martes, marzo 08, 2022

Putin como gran líder cristiano

Una prueba de lo que ayer les comentaba, de cómo ideologías presuntamente opuestas mantienen idénticos discursos respaldando el argumentario del Kremlin son los calcados discursos que este fin de semana han pronunciado tanto la líder de extrema derecha francesa Marine Le Pen como varias ministras de Podemos. Aparentemente distanciadas en extremos ideológicos irreconciliables, comparte una misma idea, nauseabunda, en la que Putin es su referente y guía, aunque ahora no conviene que lo digan, y supongo que siguen tratando de ganarse el sueldo que les giran desde Moscú. Que las ministras de Podemos sigan en el gobierno tras esto es sólo una muestra de su sinvergonzonería y la nulidad de su jefe.

Pero lo del apoyo a Putin va más allá de las ideologías, y no sólo comunistas y la extrema derecha le adoran, no. Hay un curioso movimiento, transversal, que uno podría identificar de primeras con ideas de derecha, pero que es mucho más complejo y abierto, que ha encumbrado durante los últimos años a Putin como gran líder por su defensa de los valores tradicionales y el cristianismo. Sí, sí, como suena, Putin casi como guía espiritual. Opinadores, blogueros, articulistas de todo tipo han ido sumándose al carro de los que elevan a Putin como salvaguardia de las costumbres y morales occidentales cristianas, en un movimiento que causa tanto asombro como vergüenza, pero que tiene su aquel y resulta de lo más interesante. Frente al relativismo de las sociedades occidentales y la presunta caída de sus valores morales, el Kremlin ha construido la imagen de un líder que es la fortaleza de esos principios. Defensor del matrimonio entre un hombre y una mujer, contrario a la ideología de género y a la feminización de la sociedad, defensor de los valores tradicionales de la familia, rechazo profundo, rozando el odio, a todo lo que tenga que ver con el mundo gay, Putin se ha convertido en la salvaguardia del tradicionalismo, y todo ello envuelto en el aura de la defensa de la religión ortodoxa, que durante sus años de mandato ha vivido una resurrección, no en lo religioso, pero sí en lo que hace a poder e influencia. Vladímir, que es maligno pero no está loco ni es tonto, vio en el patriarcado ortodoxo un posible fiel aliado para someter a las masas y ha hecho que los popes de la iglesia se vean encumbrados a una posición de relevancia en el poder ruso como no se daba desde los tiempos zaristas, y no por casualidad. Ha creado una simbiosis entre su figura como regio garante del estado y defensor del patriarcado de Moscú que lo hace aún más intocable, que visto desde fuera es completamente anómalo, pero que a los españoles me da que nos resultará familiar, porque es lo más parecido que conozco a esas imágenes del NO DO en las que Franco desfilaba bajo palio. Sí, Putin ha creado una especie de Nacional Catolicismo versión ortodoxa que es psicodélico pero que le ha funcionado muy bien de cara al interior de Rusia y que, pásmense, le renta en el exterior. No sólo en España, hay movimientos evangélicos en EEUU y Latinoamérica que ven a Putin desde hace tiempo como una figura redentora, como alguien que viene a restaurar los valores atacados por la laxa moral de la decadente sociedad occidental. Frente al hedonismo consumista de occidente, Putin ofrece un refugio, un lugar en el que el valor clásico de la figura paterna fuerte y la moral robusta sobreviven a los ataques de la postmodernidad y el contubernio gay. Todo esto les puede sonar un poco absurdo, y en parte lo es, pero es la mera descripción de una realidad que, como pulida herramienta de propaganda, ha logrado calar en las mentes y corazones de millones de personas, y ha elevado la influencia dogmática de Moscú mucho más allá de lo que uno se pueda imaginar. Como herramienta de marketing es brillante y ha funcionado de una manera tan exitosa que, incluso con cientos de muertos ucranianos al día, algún vocero sigue escribiendo sobre el espíritu cristiano de un Putin que, equivocado, sigue contando con el favor de Cristo.

Putin, como eficiente dictador, sólo tiene una creencia, él mismo, y el poder que pueda amasar. Si para ello le conviene asociarse con la iglesia ortodoxa, pues lo hará, si le viniera bien juntarse con una congregación del hare krishna allí que se iría con bongos e inciensos. Además de un grandísimo hijo de mala madre, es un inmenso pecador frente a todos los preceptos religiosos y morales de la iglesia, sea la ortodoxa o la de cualquier otra confesión, como lo han sido y serán todos los dictadores que en el mundo ha habido y habrá. Putin ha sido más listo que otros al vestir su dictadura con ropajes celestiales para engañar aún más, pero no es sino un asesino que reza para que algunos fieles sigan engañados frente a su figura. Nada nuevo bajo el Sol.

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