Y pese al título, no me voy a referir al “ace” que le ha metido el gobierno a De Juana Chaos, o al peloteo que enfrenta a Rajoy y Zapatero mientras que ETA sube y sube la red. No, el título de hoy hace referencia a la, a mi modo de ver, maravillosa película de Woody Allen, y lo hago por la noticia aparecida ayer en los periódicos de la agresión de un ejecutivo bilbaíno residente en Londres a su hija, que ha acabado con la muerte de la pequeña, de apenas dos años de edad. Alberto Izaga, que así se llama el personaje, ha pasado en pocas horas de la cumbre del trabajo y el poder a uno de los pozas más sórdidos y oscuros que se puedan imaginar. ¿Por qué?
Viéndolo en perspectiva, y aunque por motivos muy distintos, Izaga ha labrado una carrera que se parece muchísimo a la del personaje principal de la película de Allen, magistralmente encarnado por Jonathan Rhys Meyers. En la película el protagonista medra por contactos y enchufes, y en la vida real Izaga parece haber ascendido por su valía, competencia y profesionalidad. Sin embargo ambos acaban trabajando en la Swiss Re, compañía aseguradora de dimensiones mundiales, y tienen la oficina en el 30 St Mary Axe, el edificio de Foster de la City de forma apepinada, y los dos residen en Albert Embankment, lujoso, faraónico conjunto de apartamentos sitos en frente a las casa del Parlamento, con unas vistas y dotaciones de ensueño (y un precio muy similar). En definitiva, los dos llevan un lujoso tren de vida, son ricos y respetados por la sociedad británica, y muestran una cara de éxito, juventud y audacia admirable y, a la par, envidiable. Sin embargo, bajo esas dos fachadas laten impulsos destructivos, corrosivos, que llevarán la tragedia a su mundo cercano. Si en la película el desencadenante del desastre era un amor desbocado, una pasión desenfrenada, que el protagonistas considera que debe terminar para que su estatus social no se vea amenazado, en la realidad parece ser que la tensión y el peso de las responsabilidades han acabado por hundir la mente de Izaga, llevándole a un arrebato de furia en la figura de su indefensa hija. Frente a la violencia calculada, planificada y estudiada al detalle que representa el personaje de Myers, Izaga supone la ira, la espontaneidad del mal, presente de golpe en una vida aparentemente ordenada. Sin embargo, la principal diferencia entre la historia de Allen y la de Izaga es, claro está, que la primera es ficción, pero la segunda es tristemente real, y Yanire, que así se llamaba la hija, ha salido de la escena de la vida de la peor manera posible.
Al ver ayer la noticia no pude evitar varios pensamientos, pero dos afloraron muy deprisa. Uno era la cantidad de triunfadores bilbaínos que han hecho carrera en Londres, de los cuales tengo la fortuna de conocer a algún insigne representante. Y otro era que Izaga tiene un año más que yo, sólo uno más. Es de mi quinta, de mi edad y, en cierto modo, comparto con el la generación y muchas cosas más, aunque como el estudió en Deusto y yo en Sarriko probablemente no nos viéramos nunca en nuestra estancia común en Bilbao. Es bonito ver que tu generación llega a triunfar en la vida, pero el sentimiento de amargura al ver un desastre como este en gente así resulta aún mayor. ¿Por qué lo hiciste, Alberto? ¿Por qué?
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