Este pasado Martes 22 se cumplía el plazo puesto por las autoridades iraníes para responder al requerimiento de la comunidad internacional para detener su programa nuclear. La ONU había fijado como fecha límite el 31 de Agosto, pero el gobierno iraní había dicho que respondería el día 22, lo que ha desató muchos rumores sobre el porqué de esa fecha y qué iba a hacer Irán en ese día. Algunos artículos comentaban incluso la posibilidad de que el gobierno iraní hiciese algún gesto de fuerza, dado que este año el citado día 22 se corresponde en el calendario islámico con el 27.º día del mes de Rayab del año 1427. Según la tradición, ésa es la noche en la que muchos musulmanes conmemoran el vuelo nocturno del profeta Mahoma a lomos del caballo alado Buraq, primero hasta la «mezquita más remota», normalmente identificada con Jerusalén, y luego hasta el cielo y de nuevo a la Tierra (ver Corán XVII.1).
Al final no pasó nada de eso. En un mensaje suave y aparentemente diplomático, Teherán desea mantener negociaciones plenas, pero no renuncia a su programa, y todo ello complementado con las aparatosas maniobras militares que desarrolla en las proximidades del golfo Pérsico, mostrando su armamento y tecnología propia. Por mucho que lo disimule, el objetivo final de este programa es hacerse, lo antes posible, con un arma nuclear, por varias razones, aunque veo dos fundamentales. La primera es para romper el equilibrio estratégico de la zona, basado en el hecho de que Israel tiene la bomba y sus enemigos no. Si Irán la adquiere nos encontraríamos en un escenario de tablas, similar al de India y Pakistán, dos potencias nucleares enfrentadas, y quién sabe si algún día sería factible usarla. La segunda es que la posesión del arma nuclear garantiza respetabilidad, aunque suene a extraño. El caso de Corea del Norte es sintomático. Aislado, cruel y totalitario, el gobierno de Corea del Norte es tratado con mimo y “cariño” por la potencias mundiales porque tiene la bomba y Seúl y Tokio a tiro. Podría decirse, simplificando mucho, que el tratar de hacerse con armas de destrucción masiva te garantiza ser atacado para que no lo consigas, y llegar a poseerlas te convierte en intocable. Eso si que es una aliciente para una peligrosa y loca carrera armamentística, en la que quizá ya nos hemos embarcado.
Por lo pronto, y creyendo que Irán va a lograr su objetivo, el tablero de la zona está convulso. La guerra a distancia protagonizada por EE.UU e Irán en territorio libanés, usando como peones a Israel y Hezbolla se ha saldado con un balance desigual, peor de lo esperado para Israel. Si pretendía ser un ensayo para un ataque preventivo contra Irán al estilo del de Irak de los ochenta el resultado ha sido decepcionante. Para colmo Hezbolla reparte más de cinco millones de dólares diarios entre los damnificados del Líbano, comprando almas y voluntades con el dinero iraní. No está jugando mal sus bazas al aparentemente pirado gobierno de ayatolás iraníes. Continuará.
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