Hoy,
para miles, millones de personas, es uno de los días más importantes del año,
en este caso en la Comunidad de Madrid, como también en Aragón, o como lo fue
ayer en otras regiones, o mañana en otras más. Comienza el curso escolar.
Niños, padres y profesores se preparan para cambiar las rutinas del verano y comenzar
un nuevo ciclo vital, marcado por los horarios de la escuela, sus servicios y
actividades extraescolares, y los padres y madres irán a sus trabajos sabiendo
que los niños están cuidados y reciben una educación útil y se socializan con
sus compañeros, en un entorno seguro y amigable. Hoy empieza el tramo final del
año y, en la práctica, se acaba el verano en Madrid, y allá donde los coles
abran.
Quitando
la última frase, todo el párrafo anterior no es sino una expresión de deseos
que, en esta ocasión, son una mera falsedad, no describen realidad alguna. Lo
único cierto es que hoy se abren en la Comunidad de Madrid los colegios de
primaria y a saber lo que va a pasar a partir de ese momento. ¿Han hecho
apuestas en su entorno, si son padres, sobre cuántos días va a funcionar el
colegio de sus hijos? La fe que los padres y madres deben poner en sus centros
es tanta como la que los profesores y miembros de los equipos rectores de los
centros deben tener en forma de paciencia y miedo. Ambos colectivos han sido
completamente abandonados por parte de los poderes públicos, que desde hace
meses tenían sobre la mesa la papeleta de cómo organizar una vuelta al colegio
que estaba tasada en septiembre, pero a la que nadie quería hacer frente. Esa
vuelta requería trabajo, esfuerzo, medios, contrataciones, ingenio y, sí,
también, suerte. Este último es un factor que no está en nuestras manos, pero
los otros sí. ¿Y qué se ha hecho? Por lo que parece muy poco, sino nada. Las
ratios de alumnos por clase siguen donde estaban porque las promesas de las
CCAA de contratar a un mayor número de profesores para disminuirlas no se han
llevado a cabo. Es más, se habla por parte de los (i)rresponsables de educación
de la mayoría de esos gobiernos autonómicos de que “ahora” es cuando se va a
proceder a hacer esos contratos, con el curso escolar iniciado. Nada de
planificarlos con tiempo, de proporcionar a los colegios listados de personal
actualizado para que ellos pudieran organizarse de la mejor manera posible, en
función de los alumnos, ciclos e instalaciones que tienen. No. Se ha dejado a
los centros en la estacada y ha sido la imaginación de los que en ellos
trabajan la principal responsable de organizar una vuelta a las clases que
tiene nerviosos a los críos, como todos los años, pero histéricos a padres y
docentes, que se ven dejados de la mano en medio de una tormenta que no cesa.
Con unos protocolos de mínimos acordados hace apenas un par de semanas, sin más
recursos económicos y con la presencia de geles y pegatinas en el suelo, que a
los dos días se despegan, a partir de hoy la suerte, el último de los factores,
será el que decida lo que pase en muchos de los centros. El personal de los
colegios estará, sin duda, desbordado, haciendo todo lo que puede y mucho más,
replicando en su microcosmos lo que vivieron los sanitarios abandonados en la
primera ola de la pandemia, donde fue su abnegación y sacrificio lo que
permitió que un sistema colapsado pudiera salvar al mayor número de vidas en
medio del desastre administrativo y político. Como entonces, en una gestión
descentralizada y descoordinada hasta el extremo, cada administración y partido
político ha tratado de salvar su cara y buscar culpables en los demás, en todas
las “bombas radiactivas víricas” que se pudieran encontrar para que el patético
presidente autonómico de turno y la nula gestión del Ministerio vacío del ramo pudieran
ser excusadas en su necedad. Seguro que sí han encontrado recursos para comprar
entrevistas a medios regionales subvencionados que loen sus esfuerzos.
Lo
más amargo de lo sucedido estos meses con el tema de los colegios es que ha
demostrado, a las claras, que la educación no le importa a casi nadie en este
país. Es coste para los gobiernos, una rémora, y un incordio para el conjunto
de la sociedad. Es una de esas cosas que le pasa como a los documentales de La
2, que queda muy bonito decir en público que se ven, pero, a la hora de la
verdad, es la basura diaria que emite una cadena comercial de infame gusto la
que lidera la audiencia a todas horas. A todos se nos llena la boca con la
educación, pero no hacemos nada, ni gastamos, ni trabajamos, para solucionar
sus problemas, porque en el fondo gran parte de esta sociedad no ve que la
educación sirva ni valga para nada. Y así nos va.
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