Una de las noticias más interesantes de esta semana ha sido el incremento en el precio del gas, decidido unilateralmente por el gobierno argelino, como represalia por las buenas relaciones del gobierno español con el de Marruecos. Fue decir Zapatero que aceptaba el plan marroquí sobre el Sahara como punto de partida y los argelinos, todo irritación, dispararon el coste de una de las fuentes de energía más importantes que tenemos en España. Esto demuestra lo dependientes que somos de las fuentes energéticas externas y lo fácil que es dañarnos con su corte o encarecimiento por parte de los suministradores.
Lo del gas, o el petróleo, es como una lotería. Resulta que a unos países les ha tocado y a otros no. Entre los que jugaron décimos en el pasado y no obtuvieron nada estamos nosotros, mientras que países como Arabia Saudí, Irán o Irak parece que amañaron el sorteo, aunque puede verse que son sometidos a la llamada “maldición del petróleo” consistente en nadar en tal abundancia que el despilfarro, al corrupción y la mala gestión acaban destruyendo la vida de sus sociedades. Bien, nosotros seguimos jugando al sorteo diario de comprar barriles de crudo a un precio enorme, contaminando y, como en el supuesto argelino, dependiendo cada día de un suministro poco fiable. ¿Tiene esto alguna solución? Hace dos semanas, camino al bautizo de Córdoba, en el AVE, cruzaba el páramo de Castilla la Mancha y no podía dejar de pensar en ello. Cientos, miles de kilómetros cuadrados de tierras más o menos baldías, donde se agostan los cultivos, que muchas veces sólo son rentables a base de subvenciones, y sometidos a un sol implacable casi todos los días del año, con unos veranos eternos y que parecen reforzarse en el tiempo. Miraba todo eso y pensaba. Si, actualmente, para obtener el equivalente a una central de un megavatio, que pueda proporcionar energía a un millar de usuarios, hace falta un área de entorno a las cuatro hectáreas, y tenemos cientos de kilómetros cuadrados de superficie, podríamos empezar a crear campos de paneles por todas partes. Y algunas torres de generación eólicas, más caras que los molinos, sí, pero más eficientes y que constantemente generan producción. Es difícil lograr el sueño del autoabastecimiento energético, pero al menos reduciríamos la dependencia externa, diminuirían los costes para las empresas y podríamos desarrollar un sector tecnológico propio para crear empleo y suplir las pérdidas que se avecinan, por ejemplo, en el automóvil.
Y ya de paso reduciríamos las famosas emisiones de CO2, porque no olvidemos que las industrias más contaminantes de España son las de producción de energía. Concretamente el primer puesto se lo lleva la central de As Pontes, en Galicia, que contamina como unos tres millones de coches. Es triste que aún hoy Alemania, sitio oscuro y nuboso, produzca más energía solar que la radiante y “sunny Spain” A ver si alguna mente clara piensa en ello, hace números y cuentas y descubre aquí un negocio. Si al final, como en el caso del asteroide Apophis, todo nos llega del cielo.
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