Había ayer cierto cachondeo en las redes sociales sobre cómo se esfuerza el guionista de la trilogía que vivimos desde 2020 en superar sus tramas para hacer que se sucedan eventos de lo más impactante y capaces de alterar tanto nuestra rutica como la perspectiva desde la que contemplamos las cosas. Sin entrar en los sucesos trágicos, en los que la pandemia y la guerra de Ucrania suponen cotas absolutas, la meteorología y la naturaleza nos están dando que hablar sí y también, y si exceptuamos el hecho extraordinario del volcán de La Palma, Madrid se sitúa casi a la cabeza de todos los acontecimientos imaginables.
Probablemente pocas cosas puedan superar en impacto, destrozos y consecuencias a Filomena y su inmensa nevada, pero ayer se debió vivir aquí una especie de Filomena de polvo sahariano que, ahora mismo, de camino al trabajo, sigue existiendo posada en coches, aceras, jardines y todo aquello que esté en la calle carente de resguardo. Es como si en todas partes se hubieran puesto de acuerdo miles y miles de empleados de la construcción y, sin cesar, hubieran estado cortando ladrillos en cada casa, esquina, acera y puesto disponible. La sensación es realmente curiosa, y supongo que para los pulmones de cada uno, mala, y no les cuento para aquellos que tienen afecciones respiratorias. Afortunadamente ahora todos tenemos una provisión de mascarillas en casa, cosa de estos tiempos locos que nos han tocado, y estos días sí que es recomendable usarlas en exteriores no para protegerse de un virus que se encuentra muy diluido en el aire, sino para luchar contra este polvo que todo lo cubre. La calidad del aire, sometido a estas entradas de calima del desierto, es muy desfavorable, y por ello es necesario tomar precauciones, empezando por no forzar la respiración en el exterior vía hacer deporte o actividades similares. En canarias estos episodios son más frecuentes, diría que, incluso, demasiado frecuentes en los últimos tiempos, y allí están más acostumbrados a hacerlos frente y a adoptar medidas y comportamientos que mitiguen sus efectos, pero en la península, aunque se dan de cuanto en cuanto, concentraciones como las vividas ayer y hoy son totalmente excepcionales, y también lo es la extensión del fenómeno, que no se ha limitado, ni mucho menos, a afectar a la zona sur del país. Como les digo, Madrid está bastante sucia a cuenta del polvo, y el norte de España también pudo notar ayer cómo el polvillo rojizo se extendía por calles, aceras y todas partes. En Elorrio la concentración era menor que aquí, pero perfectamente visible y perceptible, y se juntaba, al soplar el viento sur, con el polvillo que emana de las fundiciones, por lo que el aire de ayer por la mañana era realmente sucio, turbio, y apestaba a una especie de amargor. Y si yo lo notaba, que tengo un olfato lamentable, piense usted en el ciudadano corriente. Saliendo de Elorrio rumbo a Bilbao me daba la sensación de que la concentración de polvo iba a más, depositado ya en los arcenes de las carreteras de forma que uno podía ver su traza, con los carriles de tráfico limpios, efecto de la rodadura de los coches, pero con el arcén convertido en un pequeño vertedero de polvillo. En el viaje de vuelta, especialmente a partir de Burgos, sentido Madrid, los arcenes ya no tenían una capilla, sino un depósito, que parecía fruto de haber sido apartado por una “quitapolvo” por así llamarla. Era una cobertura completa, nada esporádica, que se extendía por toda la carretera, kilómetro tras kilómetro, y si se fijaba uno bien podía ver que en los objetos fijos esa capa era igualmente visible y llamativa. Todo el país está cubierto de polvo del Sahara.
Hoy todavía las concentraciones serán elevadas, por lo que habrá que seguir tomando precauciones ante ello, pero es probable que a partir de esta noche el tiempo cambie y se empiece a retirar la masa que cubre todo el aire, por lo que dejará de depositarse en el suelo, pero eso no quiere decir que todo lo que pringa sin cesar se vaya. Las previsiones apuntan a algo de lluvia futura, sin excesos, que contribuirá a limpiar, pero es probable que parte del polvo se convierta en barrillo y su marca siga ensuciando durante mucho tiempo todo lo que uno pueda imaginar. No será dañino, pero sí molesto.
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