Pues sí, y eso que este sí que es un tema espinoso para mi, porque de todos es conocida mi relativa aversión a la paternidad y a los asuntos familiares de ese tipo. Pero, claro está, si uno es padre debe serlo a tiempo completo, y lo mejor posible para su hijo, buscando su provecho y felicidad, que no ocio y abandono. Ayer pude comprobar dos intentos de conducta paterna muy distintos, aunque bien sabido que en estos casos, pese a la intención que uno le ponga, el resultado puede ser el inverso, pero bueno, veámoslos.
En los Mundiales de Natación de que se desarrollan en Melbourne se ha retirado la acreditación a un entrenador, que fue pillado in fraganti maltratando a su hija, que es quién participa en los campeonatos. Aunque es muy difícil deducir cualquier cosa de las pocas imágenes vistas y de lo que se sabe de al historia, no me extrañaría que nos encontrásemos ante otro de esos caso de padres que han decidido vivir de sus hijos de manera profesional. Muchos son los ejemplos de niños criados para ser tenistas, modelos o actores, sometidos a un régimen de vida indigno par parte de unos padres que no pareen preocuparse por otra cosa que no sea el obtener al mayor cantidad de dinero posible del mono de circo que están creando. Normalmente esas historias degeneran en abusos, peleas y los niños acaban siendo unos despojos, psicológicamente debilitados en extremo y sometidos a las presiones de una vida adulta desde una edad que no pueden llegar a soportarla (a veces desde ninguna). Son muy raros los casos de padres que, no sólo condenados, hayan sido apercibidos por semejante actitud, que parece proliferar cada vez más, especialmente en disciplinas donde el éxito, y el fracaso, se consigue a edades muy tempranas. Los casos del deporte y la moda, lugares especialmente crueles, donde quizás debiera mostrarse algunas de la mejores cosas de las personas y acaban siendo pasarelas del horror y de comportamientos indignos son donde más abundan potencialmente estos problemas. No se si lo de Melbourne servirá para que se tenga un poco más de cuidado a la hora de controlar estas cosas. Lo dudo, pero por lo menos ayer una joven, que luego ha salido defendiendo a su padre, como suele ocurrir en estos casos, puede haber encontrado una calle para poder nadar libre, o retozar en el agua, si es lo que le place.
En contraposición con este ejemplo, ayer por la noche pude disfrutar de un precioso concierto con el conjunto Al Ayre Español, de Eduardo López Banzo, en una iglesia no muy llena que me permitió acercarme a las cuerdas a una distancia privilegiada. Acudí acompañado por un compañero de trabajo, que fue con su mujer y sus dos hijos, el mayor de doce años, y allí estaba él aleccionando a los niños, intentando despertar en ellos el amor hacia esa bella música. La verdad es que en la sala los niños eran los más pequeños de todos, y no se si el esfuerzo dará frutos o no, pero era muy bonito ver como el chaval mayor acababa por disfrutar de los acordes y las voces que llenaban la sala de tanta belleza.
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