Como estaba previsto, ayer se publicó en el BOE el Real Decreto en el que se recogen las medidas de austeridad, recorte, que el gobierno aprobó el Jueves pasado. Como ustedes supondrán no me he lo he leído, por falta de tiempo y gamas, pero ha habido quién si lo ha hecho (y por ello ayer se ganó el sueldo con creces) y resulta que había letra pequeña en el texto. Concretamente una cláusula, punto VII previo al articulado, que señala que los ayuntamientos no podrán solicitar nuevos créditos a ninguna entidades hasta el año 2012. Se quedan como están ahora y no pueden endeudarse más para financiarse. La pesadilla ya es real.
Y es que los Ayuntamientos han sido algunos los entes públicos que más han vivido por encima de sus posibilidades en los años de la burbuja. Poseedores de las competencias sobre el suelo, en ellos el concejal de urbanismo era Dios, decidía dónde se edificaba, donde no, cómo se hacía, quién lo llevaba a cabo y cómo se repartía la tajada entre los comisionistas. Déjenme ser cínico y que, parodiando el génesis, dude que haya un ayuntamiento en España donde no se haya robado a cuenta del suelo. En una época de precios inflados y crecientes las arcas municipales rebosaban de dinero. Se llevaron a cabo obras faustuosas, aceras de un granito que ni en la Plaza Roja, aparcamientos soterrados donde no había coches, estadios deportivos en medio de la nada, y una serie de adjudicaciones de contratas y servicios que sirvieron en muchos casos para colocar a toda la parentela de la corporación. Cuando el boom del ladrillo hizo exactamente eso, boom, fue en los Ayuntamientos donde se notó el primer impacto. El tren de gasto era imparable y los ingresos menguaban, así que muchos optaron por endeudarse. Algunos, como el de Madrid, bastante más allá de sus posibilidades, otros menos, pero desde luego sin que ninguno redujese gastos. Así han ido tirando hasta que la situación se ha vuelto insostenible. Muchos lo llevábamos advirtiendo desde hace tiempo, pero sin que se hiciera caso alguno, ya hora, con esta prohibición, va a haber consistorios que, directamente, no van a poder pagar sus deudas, y sus deudas en este caso se traducen en servicios que el ciudadano percibe como los más directos y, quizás, útiles. Alumbrado público, limpieza de calles, recogida de basura, policía municipal, servicios municipales de guardería o atención social, etc. Muchas de estas labores se verán recortadas, quién sabe si suspendidas. Hace más de un año leí un artículo en el que se mencionaba que varias ciudades americanas, quebradas por sus deudas, habían dejado de ofrecer esos servicios a áreas residenciales alejadas de sui centro urbano. Zonas de Detroit y otras ciudades grandes y pequeñas del medio oeste tenían barrios fantasmas, en un estado de semiabandono, porque no podían hacer frente a los gastos. A parte de cierta incredulidad al leerlo me asaltaba la sensación de que ojala no pasase esto aquí, y si lo comentaba en mi entorno la respuesta habitual era del tipo “esos americanos la han cagado”. Bien, como siempre EE.UU. es pionero, para lo bueno y lo malo, y como todo llega de allí ya tenemos encima el recorte que nadie quería hacer. ¿Cómo vamos a afrontarlo? En Grecia, que están peor, han decidido simplemente eliminar dos tercios de los municipios. Los han fusionado y los funcionarios locales de los que desaparecen van a ser despedidos. Glups. ¿Se imaginan a los hijos del alcalde currando? Pues ese traumático panorama nos espera.
Así, la reunión que hoy celebra la Federación Española de Municipios y provincias, la FEMP, se presenta calentita. Tienen derecho a quejarse porque se enteraron de esta restricción ayer, por la prensa, como todos los demás, y porque sólo les afecta a ellos, y no a las derrochadoras, y por lo visto más poderosas, Comunidades Autónomas, a las que también habría que poner en cintura. Me gustaría estar presente en la reunión de hoy, pero como espectador, no como asistente convocado, porque a ver como le cuento luego a los vecinos del barrio X que como compramos un montón de todo terrenos caros para patrullar las calles ahora no puedo limpiarlas.
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