Dentro de un año y cinco meses tendrán lugar las elecciones presidenciales en EEUU, el mayor acontecimiento político del mundo, y uno de los más determinantes. Normalmente, si el que ejerce la presidencia puede aspirar a un segundo mandato y así lo anuncia, su partido vive un tiempo de tranquilidad, aunque pueda haber personajes que traten de disputar el puesto al que gobierna. Como los tiempos no son normales, las aguas demócratas bajan revueltas tras el anuncio del octogenario Biden de presentarse el año que viene, con 82 cumplidos, y la paz en el partido no es plena, llena de opiniones cruzadas sobre si esa decisión es la correcta.
Pero bueno, donde sí que hay disputa, por motivos obvios, es en el otro lado, en el republicano, y es una disputa extraña, como todo lo que sucede en ese partido y país desde que Trump llegó al poder. Tras un inicio dubitativo, con sólo Nickey Haley como aspirante, la primera y única mujer por la liza, se produjo una catarata de anuncios de candidatura, entre ellos el tan esperado de Trump, y en estos días se ha dado la avalancha. Ahora mismo son diez los aspirantes republicanos a ser nominados como candidato presidencial, un número elevadísimo que, por un lado, dificulta la elección de sus partidarios al fragmentar el voto en exceso pero, por otro, convierte el espectáculo de la nominación en un “todos contra Trump” que, nuevamente, puede favorecer las aspiraciones del desquiciado expresidente. Si lo consigue, Trump habrá hecho historia en el país porque será el primer expresidente que vuelve a intentar serlo, y con opciones de lograrlo. Los últimos que se han unido a la carrera política son Chris Christye, antiguo gobernador de New Jersey y, en su momento, gran figura del partido, desfigurado por el paso del huracán Trump por el gobierno, y Mike Pence, vicepresidente con Trump. El caso de Pence es curioso, porque pocos representan mejor que él las esencias de cierto conservadurismo cristiano que está en las bases del votante republicano. Integrista religioso, aspecto de pastor luterano y pose seria, Pence debiera ser votado en masa por todos los que empuñan la Biblia y el rifle, pero curiosamente es su exjefe, que peca como el que más, se dedica a la infidelidad de manera compulsiva y quebranta normas escritas y supuestas quien se lleva de calle ese voto. La táctica que ha mostrado Pence por ahora es la de separarse de Trump, mostrarlo como algo del pasado. Difícilmente le va a funcionar. De todos los candidatos que no son el magnate el único que tiene opciones reales de eliminarlo es Ron DeSantis, el gobernador de Florida, estrella ascendente del partido y uno de los grandes ganadores de las elecciones de medio mandato de noviembre del año pasado. DeSantis es joven, aunque aparente una edad mayor, y tiene un discurso muy duro, extremo en temas como el aborto, inmigración o control de armas (más bien descontrol) y eso, unido a una imagen de fiel padre y esposo, y unas formas correctas, alejadas del histrionismo naranja, han cautivado a gran parte del electorado conservador. Hace unos meses sus opciones de llegar a ser el candidato eran algo mayores que ahora, una vez que Trump ha comenzado su campaña y que el rosario de juicios y acusaciones que se le vienen encima actúen, curiosamente, como revulsivo, no como obstáculo. En la recaudación, aspecto muy relevante en el carísimo juego electoral norteamericano, Trump sigue en cabeza, seguido por DeSantis a mucha distancia, y el resto aparecen descolgados. Lo lógico sería que, a medida que se vayan celebrando las primarias y los debates, los candidatos vayan cayendo y que finalmente asistamos a un duelo entre el magnate y su joven aspirante a sucesor, pero la política allí y aquí, y todo lo demás, hace tiempo que abandonaron la lógica, por lo que apostar por Trump sigue pareciendo lo más seguro, pero a saber que va a pasar.
Las encuestas electorales ahora mismo en el país ofrecen dos resultados básicos. Uno, que por poco, Trump podría ganar a un Biden que no remonta en los sondeos y no moviliza (ahora) a los suyos. Dos, que la gran mayoría de los votantes considera que ambos candidatos no merecen su confianza y que no debieran presentarse a los comicios. Hay consenso nacional para que no acudan los dos veteranos, pero a partir de ahí la división que existe en la sociedad norteamericana, que es total, aflora sin posibilidad de que nada la revierta. Una sorpresa con el republicanismo encabezado por DeSantis podría ser capaz de ganar con mayor claridad frente a un Biden achacoso. Pero recuerden, The Economist ya bautizó a DeSantis como un Trump con cerebro. Ese es el perfil del candidato.
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