Antes del cruel bombazo del Líbano, la noticia que copaba portadas y titulares de este fin de semana era el acuerdo de mínimos (atención, esta expresión se está poniendo de moda) alcanzado por los socios de la Unión Europea sobre el tratado de Reforma, que entierra la antigua Constitución, y que, en medio de carreras y sueños extenuantes, se logró firmar a altas horas de la madrugada del Viernes. Dicen las malas lenguas que la Unión Europea siempre acaba llegando a un acuerdo con tal de que los presidente son trabajen el Sábado, y por lo visto al historia les da la razón :-)
Dos eran los obstáculos que debía salvar esta cumbre. Uno era las peticiones y quejas británicas, todo un clásico de estas cumbres, con un Tony Blair de despedida, y otro era la actitud de no rotundo al nuevo sistema de votación de las decisiones expresada por Polonia, y por su representante en la cumbre, el Presidente Lech Kaczynski, hermano gemelo del Primer Ministro Jaroslav Kaczynski. Este par de gemelos, regordetes, bajitos y con cara de no hacer mucho caso a nada de lo que se les dice, se han convertido para la prensa europea, y no digamos la española, en los malos de la película, y todo porque en esta cumbre no han estado dispuestos a renunciar a unas concesiones obtenidas en Niza que les eran muy favorables. Al final, el acuerdo les otorga una cláusula moratoria a la hora de introducir las reglas de voto que, de rebote, beneficia a España, porque Polonia y España, de similar peso demográfico, tiene el mismo número de votos en el Consejo (27) y pueden formar idénticas mayorías de bloqueo en caso de necesidad. Por lo tanto, este dueto de malos han acabado siendo no tan malvados para nuestros intereses. Más interesante es analizar los que los gemelos Kaczynski están haciendo en el interior de su país, y en este caso sí me debo unir al coro de voces que abiertamente critican sus políticas, que no dudo que estén modas por una buena intención, pero que están cosechando resultados desoladores. La última ley de “memoria histórica” por compararlo a algo que podamos entender por aquí, pude llegar a convertir a Polonia en un país de chivatos, delatores y traidores, dado que es sabido que casi todo el mundo tuvo vinculaciones más o menos estrechas con el régimen comunista, entre otras cosas porque si no huías del país y queráis vivir allí sabías a quién tenías que hacer caso, te gustase o no, como en la Alemania nazi o en la España de Franco.
La verdad es que la historia de Polonia da mucha pena. Rodeada por potencias como Alemania y Rusia, que la han devorado, troceado y deshecho a su antojo cada cincuenta años más o menos, es lógico que el país esté lleno de recelos y miedos, pero la política de los Kaczynski sólo está contribuyendo a exacerbarlos. Allí se han vivido algunos de los momentos más bonitos de la segunda mitad del siglo XX, con la eclosión de libertad que supusieron movimientos como Solidaridad, y el aporte de lumbreras como Walescha, Adam Michnik o el mismo Juan Pablo II. Su lucha por la democracia fue admirable, pero no puede dormirse en los laureles. Estos gemelos no pueden permitirse el lujo de arruinar el enorme futuro que tiene Polonia en Europa y en el mundo.
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