jueves, septiembre 17, 2020

Nuestro desastre de la segunda ola


Ayer se cayó ante todo el mundo el falso telón levantado entre el inútil gobierno central y los inútiles gobiernos autonómicos, cuya única finalidad era ocultar la situación real de la pandemia y enmascarar su total inacción, dejadez, incompetencia, desidia, desvergüenza (utilicen el adjetivo y tono que deseen) ante lo que se nos viene encima. Los meses de calma obtenidos tras el confinamiento, que debieran haber servido para prepararse ante esta nueva oleada, han sido desperdiciados por todas las administraciones para no hacer nada de lo que debían en aras de evitar un nuevo desastre. Les bastaba con idear un par de eslóganes, unas ideas fuerzas, y que los medios que les bailan la ola lo repitieran una y mil veces.

Se comprometieron las CCAA a contratar a miles de profesores de refuerzo ante el inicio del curso escolar. A días de abrir las aulas aún estaban anunciando esas “futuras” contrataciones. ¿Cuántas se han llevado a cabo? Poquísimas, me temo. Como deseaban todos los gobiernos, ya se las pueden ahorrar, porque los colegios cerrarán en pocas semanas cuando las cifras de fallecidos se vuelvan insoportables. Se comprometieron las CCAA a contratar a miles de personas de refuerzo en atención primaria para evitar que los centros de salud, sometidos a una presión inimaginable, se derrumbasen en esta segunda ola. Hoy en día la mayor parte de esos centros de salud están no ya colapsados, sino sometidos a un asedio por parte de una avalancha de enfermos que no pueden ser atenidos por el exiguo personal que, exhausto, soporta una presión que dejaría noqueado en media hora a cualquiera de los inútiles que tenemos como políticos y dirigentes en este país. Como desean todos los gobiernos, los pocos eventuales que se contrataron para reforzar ya pueden ser despedidos, porque la atención primaria ya no atiende. El caso de los rastreadores es sangrante. Era una de las piezas básicas para lograr un control de la epidemia. Todas las CCAA presentaron preciosos planes en los que el contrato de personal especializado era una de las bases de todo el dispositivo, pero eso sí, ninguna se comprometió a dar cifras concretas de rastreo ni ratios de habitantes por rastreador (pista, Alemania obliga a una ratio no superior a 5.000 por rastreador) y el gobierno central respaldo esa inconcreción numérica amparándose en excusas peregrinas. ¿Cuántos rastreadores han sido contratados para la segunda ola? ¿Cómo se puede tener la desfachatez que han mostrado gobiernos autonómicos como el de Madrid o Cataluña, por citar a dos de diecisiete, para decir hace un par de semanas que, ante cifras desatadas, iban a incorporar a “unas decenas más de rastreadores”? Como todas las CCAA deseaban, y en esto el deseo se les veía de lejos, ya pueden despedir a todos los rastreadores, a todos todos, porque ya no sirven para nada. Una vez que la transmisión comunitaria se ha vuelto a extender por todo el país el sistema de monitorización y rastreo no sirve para nada. Su finalidad es, precisamente, evitar, repitan conmigo, EVITAR que se produzca el descontrol de los brotes, evitar la transmisión comunitaria, comprar tiempo. El rastreo con miles de casos desatados no sirve de nada. Venga, desastres de gobiernos autonómicos, no os cortéis, ahora podéis echar a los pocos rastreadores que habéis contratado en verano, a los que nunca quisisteis realmente tener, y repartir los cuatro euros que les ibais a pagar en reforzar el sueldo de las plantillas de asesores que os indican, en todo momento, y con plena visión del futuro, qué hacer. Ayer se derrumbaron muchas mentiras y coartadas baratas en medio del nuevo disparo de positivos, el anuncio del colapso de las UCI en algunas regiones, preludio de un nuevo colapso general, y la agregación, así, por las buenas, de más de cien muertos de golpe por parte del País Vasco al cómputo general de fallecidos, que por motivos de todo tipo no habían sido contabilizados con anterioridad. En un país donde no sabemos contar los muertos, ¿cómo diablos vamos a evitar que fallezcan?.

Mi sensación general, a parte de pesadumbre y cabreo, es la de constatar que a la sociedad, sumida en un comportamiento en ocasiones irresponsable, se le ha dejado sola. Nuestras autoridades, que no dudan a la hora de cobrarnos impuestos, nos han dejado tirados. A los padres, a los profesores, a los médicos, a los pacientes, a los que temen enfermar, a los que llevan días esperando el resultado de una prueba porque todo ha colapsado…. Esas autoridades que aparecen omniscientes ante los medios, que casi siempre les bailan el agua, nos han abandonado en la tormenta. No espere, querido lector, auxilio de su parte. Le toca, nos toca, buscarnos la vida en medio de una situación que, Dios no lo quiera, pero lo temo, en pocas semanas nos volverá a llenar las morgues. ¿También se ocultarán esas imágenes esta vez?

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