Aunque ahora estén más callados, y algunos traten de disimular (otros no) Putin cuenta con numerosos y bien posicionados amigos en España, que sin que pueda demostrarlo, tengo la convicción que han recibido fondos provenientes de ese régimen. Desde el Kremlin se ha apoyado a todos los movimientos capaces de desestabilizar a las naciones europeas, son expertos en echar sal en las heridas existentes para que duelan, y aquí no hemos sido una excepción. En general, son tres los movimientos políticos que han contado con el apoyo de Putin, y que a él han reverenciado sin apenas disimulo.
El más importante de todos, y el que más daño ha hecho, ha sido el separatismo catalán. El “procés” contó desde el principio con toda la maquinaria propagandística rusa entre sus filas y son varias las denuncias que se han hecho sobre reuniones entre Puigdemont y otros líderes de ese movimiento con emisarios del espionaje e inteligencia rusa. Hay incluso algunas declaraciones de segundones de ese movimiento en las que se menciona el apoyo que Rusia daría a una Cataluña independiente, y de cómo Moscú se convertiría en un socio fiel de esa paradisiaca Cataluña que soñaban los totalitarios. El “procés” lo tenía todo para ser beneficiario de las actuaciones de un régimen como el de Putin, por el daño que hacía a un país occidental, menor en el conjunto de ellos, pero uno más del club, y por las turbulencias que podría crear en otras naciones donde grupos similares pudieran seguir ese camino. El ideario xenófobo, totalitario, violento y totalmente antidemocrático que encarnaron los sediciosos líderes de ese movimiento sonaba a música celestial a oídos de un Kremlin que practica ese discurso desde hace décadas. Los otros dos grandes beneficiados de las políticas de Rusia han sido los dos movimientos populistas que surgieron a partir de la crisis de 2008 – 2012, Podemos y Vox. Aunque parezcan extremos opuestos en todos los sentidos, seguiré con mi cruzada personal para mantener que son muy escasas las diferencias entre ambos movimientos, caracterizados por su radicalidad, su intento de deslegitimar las instituciones democráticas y el caudillismo en torno a sus líderes, incontestable. Iglesias y Abascal, como anverso y reverso de una misma moneda, son distinguibles por su estilo de peinado, pero en el fondo encarnan una misma sombra dictatorial, y la figura de Putin, el hombre fuerte por antonomasia, el líder indiscutido, es un referente para ambos. Pudiera parecer que la extrema derecha con la que se viste Vox tendría más afinidades con el líder ruso, y es intenso el trabajo de borrado de imágenes y pruebas de la afinidad, admiración rendida, de los dirigentes de ese movimiento hacia Putin, pero el cacao mental que sigue presidiendo la cabeza de los dirigentes de Podemos les hace asociar, de manera pauloviana, Moscú con el comunismo, ese fracaso ideológico y social, y por ello defienden a pie juntillas lo que de ahí venga, aunque sea un totalitarismo zarista que nada tiene de izquierdoso. Han sido más hábiles los extremistas de Vox en borrar sus vínculos con Putin, más bien esconderlos de manera vergonzosa, tratando de blanquear su pasado, que los dirigentes de un Podemos que, en medio de los bombazos a Ucrania, sigue pidiendo la rendición y el sometimiento de los ciudadanos de Kiev y resto de ciudades ante el tirano de Moscú, exhibiendo un comportamiento indigno. Seguramente, de puertas para dentro, muchos dirigentes de Vox pensarán exactamente lo mismo, y seguirán con la imagen de Vladimiro, su particular “Duce” como referente en temas ideológicos y morales, como el hombre fuerte a seguir. Pero asustados por lo que sucede, se esconden. Han demostrado ser empleados del Kremlin poco fieles, menos desde luego de aquellos que hoy mismo siguen haciendo esfuerzos para cobrar lo que, casi seguro, Moscú les abona.
Esto del cobro de Moscú es una acusación muy seria, lo se, pero tengo pocas dudas al respecto. Seguramente de manera indirecta, a través de sociedades interpuestas, con contratos legales pero que esconden otras contraprestaciones, el Kremlin ha logrado financiar movimientos, personas, grupos de presión y mediáticos, y toda una galaxia de organizaciones y entidades para que estén a su servicio, y eso no es nada novedoso porque toda gran potencia lo hace. Lo que pasa es que ahora ese dinero, además de estar manchado con sangre ucraniana, se devalúa, y es probable que muchos de sus destinatarios dejen de recibirlo. Y entonces la voluntad del siervo quizás se vuelva quebradiza, allí y, desde luego, también aquí.
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