viernes, junio 01, 2007

Pateando el árbol caído

¿Dónde están Sófocles, Ovidio, Dante, Shakespeare o Lope de Vega? ¿En qué lugar reside el dramaturgo, el dotado para el ingenio, la letra mordaz y la descripción de las emociones, que pueda relatar la historia del caído Sebastián, del candidato perfecto, de la gran victoria en Madrid transmutada en catástrofe, del semblante adusto de un hombre engañado, atormentado por sus amigos y lanzado a las fieras como carne de sacrificio? Quién, me pregunto, escribirá el guión de una de las películas políticas más barriobajeras que he visto en tiempo y que ha acabado como una auténtica tragedia griega.

Miguel Sebastián renunció ayer a tomar posesión de su sillón de concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Su carrera política a la luz de los focos, porque nada que no fuera política es lo que hacía en la oficina económica de Moncloa, ha durado seis o siete meses escasos, y ha terminado en una traca final llena de de odio, rencor y metafórico rojo sangre, la suya. Dotado de un gran intelecto, técnicamente muy competente, pero con un ego y una autoestima igualmente muy grandes, no supo ver, o no le enseñaron, el riesgo al que se enfrentaba. Políticos de mucha mayor enjundia y experiencia en estos navajeos huyeron al proponérseles la candidatura de Madrid, dando por segura su derrota y defenestración. Me queda la duda de si Sebastián se presentó como favor personal a ZP, que es lo más probable, ayudándole así a tapar otra de sus improvisaciones, pero desde ese momento le rellenaron la cabeza de ideas erróneas. Impuesto por Pepe Blanco sin discusión posible, sus “compañeros” de partido en Madrid recibieron a este paracaidista no afiliado al PSOE con los brazos abiertos, dispuestos a rodearle con ellos, e inmolarse todos juntos ante el altar del sacerdote Gallardón, que no podía ni siquiera imaginar, en sus mejores sueños, una actuación similar por parte del único partido capaz de ganarle unas elecciones. En una campaña improvisada, al margen del aparato del partido, con ideas extravagantes y mal planteadas, casi se apuntilla este mejor candidato posible al sacar la foto de una mujer en medio de un debate electoral, asesorado quizás por quién más le odiaba. Tras eso, unos días languidecientes, esperando el 27M con Prisa, a ver si al final aguantaba el tipo, pero las urnas fueron crueles, y dieron a cada uno lo que en ellas buscaba.

Y desde la noche del 27M nadie le llama a Sebastián. ZP, su mentor, su amigo, le abandona, le deja tirado en el cajón de los juguetes rotos y ni se digna a decir nada en su favor. Pepe Blanco empieza a asaetarle, tras haberle definido como el mejor posible y obligado a la FSM a tragárselo y acogerlo en sus filas, y sus “compañeros” de Madrid, cobardes antes de las elecciones, pero envalentonados en su derrota, empiezan a decir en alto lo que todo el mundo opinaba en corrillos. Ayer Sebastián renunció. Era un muy mal candidato, y no merece volver nunca a ocupar cargos públicos, pero la mezquina actitud de sus “amigos”, empezando por Simancas, Blanco y ZP, ha sido humillante, trágica, digna de un escenario clásico de columnas rotas y máscaras de lloro, apuñaladas ante la claque, enmudecida ante el sangriento espectáculo que observa.

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