Hoy es el día más esperado por muchos en toda Europa, y no tiene relación con el asunto de Elsa Pataky, ya que si así fuera sería el día más esperado por muchos en todo el mundo. Lo que ocurre es que se pone a la venta la tercera versión de la Playstation, de Sony. La Play3 llega en medio de colas nocturnas de aficionados para ser los primeros en adquirirla y en un mercado en el que sus rivales Xbox360 y Nintendo Wii llevan un tiempo asentadas. Ahora le toca a la todopoderosa Sony demostrar que lo es, y no lo va a tener tan fácil como en ocasiones anteriores, aunque las prestaciones del aparato asustan.
Lo reconozco, no me gustan los videojuegos. No me llenan ni me llaman. Cuando era un crío las maquinas de marcianos no eran lo que más llamaba mi atención, aunque hubo una excepción llamada Tetris. Ese maldito y adictivo juego de piezas y filas desaparecidas que reconozco que me mantuvo muchas tardes pegado a la maquinita, a base de monedas de 25 pesetas. Ahora ya no hay ni Tetris, ni maquinitas ni monedas de cinco duros, para que luego digan que las cosas no cambian. Por esa época empezaron a proliferar los primeros juegos de ordenador decentes, una vez que las máquinas empezaban a contar con discos duros. Un compañero de clase del instituto, en Durango, fue la primera persona que conocí, en tercero de BUP, en 1989, que se quedó algunas tardes jugando en casa a un simulador de vuelo. Fuimos a su casa a verlo y era algo sorprendente, aunque visto ahora lo más probable es que diera risa. La cuestión es que poco a poco los PCs adquirieron potencia y los juegos se dispararon, hasta que llego Sony y descubrió que tenía el negocio del siglo delante de sus ojos. La Playstation1 fue un éxito de ventas colosal, tanto que le obligaron a poner un 1 en el nombre, porque no creo que se diseñase inicialmente como una nueva generación de productos actualizables. Hoy en día los videojuegos facturan más que al música y el cine juntos, y al divergencia entre ambos mundos tiende a ensancharse cada vez más a favor de la consola. Los nuevos mandos y productos atraen a mercados ante son indiciados, como el de adultos y mujeres, y ya casi en todos los hogares hay un aparato de estos, porque no hay niño que se precie que no este enganchado al último arcade o simulador.
Y eso no creo que sea muy bueno. Sigo pensando que para un niño es más bonito un libro, o salir a la calle y correr con sus amigos a ver quién llega antes a un poste que estar toda la tarde delante de la pantalla. Quizás es que antes de serlo me he hecho viejo, no lo se, pero ver a los críos todo el día así, y de paso engordando, no me da muy buena espina. Suelo decir en plan jocoso que si se fuera la luz muchos de esos niños no sabrían que hacer, y muchos adultos tampoco, nada de nada. Ni si quiera acostarse con su pareja, en el caso de los mayores, cuyas principales fuentes de vibración proceden hoy en día de las respuestas de los botones y esquinas del mando de la Play cuando un monstruo nos pega un castañazo virtual.
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