Horas de angustia las vividas ayer en la Estación Espacial Internacional. El fallo de los ordenadores rusos, que no se muy bien si queda alguien que sepa como funcionan, impidió durante unas horas el suministro de agua y oxígeno a los tripulantes permanentes que allí residen, tres valientes, que por un momento se vieron desalojados de su actual residencia, y mandados a casa en el transbordador Atlantis, que está estos días atracado en el complejo. Por unas horas, aunque por un mal motivo, la carrera espacial se hizo un hueco en las atiborradas portadas de los medios de comunicación.
Y es que la aventura del espacio no vive momentos muy boyantes. Parece que estamos en una etapa de transición. El programa de los transbordadores norteamericano se acerca al final de su vida útil, y el balance es desalentador. Si en el mayor debe se han de colocar las pérdidas de vidas humanas, catorce personas, el rendimiento económico de las naves ha sido muy inferior al previsto. La idea de la reutilización del cohete, vista en un principio como el chollo perfecto, una bicoca para ganar dinero a espuertas, se ha demostrado cara, complicada y difícil de gestionar. Ahora la NASA ultima una nueva generación de naves de corte más clásico, tipo cohete de varias fases, y con objetivos más ambiciosos, la Luna y Marte, pero hasta que este programa se desarrolle por completo es probable una temporada sin despegues. De mientras, los competidores no descansan. Si la Unión Europea se ha convertido, mediante el cohete Arianne, en el principal lanzador de satélites del mundo, japoneses y especialmente chinos ultiman programas espaciales ambiciosos, especialmente el caso chino, que tiene como objetivo pisar la Luna en no muchos años. También está surgiendo una seria competencia en el sector privado, donde las naves para hacer vuelos suborbitales, o breves estancias en el espacio, hotelito para millonarios incluido, están empezando a pasar de las mesas de los visionarios de los cómics a los ordenadores de diseño de las ingenierías, y eso sin comentar el fenómenos de los turistas espaciales, ricos que pagan una millonada por estar dos días allá arriba, y que contribuyen casi más que los gobiernos al esfuerzo inversor de las compañías espaciales.
De la época de gloria del programa de los transboradores queda la Estación Espacial Internacional, complejo permanentemente habitado en el espacio desde hace años, que no acaba de ser construido por los accidentes y retrasos de las naves americanas. El complejo sobrevive, languidece respecto a sus ambiciosas previsiones iniciales. Me gustaría mucho subir allí, a casi 400 kilómetros sobre nuestras cabezas, y estaría un semana dando tumbos en la ingravidez, y si fuera millonario pagaría para hacerlo, pero sigo en la tierra, anclado al suelo. Eso sí, el sueño espacial es tan bonito, tan natural en nuestro ser.... a ver si empieza una nueva época dorada, de cohete surcando los cielos hacia el más allá.
1 comentario:
..deberías ver las fotos que saqué en el Museo del aire y el espacio de Washington DC, de la Smithsonian... Allí tienen las capsulas espaciales más importantes..transbordadores incluídos y la Solluz y el Apolo 11...
Saludos
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