Y luego dicen que no hay noticias en Agosto...... nada más empezar el mes tenemos una conmoción en Cuba causada por una aparente hemorragia intestinal de Fidel Castro. Por primera vez desde hace más de cuarenta años ha cedido el poder, a su hermano para que todo quede en casa, y ni él ni su sucesor han sido vistos desde entonces. Los presentadores, o más bien portavoces, de los telediarios cubanos leen comunicados médicos firmados por el propio dictador donde se arenga a la población a seguir fiel a la revolución y, ya de paso, se habla de términos médicos. Como era de esperar, la rumorología se dispara.
Suelo decir muchas veces que el caso de Cuba me recuerda mucho a la España franquista. Todo el mundo sometido al arbitrio de un dictador que no perdonaba, y proclamando en público su amor al régimen. Aquí, cuando murió Franco en la cama, no derrotado por sus adversarios como algunos pretenden hacernos creer, pasaron unos meses y ya no quedaban franquistas. Todos eran amantes de la libertad y habían estado en la cárcel en la lucha contra el régimen (aunque no se donde hay tantas celdas construidas para meter a los que dicen que estuvieron en ellas). En el fondo, lo que ocurría es que mucha gente vivía a cuenta del régimen, y se acomodaba a él, como retrata Berlanga magistralmente en sus películas “La Escopeta Nacional” o “Patrimonio Nacional”. Caído el régimen, se acomoda uno a la nueva situación y santas pascuas, pero el anhelo de libertad, las ansias y la lucha por ella sólo pertenecen a una minoría de valientes. Antes, ahora y, probablemente, siempre. En eso siempre me ha dado mucha envidia Inglaterra o EE.UU., países formados por sociedades que han interiorizado sus derechos y libertades como verdades inamovibles, no sólo como bellas palabras. Dudo que allí una dictadura pudiera cuajar (de hecho no lo ha hecho nunca)
Y puede que en Cuba ocurra lo mismo. Castro morirá antes o después (dicen algunos que ya está muerto, y que esto es sólo una pantalla) y el régimen acabará cayendo. Los exiliados podrán volver a su casa, la libertad, al fin, florecerá junto al malecón, y en unos años el castrismo será una estampa de postal, anhelada por los turistas que deseaban encontrar las raíces auténticas de la revolución desde sus hoteles “todo incluido”, y olvidada por una población que se merece vivir libre, sin sometimientos a nadie, sin déspotas que la controlen y sin tener que abrirse de piernas ante el extranjero para poder subsistir, como hasta ahora.
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