Ayer fue un día de optimismo en el entorno de la guerra de Ucrania. Las declaraciones que trascendieron de las conversaciones de Turquía fueron valoradas positivamente por todos y los mercados así las interpretaron. El petróleo bajo y las bolsas subieron, especialmente las europeas, con un Ibex por encima del 2% de ganancia. La afirmación rusa de que va a reducir las hostilidades en torno a Kiev y la ucraniana de que sigue exigiendo una seguridad pero que no pase por su entrada en la OTAN fueron vistas, desde fuera, como concesiones de ambos contendientes en una guerra de desgaste que deja daños insoportables en el lado ucraniano y mucho más altos de los que se pudieran esperar en el lado ruso.
El gran problema de estas reuniones, y de lo que de ellas pueda salir, es la credibilidad de las promesas rusas. Siéntese usted a negociar con Putin, o sus emisarios, en una mesa, probablemente grande. De primeras, le aconsejo que no pruebe nada de lo que le ofrezcan, no le vayan a envenenar con a saber qué sustancia. Y tras ello, lea el pliego de proposiciones que Rusia dice que va a cumplir. ¿Se fiaría? Hasta el 23 de febrero el Kremlin juraba y perjuraba que no iba a invadir Ucrania, y que todo eso de una guerra no era sino el fruto de una histeria occidental basada en mentiras. Llegó el 24 y comenzó la invasión. Por ello, los antecedentes son, como mínimo, claros. La tendencia de Putin a mentir a sus interlocutores ya es total y su palabra no vale nada. Aquí debemos actuar en función de los hechos que vemos. El principal es que, sobre el terreno, la ofensiva militar rusa no va bien y que esa, y no otra, puede ser la causa profunda por la que Rusia decide bajar el pistón de sus ataques en algunas zonas, probablemente para reorientarlos hacia otras o para salvaguardar material y hombres, tratando de reducir unas bajas que sumarán los varios miles de efectivos. Rusia puede prometer en la negociación que sólo va a intervenir en la zona de Crimea y el Dombás, dando por sentado que Ucrania no tiene legitimidad alguna sobre esos territorios, cosa que es falsa, pero eso puede durar el tiempo que necesite el ejército de Putin para reorganizarse, refrescar vituallas y munición y diseñar una nueva contraofensiva que le lleve a nuevos territorios aledaños. No lo se, pero resulta evidente que, para la parte ucraniana, firmar un acuerdo con alguien que ya te ha pegado una dentellada en el país y matado a miles de los tuyos sin que exista una voluntad creíble de respetar lo pactado es, por ser suave, muy ingenuo. Supongamos que, milagros, se llega a un entendimiento y se firma un pacto. ¿Quiénes ería el garante de que se fuera a respetar por ambas partes y, sobre todo, por la agresora Rusia? La guerra actual ha dejado claro que las potencias occidentales defenderán territorio OTAN de los ataques rusos pero no se inmiscuirán más allá en un enfrentamiento directo con las fuerzas del kremlin en terceras naciones, y eso incluye a Ucrania. Putin lo sabe, y es consciente de que los planes esta vez no le han ido como esperaba, pero también que nada le puede impedir que, tras un acuerdo, en semanas, o meses, o el tiempo que él considere conveniente, pueda volver a fabricar excusas que le sirvan para lanzar una nueva ofensiva, en la que haya aprendido algo de sus actuales errores y volvamos a las andadas. Si los combates cesasen hoy mismo, cosa poco probable, las zonas arrasadas por la artillería rusa, que son lugares inhabitables, ¿en qué situación quedan? La gente que ha huido de ahí no puede volver a un montón de ruinas sobre las que nada se puede hacer durante mucho tiempo, y que requerirían décadas de inversión millonaria para convertirlas nuevamente en lugares donde poder vivir. ¿Se va a crear una fuerza internacional de interposición que patrulle por zonas fronterizas entre ambos países para garantizar la seguridad? Y esa fuerza, si se crea, ¿en qué problemas se mete si se produce un incidente que cuesta la vida a tropas rusas?
Como ven, está todo muy en el aire, y aunque las conversaciones sigan, lo que es bueno, los combate son cesa, y la situación en la que se encuentren las fuerzas militares sobre el terreno será lo que determine la fuerza de negociación de las partes de cara a un futuro acuerdo de paz, o al menos de final de las hostilidades. Es por ello de esperar que Rusia, si quiere sacar concesiones duras de esa mesa, recrudezca sus ataques en el sur y este del país para controlar más territorio o, si quieren verlo de otra manera, aumentar la extensión de la zona arrasada, quizás con vistas para convertirla en una tierra de nadie que actúe como zona fronteriza. A saber lo que pasa por la mente de Putin, y cuáles son sus siguientes jugadas. En todo caso, nula fiabilidad de lo que salga por boca del sátrapa y sus tentáculos.
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