiscal muy favorable. Estrategias de este tipo también se llevan a cabo en nuestro país, y no son fraude como tal, aunque sí entran dentro del campo de la elusión, de los esfuerzos que, estrujando la ley al máximo, buscan disminuir la factura fiscal. Eso se puede hacer de manera abierta o ilegal. Si, por ejemplo, presento facturas por las que mi hija Ivanka me cobra un dineral por servicios de consultoría en mis negocios eso son costes para mi empresa, y reducen beneficios. ¿Se han prestado los servicios que me ha facturado Ivanka? ¿los ha cobrado realmente? No lo se, que diría Trump con esas formas tan rudas que posee, pero a buen seguro es indiferente. Los papeles están ahí, Ivanka existe y el pobre Trump pierde dinero, como para que encima el fisco le agobie. Que autónomos y pequeños personajes recurran a triquiñuelas de este estilo es lo más normal del mundo, y las haciendas lo saben, y tratan de acotar estos procedimientos pese a que a veces es muy difícil lograrlo, y requiere una inversión en medios y tiempo que puede ser tan costosa como lo defraudado. Que un magnate que se autoproclama como genio de los negocios recurra a ellas es mucho más raro y las sospechas de que se está ante un delito aumentan exponencialmente. Si los negocios de alguien dan pérdidas año tras año durante muchos años, ¿qué negocios son esos? ¿cómo sobreviven? ¿quién o qué cubre esas deudas constantes? Que el presidente de los EEUU recurra a argucias de este tipo resulta, como mínimo, denunciable, y los ciudadanos de aquel país deben preguntarse cómo es posible que quien les rige (es un decir dado el desgobierno que ha generado) se permite el lujo de no pagar impuestos y usar su cargo presidencial para dar auge a negocios privados sin que nunca haya estado clara la separación entre unos y otros. Las comparaciones que se hicieron en su día con la llegada de Trump a la presidencia y el ascenso de un emperador degenerado del tipo Claudio o Calígula cada vez son más certeras, porque los años de su gobierno han sido nefastos para la imagen del país y su papel en el mundo, y en paralelo se ha mostrado como el típico arribista que se apropia de la caja pública para aumentar su fortuna personal, sólo que Trump parece más aficionado a las hamburguesas y la tele que al triclinium y a los racimos de uvas de la hollywoodiense iconografía romana.

Tres importantes preguntas entre las muchas posibles tras esta noticia. ¿Han condicionado las deudas del imperio Trump su gestión presidencial, habiendo favorecido desde ésta a aquellos que sostienen las finanzas de sus empresas? ¿Tendrá efecto electoral en la cita del 3 de noviembre revelaciones que, en condiciones normales, hundirían a un candidato? Y la más importante y profunda, ¿qué lleva a un ciudadano medio de aquel país, y no solo de allí, que paga impuestos y tiene una economía personal muy agobiada, a votar a un candidato defraudador que tiene el morro de presentarse ante él como la respuesta a sus problemas? ¿Hasta cuándo el populismo tendrá barra libre para que sus desmanes no sean castigados en las urnas?

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