El verano, como momento del año en el que más tiempo estamos en la calle, es propicio para poder contemplar escenas de la vida diaria que contrastan mucho entre sí. Aunque no vividas de manera personal, dos de la semana pasada me han llamado mucho la atención, y no quiero dejar que pasen sin referirme a ellas. Además, suponen un contraste brutal en cuanto a contexto, actitud y solidaridad entre personas, y todas ellas en España, sin necesidad de salir al exterior. La mala, porque la otra es buena, es la del aeropuerto del Prat, donde todos pudimos ver imágenes dignas de una película de guerra, casi apocalípticas.
Los entrevistados, el personal de otras compañías que no fuesen Iberia, los curiosos... todo el mundo estaba desesperado, hundido e impotente, y sin una palabra de apoyo, explicación o disculpas por parte de autoridad alguna. Gente durmiendo entre cartones en el suelo, en los baños, bajo coches expuestos en la Terminal, turistas decepcionados por el destino escogido para sus vacaciones, planes rotos, ilusiones deshechas, y todo por el egoísmo e insensatez de un grupo de trabajadores que no asumen que, como el resto, se pueden ir a la calle si la empresa pierde un contrato. El paro es duro, lo se por experiencia, pero si todo el mundo actúa así al final lo mejor es ir con una recortada por la calle y dirimir las disputas a tiros. Qué civilizado. Casi a la vez que sucedía esto, en un una playa canaria llena de turistas, arribaba un cayuco con más de setenta inmigrantes, y los veraneantes, en contra de lo sucedido en otras ocasiones, dejaron toallas, tumbonas y balones y corrieron en ayuda de los recién llegados, mostrando unas imágenes sorprendentes de apoyo y voluntarismo. Hubo gente que incluso uso su coche como improvisada ambulancia para llevar alguno de los inmigrantes a centros sanitarios, dado su estado. Vamos, como en el Prat.....
En ambos lugares había turistas, veraneantes, ánimo de vacaciones y ocio, pero es curioso y significativo ver como al vida es mucho más plena y feliz si todos ponemos algo de nuestra parte para que así sea. Con actitudes disciplentes, egoístas y chulescas sólo se consigue al ira y el fastidio general. Sin embargo, cuando aflora la humanidad que todos (quizás exagere) llevamos dentro todo puede ser mucho más llevadero y agradable. Dos formas de afrontar la vida, dos estilos que contrastan en un verano que no ha hecho nada más que empezar. Aunque, como siempre, triunfe el primero, que podamos ver muchas muestras del segundo.
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