La atrocidad cometida por ETA en Barajas el pasado 30 de Diciembre ha eclipsado la actualidad, centrando lógicamente toda la atención en los muertos y en esas ruinas y las que aparecerán en la Terminal y en la política nacional. Y eso ha significado que noticias muy relevantes en un contexto distinto hayan pasado sin pena ni gloria por los informativos y la prensa nacional. Sin duda la más importante de ellas ha sido el ahorcamiento de Saddam Hussein, acontecido en Bagdad en la noche del Viernes 29 al citado Sábado 30, como resultado de una condena a muerte dictada en esa misma semana, tras un juicio por la matanza de unos doscientos chiíes en la localidad irakí de Duyeil, 60 kilómetros al norte de Bagdad, en el ya lejano año 1982.
Ante todo, debo reafirmar aquí mi rechazo a la pena de muerte, incluso para seres tan abominables como Saddam. Yo hubiera sido partidario de encerrarlo a perpetuidad en un penal y que nunca más saliera con vida de allí, tal y como se hizo con Rudolph Hess en Spandau. El ajusticiamiento del tirano es una venganza que, a mi entender, no reconforta. Lo interesante del asunto es que, en este mundo de Internet, todo el mundo puede ver la grabación del ahorcamiento, obtenida a través de la cámara de un móvil, con una calidad bastante lamentable, aunque es probable que haya imágenes más profesionales que veremos en el futuro. Tele5, en sus informativos del sábado 30 mostró parte de la grabación, pero no el momento de la caída en el cadalso por considerarlo violencia explícita (aunque a eso de las 15:30 teníamos tomate, con violencia explícita y tácita). En ella se aprecia a un Saddam serio, digno y sin aspecto tembloroso, que no agacha la cabeza mientras se le pone la soga al cuello. Se oyen multitud de gritos y ruidos, que producen la desagradable sensación de estar en medio de la plaza de un pequeño pueblo del oste, en el que una cuadrilla de exaltados echa la soga sobre una rama y se dispone a ajusticiar a un forajido recién atrapado a la salida del banco. Las imágenes producen vergüenza ajena, y ni siquiera en ese momento que sí pasará a la historia de la infamia el ejército americano ha podido controlar la situación, la ha dejado en manos de irresponsables, con resultados a la vista de todo el mundo.
Estos tiranicidios son más comunes de lo que parecen. Para mi el más impactante de todos, o del que conservo un recuerdo más nítido, fue el de Nicolás Ceaucescu, curiosamente también en una Navidad, en este caso la de 1989. El juicio pantomima al que fue sometido ese 25 de Diciembre se grabó por la televisión rumana, y mostraba a un personaje lamentable, alejado de la realidad, con aspecto de autista, en medio de un interrogatorio de película negra. Tras varios minutos de grabación se muestra su cadáver, ajusticiado contra una pared de baldosas blancas, con varios disparos. Realmente en estos casos está muy bien empleada la expresión de que lo que mal empieza mal acaba.
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