Las imágenes de ayer en la televisión hablaban solas. Un grupo de milicianos de Hamas, armados hasta los dientes, y presos de una ira atroz, asaltan lo que parece una escuela palestina en Gaza, arrasan con todo lo que encuentran, volcando sillas, mesas y demás mobiliario, matan a aquellos incautos que aún pudieran quedar dentro del recinto, y, regodeándose en su destrucción, prenden fuego al decorado, que observan admirados, como creadores de una obra de arte, orgullosos por la limpieza que extienden a su paso. Esto es hoy Gaza, Palestina, Oriente Medio.
Y en este caso no se le puede echar la culpa a Israel, no. Llevamos tres días de pura y dura guerra civil palestina, aunque poca gente quiera usar esa expresión, y no debiera extrañarnos, porque desde que Hamas ganó las elecciones los enfrentamientos de sus tripas con las de Al Fatah, movimiento nacionalista laico, predominante hasta hora en la zona, han sido constantes. Refriegas que se saldaban con varios muertos y un frágil y poco respetado acuerdo de paz entre los decrépitos Ismail Haniya, aparente líder de Hamas, y Abu Mazen, líder de Fatal y presidente de la llamada Autoridad (¿?) nacional (¿????) palestina. Finalmente Hamas se ah dejado de contemplaciones, y en el eterno debate entre radicales y radicalísimos, como siempre, han ganado estos último. Armados, entrenados y creyentes hasta la muerte, las tropas de Hamass acorralan a las de Fatah, cuando no las exterminan, y es probable que dentro de poco nos enfrentemos al escenario de pesadilla de la instauración de la República Islámica de Gaza. Si yo fuera habitante o dirigente de Israel estaría muy asustado, porque parece, y así lo dice mucho entendido de aquel oscuro y retorcido conflicto, que un siniestro y complejo plan se cierne sobre el país. Por el norte Hezbolla, el partido de Dios libanés, que sostenido por Irán y Siria no deja de presionar tanto a Israel como al Líbano (nuevo atentado ayer en Beirut, por cierto, y esta vez contra un político prosirio), y por el sur Hamas, también apoyado financiera y militarmente por Irán, controlando la frontera israelí. Con estas piezas puestas en el tablero Irán podría arriesgarse en un plazo de tiempo no muy largo a lanzar un ataque a Israel en dos frentes, con el objetivo claramente expresado varias veces de destruir ese país, y animado por la experiencia del pasado verano, en el que el experimento del asalto por el norte con Hezbolla no le salió nada mal. Sin embargo, para desarrollar este plan hay que eliminar a los palestinos del medio, porque ocupan posiciones estratégicas, como esa frontera sur, y quién sabe si también Cisjordania, apetecible manzana, caerá en manos islamistas una vez que Gaza esté dominada, y con ello Irán se pueda plantar frente a Jerusalén.
Lo dicho, los palestinos sobran en este teórico plan, ¿y qué se hace con ellos? Se les sacrifica, claro. Se mata a bastantes, que en esto Hamas está demostrando una pericia y profesionalidad fuera de toda duda, y el resto huyen aterrorizados Egipto, Jordania, o al mar, no importa. Y eso que llamamos comunidad internacional no hace ni dice nada. Clamoroso el silencio de la Unión Europea, principal apoyo financiero y diplomático de la Autoridad Palestina, curioso el silencio americano, que debiera preocuparse, y mucho, de lo que allí está pasando, y Rusia y China miran, entre sorprendidas y expectantes, a ver que puede caer. Los únicos que no pueden hablar, aunque quieran, son los palestinos. Sólo tienen tiempo para correr, huir, escapar......
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