jueves, mayo 13, 2010

-5% y virando

El pasado Martes, cenando en casa de AAR y su novio salió, entre otros temas, el de las películas, y ellos comentaban que nos les gustaba Titanic. Sin embargo a mi me parece una gran película que tiene escenas muy útiles para la vida diaria. La de hoy se sitúa justo en medio del metraje y es la que separa la película romántica de la de aventuras, y no, no me estoy refiriendo al coche con los cristales empañados. Es noche cerrada, hay gente de guardia en el puente de mando y unos vigías que otean el mar en busca de icebergs se aburren, hasta que, de repente, un enorme bloque de hielo aparece frente a ellos. Horror. Hacen saltar la alarma.

En seguida todo se acelera. Se llama al capitán y éste, junto con los altos miembros de la tripulación, da orden de contramáquina y vira el timón por completo para que el barco gire y evite el obstáculo. El barco empieza a rotar pero muy muy despacio, suavemente. Aquí empieza una de las muchas polémicas de los técnicos sobre el Titanic. Algunos afirman que el barco, el más grande y pesado del mundo en su momento, se comportaba de una manera como ningún otro barco lo había hecho nunca antes, y que los conocimientos de la tripulación no les iban a servir de mucho para intentar evitar el obstáculo. Pesado y lento, debían haber empezado a girar antes, porque necesitaba mucho más tiempo para hacerlo. En la escena todo el mundo mira con los ojos desbocados como poco a poco la mole de hielo se aparta del rumbo del barco y el peligro se aleja. Sin embargo, el hielo que continúa debajo de la superficie del mar es más ancho que la base que flota, y en un momento, de refilón, bloques de hielo impactan contra el casco del barco, rajándolo en varios puntos. Un temblor seco, frío y muy perceptible se extiende por toda la estructura y las caras de la tripulación y de los que se encuentran en cubierta pasan de la esperanza de salir de esta al miedo de lo que haya podido suceder. A partir de aquí los acontecimientos se precipitan, el agua entra a borbotones por la brecha y el sistema de mamparos estancos es incapaz de controlar la inundación que, poco a poco, va escorando al buque de proa y empieza a hundirlo sin remedio en el fondo del Atlántico. A partir de aquí la película cambia bastante y se convierte en una secuencia de aventuras en medio de un barco que está condenado, condena que sólo algunos perspicaces son capaces de percibir y que es negada en rotundo por muchos, especialmente por los dueños de la compañía armadora y propietarios del buque. Poco a poco se ve el hundimiento de las estructuras de la pequeña sociedad que supone el pasaje y a la vez que el barco se adentra en el fondo del mar la civilización que porta se hunde en la barbarie. ¿Podía haberse evitado el desastre? Algunos estudiosos afirman que era difícil dada la presión que había para batir el record de velocidad y que, de encontrarse con un obstáculo como realmente sucedió, no había posibilidades reales de evitarlo, aunque es realmente difícil saber si eso hubiera sido realmente así o no, o que hubiera pasado si, a parte de más botes salvavidas, el grupo de vigilancia de icebergs lo hubieran compuesto más personas y mejor entrenadas. Como todo eso es contrafactual no deja de ser un bonito ejercicio de especulación, sí, sí, porque lo cierto es que al final el barco se hunde. Y curiosamente, sabiéndolo todo el mundo, la película fue un gran éxito.

Pues bien, ayer, con al menos un año de retraso, y obligado por la Unión Europea y los Estados Unidos,
ZP por fin ordenó el viraje de la economía española, dio orden de contramarcha y empezó a rezar para que todas las medidas de ajuste que expuso, y las que vendrán, sean capaces de evitar la colisión del barco España contra los arrecifes de la quiebra y el impago de las deudas. Es pronto para saber como acabará esta película, pero de momento agárrense fuerte, contengan la respiración, aguanten el sufrimiento y recen para que no sea demasiado tarde, porque el iceberg aún sigue en frente nuestro.

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