La web de energy map es una de las más interesantes de las que hay. Si entran les mostrará un mapa del mundo y los datos de las naciones que los suministran, referidos a la producción eléctrica y las fuentes utilizadas para ello. Cada país o zona con datos se marca con un color en función de la emisión media de CO2 correspondiente al mix de generación de ese momento, más verde cuanto menor sea, más marrón cuanto más. A esta hora de hoy, 07:58, Alemania está en un marrón medio con 407 gramos de CO2 por megawatio producido y en España estamos en un amarillo mostaza con 250 gramos, algo más de la mitad que los germanos.
Viene esto a cuento para poner el dedo en el ojo de la misión de diputados alemanes que, amparados en la conciencia climática, pretendían visitar las plantaciones de fresas aledañas al parque de Doñana que tanto revuelo han provocado en las pasadas semanas. La visita, decían, buscaba averiguar si esos cultivos estaban perjudicando el entorno natural de las marismas y contribuían a su deterioro. Loable propósito, envuelto en un cierto aire de superioridad colonial de país rico que visita a otro pobre para forzar a que no haga lo que el rico se puede permitir no hacer. El que las fresas de Doñana consumen un agua que es escasa lo sabemos todos, de hecho es lo que sucede con los cultivos de gran parte de España, donde el déficit hídrico es permanente. El gobierno central vio en este asunto un motivo de campaña para las últimas municipales y trató de expandir mediáticamente el asunto, lo que le sirvió para perder con más fuerza al partido gobernante en Moncloa en esos municipios, y para convertir el tema en algo de debate europeo en el que, nuevamente, las naciones ricas observan a las pobres con la condescendencia habitual. Hay dos maneras de no esquilmar el agua de Doñana; una es construir desaladoras, cofinanciadas por la UE por ejemplo, que ofrezcan suministro sin recurrir a los pozos o a lo que caiga el cielo. La otra es exterminar los cultivos, mandar al paro a todos los que en ellos trabajan y que las fresas se cultiven en terceros países, de fuera de la UE, en los que nadie podrá saber bajo qué condiciones, medioambientales, laborales o de cualquier otro tipo, son plantadas y cosechadas. Escojan los ricos consumidores alemanes qué es lo que prefieren. Si les he mencionado al principio del artículo las emisiones de la producción eléctrica germana no ha sido por casualidad. Y es que, tras los enormes errores estratégicos en los que ha incurrido el gobierno de Berlín en materia energética (principalmente hacerse dependiente del gas ruso vía mordidas de Putin a sus gobernantes y cerrar el parque de nucleares) la sociedad alemana, toda ella, no sólo la industria, sobrevive gracias al carbón. Sí, hay renovables en Alemania, pero desde hace un año es el sucio carbón la gran fuente de producción de energía del país. Se han reabierto centrales y se expanden las minas a cielo abierto, generando enormes fracturas en el paisaje, destrozos y hasta forzando a abandonar poblaciones que serán engullidas por las gigantescas excavadoras que extraen el carbón. La huella ecológica de la explotación minera alemana en el país es enorme, y va a más, y el impacto de sus emisiones crecientes en tiempos de reducción de consumo de combustibles fósiles resulta absurdo. ¿Por qué los parlamentarios germanos, tan preocupados por Doñana, no vuelcan su conciencia ecológica en sus propias emisiones? Porque de hacerlo recibirían cero votos por parte de sus electores, los que sí les importan, y perderían el cargo, y siempre es más rentable exhibir un ecologismo de postín que rente imagen para luego obtener votos en casa que meterse de verdad con los problemas que pueden acabar con la carrera política del más pintado. Y esto pasa en Alemania, España, EEUU y en cualquier parte del mundo en la que hay humanos.
Viendo las emisiones generadas por Alemania, ¿se imaginan una misión de parlamentarios españoles que quiera visitar aquel país para ver cómo impactan en la UE, y en nuestra nación, los efectos de la quema de carbón en suelo germano? No ¿verdad?. ¿Qué diría la prensa y el gobierno alemán ante esa iniciativa? ¿Cuál sería el nivel de desprecio utilizado por los opinadores y medios de la sociedad alemana ante una iniciativa semejante?. La ocurrencia de los diputados alemanes ejemplifica perfectamente el dicho ese de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, y lleva nuevamente a la palestra el interesado, cutre y sobado uso que del problema ambientan se hace para justificar algunos comportamientos en función de la renta y el poder de quienes los desarrollen. En este asunto la hipocresía está siendo exagerada hasta el extremo
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