Este caluroso fin de semana, último de agosto, entre otras cosas, fui al cine, en medio de una cartelera floja que espero remonte en septiembre. Iba con ilusión, para ver “United 93”, la primera película relacionada con los atentados contra las torres gemelas de Nueva York, del fatídico 11 de Septiembre de 2001. En este caso, pese a que aparecen las torres y los aviones que contra ellas se estrellan, el protagonismo se lo lleva el vuelo que no llegó a su objetivo, presumiblemente el Capitolio, y que se estrelló en un campo de Pensilvania, cuyo código de vuelo da título a la película. Dura hora y media, pero la fascinación aún continúa en mi.
La vi en versión original, como hago últimamente para coger algo de oído en inglés, y me resultó muy difícil, dado que hay muchas escenas de controladores aéreos hablando en jerga, ya complicadas en castellano, intuyo, pero el meollo del asunto sí lo entendí bien. Rodada con un estilo cercano al documental, sin actores famosos, que lo hacen muy bien, con medios, pero sin avasallar, centrada en los caracteres humanos y en sus reacciones ante lo imposible, la sesión se hace trepidante, inolvidable. No podemos olvidar al verla que no estamos hablando de ficción. No todo será como se relata, pero lo que sucede es real, cierto. Ocurrió. En medio del desastre aparecen todas las opciones. La valentía del pasaje, condenada a una muerte segura, y que decide intentar salvarse, pese a ser casi imposible. La ineficacia del ejército, desbordado, sorprendido y lleno de burocracia y trámites formales, la audacia de los controladores, torres y sistema aeroportuario, que hace lo que puede para manejar el caos (no me imagino un problema así en manos de AENA, que horror!!!) e intentar informarse de que está pasando. Sin alharacas patrióticas ni excesos, los últimos minutos son absolutamente horribles, cuando el pasaje se decide atacar y el caos se apodera del avión, entrando en barrena, y viendo la campiña cada vez más cerca, por unas ventanillas de cabina llenas de caras atónitas, viendo que ya nada pueden hacer.
Dos matices que hacen la película aún más dura. Aunque fanáticos, los secuestradores son presentados como personas humanas, con sus miedos y debilidades. No son ogros con cuernos y tres ojos. No. Son como nosotros, y eso hace la situación aún más salvaje. Nos enfrentamos a iguales, indistinguibles, el límite de la paranoia. El otro matiz, no tanto de la película como de la situación en sí, es ponerse en la piel de un pasaje que se sabe condenado. ¿Cómo reaccionaríamos si sabemos que vamos a morir en media hora? ¿Qué haríamos? ¿Qué no haríamos? Yo no lo se, a lo mejor me quedaba muerto de miedo y no era capaz de levantarme del asiento, pero es un dilema enorme al que se enfrenta el pasaje, y que la película logra transmitir al espectador, haciéndole pasar, por lo menos a mi, uno de los momentos más angustiosos y horribles que recuerdo en un cine.
1 comentario:
Hola Wolfang (Amadeus Mozart?)
Lo de la angustia se refiere, sobre todo, a los minutos finales. Cuando el pasaje toma la decisión de atacar a sus secuestradores empieza el caos. Gritos, violencia, desesperación por llegar a la puerta de la cabina, franquearla y hacerse con los mandos, bandazos del avión propinados por el piloto, que se sabe acorralado, etc. Y cuando llegan allí se ve, desde la ventanilla, el campo, el suelo de Pensilvania, cada vez más cerca... Es una secuencia muy seria. De hech, al cabar al película todo el mudno se quedó en silencio, casi como no lo había notado desde la grandiosa "Million Dolar Baby".
Saludos y gracias por los comentarios
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