Ya de vuelta, tras un puente tranquilo, nuboso y algo frío en el norte, está claro que el mundo es un lugar de extrañas y curiosas situaciones todas enlazadas, unidas en esta red real que discurre paralela a la virtual que denominamos Internet. A cuenta de los afortunadamente frustrados atentados de Londres de la semana pasada, compré el viernes unos cuantos periódicos ingleses, para intentar ver como reflejaban la situación. Pero, obviamente, hablaban de más cosas. Uno de ellos tenía lo que a mi me pareció un sorprendente artículo sobre la adicción de la autora del texto a los zapatos, pero tras su lectura y una breve encuesta a mi alrededor mi asombro se vio sustituido por el estupor.
El dato de partida era que una de cada dos mujeres británicas posee al menos 30 pares de zapatos (se incluyen aquí zapatos, botas, chancletas y cualquier cosa que se pueda sacar a la calle). A mi la cifra me pareció desorbitada, aunque no a la autora, poseedora de 500 pares. Lo que ya me sorprendió del todo es que, comentándolo entre mis amistades, resulta que las chicas a las que se lo pregunté no bajaban de 20, habiendo una pareja que alcanzaba la cota de 40 cada uno!!! Extasiado estaba yo, pensando no sólo la cantidad de dinero que hay que gastarse para tener 40 pares de zapatos, sino también todo el espacio que ocupan. Desde luego en un piso pequeñito como el mío, si tienes toda esa zapatería ya puede empezar a tirar la cama y otros enseres por la ventana. En fin, que el artículo reflejaba una realidad que no es tan fantasiosa ni británica como me parecía, sino que se da en muchas partes, incluso aquí. Ahora empiezo a comprender como es que hay una zapatería en cada esquina y que ninguna quiebra, estando todas a rebosar de clientes ávidos de nuevos modelos. Incluso algunas tiendas de ropa tienen que cerrar, pero zapaterías cerradas es algo inaudito.
Y es que esto de los zapatos es algo curioso, la verdad. Los hay que, aparte de los obvios, se los compran por un motivo diríase fetichista, bien por acumulación o por que le llaman al atención o porque, aunque la moda sea horrible e incómoda, hay que llevarla. No voy a negar que todos tenemos nuestras preferencias al respecto, y yo también tengo modelos que me gustan más o menos, especialmente más si los llevan puestos ellas, claro, pero la cifra de 30 me desborda, me inunda, especialmente ayer, cuando llegué de vuelta del puente a mi casita y vi las habitaciones y me las imaginé llenas de cajas de zapatos. Pesadilla algo morbosa, quizás, pero menuda pesadilla.
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