Hubo ayer un mínimo acuerdo entre las partes ucranianas y rusas, reunidas en Bielorrusia, sobre la apertura de corredores humanitarios que permitan a civiles y heridos salir de las zonas asediadas, donde las condiciones de vida empiezan a ser imposibles. No se si finalmente algo así acabará sucediendo porque la palabra de Putin no vale nada, como bien ha demostrado desde hace varios meses, pero sería una esperanza para muchos de los civiles ucranianos. Otra pista para sospechar que Rusia no acabe facilitando algo así es que esos civiles son rehenes que pueden ser usados como chantaje por las fuerzas ocupantes para presionar al gobierno y a otras regiones. Miles de muertos potenciales son una baza negociadora, y todos lo saben.
Si uno mira el mapa empieza a ver que el avance de las tropas rusas por el sur empieza a crear una franja que corta el acceso al mar a Ucrania, eliminado sus opciones como nación viable independiente en el futuro. Utilizando Crimea como gran portaviones y base de aprovisionamiento, las tropas de Putin han logrado capturar Jerson, al otro lado del río Dniéper, y mantienen un cruel asedio contra Mariúpol la gran ciudad del mar de Azov y potente centro industrial y portuario. La caída de este enclave, que parece inevitable, daría a Rusia la opción de convertir a ese mar en un pequeño lago interior, al unirse los terrenos que nacen en Crimea con los que provienen de las regiones separatistas de Donest y Lugansk, por lo que el terreno dominado en el sureste del país sería ya muy relevante. Los combates que ahora mismo se registran en el entorno de la enorme central nuclear de Zaporiya, la mayor de Europa, indica que el avance ruso penetra más de un centenar de kilómetros en el interior del país respecto a la franja costera. Si el asedio a Kiev y la caída del gobierno nacional no ha funcionado como esperaba el Kremlin, fortaleciendo de rebote la figura del presidente Zelensky, la ofensiva desde del mar sí parece exitosa para las fuerzas rusas. Desde el punto de vista marítimo, el otro gran obejtivo, sito al oeste de Crimea es Odesa, una ciudad de nombre mítico y que ha estado involucrada en todas las guerras habidas en Europa casi desde que hay memoria. Esa urbe da el control del norte del mar negro, y supone ahora mismo el único acceso viable de Ucrania a la vía por la que era capaz de exportar grano, mineral y, en general, cargas pesadas por vía marítima. Ahora, frente a las playas de la ciudad, una escuadra de barcos rusos con miles de infantes de marina, carros artillados y cañones de gran calibre esperan la orden para lanzarse a tomarla, y visto lo sucedido en Mariúpol es bastante probable que tengan éxito, entre otras cosas porque, a pesar de la voluntarista resistencia ucraniana, su ejército naval no es digno de tal nombre, apenas cuenta con barcos operativos y nada puede hacer ante una operación de desembarco en playas de escaso gradiente sin cobertura aérea ni fuerzas especiales. Tras la arribada de las tropas rusas, Odesa puede convertirse en otro infierno urbano más de los que estamos viendo estos días, en los que la artillería rusa castiga sin cesar a los edificios, sean civiles o de organismos gubernamentales, y la población no tiene muchas opciones más allá de esconderse o huir de mientras quede algún camino practicable. La franja de tierra que Putin ha logrado conquistar en el sur del país le permite aportar suministros y reservas a las tropas desde el propio territorio ruso, y hace que la resistencia ucraniana empiece a ser inútil. Con el intenso y despiadado castigo a Jarkov y el avance remontando el curso del Dniéper el sur y este del país podría empezar a decantarse por el lado ruso en pocas semanas, y es posible que llegue un momento en el que Kiev, cercada, deba ser rendida por el mero hecho que, tanto desde el norte como desde el sur, las tropas rusas dominen el territorio y todas las vías de comunicación.
Cierto es que no podemos saber cuáles eran las intenciones estratégicas iniciales de Putin, pero no es arriesgar mucho a que buscaba un golpe rápido, una repetición de lo que sucedió en Crimea, logrando que Kiev cayera en un par de días y descabezando así el gobierno, soñando quizás con que Zelesnky emulase la huida del infame gobierno afgano en agosto, pero la verdad es que nada de eso ha sucedido, y superada ya la primera semana de guerra estamos en una situación de avance ruso con dificultades, de enormes destrozos en el país y de víctimas incontables en el bando civil, frente a las que las pérdidas militares de los rusos son insignificantes pero, desde luego, también elevadas. La guerra se va a prolongar y endurecer. No hemos visto lo más cruel, ni mucho menos.
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