Y mira que había cosas para hablar después de este radiante y bello fin de semana de verano, tórrido, soleado y luminoso como pocos, y estaba ayer por la tarde pensando para mis adentros, que no suceda nada raro que me impida describir las calles bajo el sol, la gente tiradas en los parques, las terrazas invasoras, con esas mesas metálicas que son como medusas de asfalto, y demás. Pero no, vino la dura realidad por la noche, y cuando llegue a casa me enteré del ataque que habían sufrido las tropas españolas en el Líbano, con seis muertos, y algunas cosas de las que poder hablar.
Los nombres de los seis muertos son Jefferson Vargas Moya, Jason Alejandro Castaño Abadía, Juan Erickson Posada, Jonathan Galea García, Juan Vidoria Díaz y David Puerta Ruiz, con edades comprendidas entre 19 y 21 años. Aterradora juventud, ya truncada. Yo con 19 años estaba perdido en Bilbao, en primero de carrera y no sabía nada de la vida (tampoco ahora se mucho más, no nos engañemos) y con 21 seguía en Bilbao, ya no perdido en la ciudad, pero sí en todo lo demás. No se yo hasta que punto estos chicos estaban formados para el avispero en el que están, y tengo mis dudas de que si se incorporaron al ejército con los 18 cumplidos hayan tenido toda al instrucción necesaria, aunque de poco les hubiera valido, asesinados a distancia con una bomba que ha estallado al paso de su vehículo blindado. También es interesante ver que de los seis, tres son colombianos. Es un reflejo más de esa inmigración que hemos recibido durante los últimos años, y que en el ejército representa un peso muy considerable. No negaré que ayer, al enterarme de las nacionalidades de los chicos, no pude evitar pensar en aquellos que critican furibundamente al ejército americano porque, sea en Irak o cualquier otra parte, llevan allí, y mueren en muchos casos, los más pobres de su país. La tasa de hispanos o negros en el ejército USA es más alta que en el conjunto de la sociedad. Ahora en España ya tenemos un ejército formado por tropa procedente de muchos países distintos, con historias diversas, y que en su mayor parte se han enrolado por el sueldo que supone el ser militar profesional. Otra cosa en la que ya no nos distinguimos demasiado de los americanos.
Y un último pensamiento, así, de golpe, sobre la verdad y la mentira del ejército. Espero que durante una temporada el gobierno deje de pasar por televisión esos anuncios en los que las tropas parecen un cuerpo de voluntarios de una ONG vestidos de verde oscuro, porque quizás sucesos como estos contribuyan a concienciar a la gente, a convencerla de una vez, que un ejército lleva a armas, y que está para lo que está: la defensa militar en caso de agresión, el ataque y el mantenimiento de la paz (qué es la labor que se realiza en el Líbano) mediante la imposición por la fuerza de una frontera y una vigilancia. Cuando uno se hace militar debe saber que se convierto en vecino de la muerte (no en novio, que eso es una horterada). ¿Lo sabían estos chicos?
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