La verdad es que somos de lo que no hay. Habitualmente lideramos las estadísticas de la UE en variables tan deprimentes como las del desempleo, de tal manera que, se mida lo que se mida, somos el peor país o el segundo peor a lo sumo. En este desastre que vivimos ahora del coronavirus fuimos a la cabeza de varios de los registros en la primera ola, pero el que Italia fuera el país donde primero se dio el golpe más duro y que, en relación a su población, Bélgica y Reino Unido nos superasen en muertos nos quitó un poco del foco, dando por sentado que éramos de los países más afectados, sin duda alguna. No fuimos líderes, pero luchamos duramente por lograrlo.
Pocos nos ganan a cabezotas, y en el estallido de la segunda ola España se sitúa, muy claramente, por encima del resto de países, sea cual sea la cifra que queramos medir. Ahora mismo somos líderes absolutos, y basta ver este mapa, que elabora el Centro Europeo para el Control de las Enfermedades, para ver que el granate intenso es el color que nos domina, a excepción de Asturias, que es la CCAA que en esta ola registra los datos menos malos. La escala no tiene trampa, pero se queda claramente por debajo de lo necesario para recoger las cifras nacionales, porque CCAA como Madrid, Navarra o La Rioja triplican o cuadruplican ese valor de 120 casos por cien mil habitantes, 1.200 por millón, que señala actualmente el máximo de la escala usado en ese gráfico. En un pelotón, que está a amplia distancia de nuestro país, escapado, se encuentran naciones como Francia, Rumania o Austria, que empiezan a mostrar regiones con ese color granate oscuro, síntoma de que la evolución de la epidemia allí no es buena. Es significativo el caso de Francia, que fue duramente golpeada durante la primera ola, ni mucho menos como nosotros, y que ayer mismo alcanzó un registro de 9.784 nuevos contagiados, cerca de los 11.000 que registramos a diario en España. Como la población francesa es ampliamente superior a la española, más de sesenta millones frente a nuestros cuarenta y siete justitos, la incidencia relativa de los casos es sensiblemente menor, pero la evolución de las curvas de ambas naciones muestra que la francesa imita la pendiente de la española y que, con retardo y desde niveles bastante más bajos, está realizando un camino muy parecido al nuestro. Si las tendencias se mantienen es probable que Francia alcance en una semana y poco un nivel de incidencia como el que tenemos nosotros ahora (a saber cómo estaremos nosotros entonces): Otro país que muestra una clara evolución negativa es Reino Unido. Sus datos diarios alcanzaron ayer un máximo de prácticamente 4.000 nuevos infectados, cifras envidiables comparadas con las nuestras, y que en proporción a su población, similar a la francesa, son aún más llevaderas, pero las noticias que llegan de allí son malas, cargadas de quejas por el retraso en las pruebas y por los primeros síntomas de saturación sanitaria en algunas zonas. Reino Unido gestionó de manera desastrosa la primera ola, su ratio de muertos oficiales por habitante supera al nuestro y la errática gestión de su gobierno está a la altura de la incompetencia mostrada por nuestras administraciones, lo que es bochornoso para una nación que da constantes lecciones al resto del mundo sobre cómo hacer las cosas. A veces con razón. Frente a estas naciones que van por mal camino está Alemania, que lo hizo excelentemente bien en la primera ola y sigue siendo un ejemplo de gestión en la segunda. Más allá de la diferencia de comportamiento social que pueda distinguir a alemanes del resto, sus cifras, de como mucho 2.000 nuevos infectados diarios, con una población superior a los ochenta millones de habitantes, son envidiables, y sus estadísticas sanitarias no han mostrado, en ningún momento, saturación, y apenas estrés. Otra vez Alemania muestra cómo se deben hacer las cosas, Debiéramos imitarlos en todo, en todo. Tirar a la basura nuestros estúpidos prejuicios y aprender de ellos.
Y no quiero olvidarme de Italia, porque frente al desastre de la primera ola, los transalpinos muestran ahora mismo unas cifras envidiables que indican que están logrando contener, de momento, la segunda. Se sitúan en una cota de 1.300 – 1.500 nuevos infectados diarios, con una población de unos sesenta millones de habitantes justitos, por lo que sus ratios son muy bajos. Italia ha hecho cosas, ha aprendido del desastre inicial, ha tomado medidas que han sido efectivas, y eso se traduce en registros que, de momento, y ojalá se mantengan, indican control de la enfermedad. Aquí no hemos aprendido ni hemos tomado medidas, y somos el triste farolillo de cola, o de cabeza, si lo prefieren, de todo el continente.
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