Menos mal que llevábamos una temporada tranquila...... hasta el pasado viernes 4 se había quemado menos superficie que en años anteriores y sin desastres como el de Guadalajara, y vino a comentarlo la Ministra Narbona y se armó la de San Quintín. Galicia arde por todas partes, sin control, sin solución aparente, con frentes ratifícales creados pro pirómanos locos o por profesionales de la brasa, que son incontrolables debido a la sequedad y a un viento que parece salir del infierno. Un enorme desastre, que alguno pensó que sólo podía ser paliado por quines hablan gallego.
Mi experiencia con los incendios forestales es, afortunadamente, muy escasa. Los mayores que yo haya visto fueron, sin duda, los de Diciembre de 1990, que destruyeron gran parte de los pinares que rodean Elorrio. De hecho se produjeron escenas similares en la carretera de Elorrio a Durango como las que ahora se ven en la tele, con lenguas de fuego lamiendo el asfalto y cuadrillas impotentes, frente a pinos resinosos, que ardían mejor que la gasolina, y un viento sur implacable que no cesó en tres días. Durante mucho tiempo me fijaba, camino a la Universidad, en las faldas que bordean las curvas de Apata, peladas, repobladas nuevamente de pino, viendo la exasperante lentitud con la que los brotes cogían fuerza y empezaban a cubrir de verdor intenso unas lomas en las que algo de hierba asomaba entre las calvas. Hoy en día ese pinar ya tiene sus dieciséis años y no le quedará mucho para ser talada y, muy probablemente, mandado a la papelera. Pese al desastre, el hecho de tener un clima húmedo contribuyó a que el verdor retornase más rápido que en zonas como Guadalajara, donde dudo mucho que el desastre de Saelices del año pasado pueda ser remediado por la naturaleza en un plazo no inferior a los cincuenta años.
Ahora lo importante es apagar los fuegos, devolver la tranquilidad a unas poblaciones asustadas, indefensas, y cercadas por un enorme enemigo. Ya vendrá el tiempo de exigir responsabilidades, que, como siempre, no se ofrecerán ni se penalizarán. Todos los gobiernos habrán actuado adecuadamente y la culpa será de la gente por vivir cerca del bosque (algún delegado del gobierno infecto dijo esas cosas el Lunes 7). Se hará una comisión autoexculpatoria y se acabó. Eso sí, en esa comisión todo el mundo hablará gallego y será realidad nacional. Todo esto es ironía (¿o no??), claro, pero creo que a veces este país se merece los desastres que sufre, porque los alienta, no los evita, no busca las causas, no castiga a los culpables y sólo sabe mirarse en un ombligo cada vez más llenos de memez nacionalista y cateta. Acabaremos disputándonos la posesión de un páramo de cenizas. Goya ya se lo temía.
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