Ayer
se cayó ante todo el mundo el falso telón levantado entre el inútil gobierno
central y los inútiles gobiernos autonómicos, cuya única finalidad era ocultar
la situación real de la pandemia y enmascarar su total inacción, dejadez,
incompetencia, desidia, desvergüenza (utilicen el adjetivo y tono que deseen)
ante lo que se nos viene encima. Los meses de calma obtenidos tras el
confinamiento, que debieran haber servido para prepararse ante esta nueva
oleada, han sido desperdiciados por todas las administraciones para no hacer
nada de lo que debían en aras de evitar un nuevo desastre. Les bastaba con
idear un par de eslóganes, unas ideas fuerzas, y que los medios que les bailan
la ola lo repitieran una y mil veces.
Se
comprometieron las CCAA a contratar a miles de profesores de refuerzo ante el
inicio del curso escolar. A días de abrir las aulas aún estaban anunciando esas
“futuras” contrataciones. ¿Cuántas se han llevado a cabo? Poquísimas, me temo.
Como deseaban todos los gobiernos, ya se las pueden ahorrar, porque los
colegios cerrarán en pocas semanas cuando las cifras de fallecidos se vuelvan
insoportables. Se comprometieron las CCAA a contratar a miles de personas de
refuerzo en atención primaria para evitar que los centros de salud, sometidos a
una presión inimaginable, se derrumbasen en esta segunda ola. Hoy en día la
mayor parte de esos centros de salud están no ya colapsados, sino sometidos a
un asedio por parte de una avalancha de enfermos que no pueden ser atenidos por
el exiguo personal que, exhausto, soporta una presión que dejaría noqueado en
media hora a cualquiera de los inútiles que tenemos como políticos y dirigentes
en este país. Como desean todos los gobiernos, los pocos eventuales que se
contrataron para reforzar ya pueden ser despedidos, porque la atención primaria
ya no atiende. El caso de los rastreadores es sangrante. Era una de las piezas
básicas para lograr un control de la epidemia. Todas las CCAA presentaron
preciosos planes en los que el contrato de personal especializado era una de
las bases de todo el dispositivo, pero eso sí, ninguna se comprometió a dar
cifras concretas de rastreo ni ratios de habitantes por rastreador (pista,
Alemania obliga a una ratio no superior a 5.000 por rastreador) y el gobierno
central respaldo esa inconcreción numérica amparándose en excusas peregrinas.
¿Cuántos rastreadores han sido contratados para la segunda ola? ¿Cómo se puede
tener la desfachatez que han mostrado gobiernos autonómicos como el de Madrid o
Cataluña, por citar a dos de diecisiete, para decir hace un par de semanas que,
ante cifras desatadas, iban a incorporar a “unas decenas más de rastreadores”?
Como todas las CCAA deseaban, y en esto el deseo se les veía de lejos, ya
pueden despedir a todos los rastreadores, a todos todos, porque ya no sirven
para nada. Una vez que la transmisión comunitaria se ha vuelto a extender por
todo el país el sistema de monitorización y rastreo no sirve para nada. Su
finalidad es, precisamente, evitar, repitan conmigo, EVITAR que se produzca el
descontrol de los brotes, evitar la transmisión comunitaria, comprar tiempo. El
rastreo con miles de casos desatados no sirve de nada. Venga, desastres de
gobiernos autonómicos, no os cortéis, ahora podéis echar a los pocos
rastreadores que habéis contratado en verano, a los que nunca quisisteis
realmente tener, y repartir los cuatro euros que les ibais a pagar en reforzar
el sueldo de las plantillas de asesores que os indican, en todo momento, y con
plena visión del futuro, qué hacer. Ayer se derrumbaron muchas mentiras y
coartadas baratas en medio del nuevo disparo de positivos, el
anuncio del colapso de las UCI en algunas regiones, preludio de un nuevo
colapso general, y la agregación, así, por las buenas, de más de cien muertos
de golpe por parte del País Vasco al cómputo general de fallecidos, que por
motivos de todo tipo no habían sido contabilizados con anterioridad. En un país
donde no sabemos contar los muertos, ¿cómo diablos vamos a evitar que
fallezcan?.
Mi
sensación general, a parte de pesadumbre y cabreo, es la de constatar que a la
sociedad, sumida en un comportamiento en ocasiones irresponsable, se le ha
dejado sola. Nuestras autoridades, que no dudan a la hora de cobrarnos impuestos,
nos han dejado tirados. A los padres, a los profesores, a los médicos, a los
pacientes, a los que temen enfermar, a los que llevan días esperando el
resultado de una prueba porque todo ha colapsado…. Esas autoridades que aparecen
omniscientes ante los medios, que casi siempre les bailan el agua, nos han
abandonado en la tormenta. No espere, querido lector, auxilio de su parte. Le toca,
nos toca, buscarnos la vida en medio de una situación que, Dios no lo quiera,
pero lo temo, en pocas semanas nos volverá a llenar las morgues. ¿También se
ocultarán esas imágenes esta vez?
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