viernes, mayo 14, 2010

Frío en el ambiente

Las noticias de esta semana nos han dejado helados a todos. Recortes, restricciones, bajadas de sueldos, congelaciones..... todo el mundo está más o menos cabreado y triste, y aunque es cierto que algunos petardos como yo llevábamos tiempo diciendo que tendría que suceder, y más duro cuanto más tarde, no ha dejado de ser un palo para toda una sociedad que vivía anestesiada por un gobierno que se negaba a reconocer la realidad. Pues ya tenemos a esa cruda realidad aquí, y no es agradable. Veremos si hay movilizaciones y broncas en la calle, probablemente sí, y como evolucionan.

Pero de momento lo que sigue en la calle es el frío meteorológico que nos deja igualmente helados. Escribo desde Madrid, pero creo que los lectores estarán de acuerdo que, sean de donde sean, esta semana ha hecho un frío de narices, impropio del mes de mayo, y que junto a las nubes y al lluvia nos ha retrotraído a finales de Febrero o principios de marzo.
Las imágenes de nieve que ayer mostraban los espacios del tiempo eran muy gráficas. Es cierto que no es extraordinario que nieve en Mayo, y en ciudades como Burgos, donde ayer lo hizo, no nieva en agosto por las tardes porque no hay nubes, ya que el viento que sopla permitiría que los copos se asentasen sin problemas. Este mes no deja de ser la continuación de un invierno duro, tanto por su crudeza en sí como porque los últimos años los inviernos han sido de juguete y se conformaban con dejar algunos días de frío aislado. Las precipitaciones también han sido muy intensas, y maravillosas, porque no sólo nos han arreglado el problema de sequía que tuvimos durante todo el verano y otoño de 2009, sino que han permitido que esta primavera sea espléndida. En mi barrio madrileño los jardines son de pobres, no se riegan salvo una pequeña parcela, y la hierba que crece lo hace de manera natural. Normalmente al inicio de la primavera surgen algunos tallos finos que para mediados de mayo se secan y dejan amarillento al capa superficial de arena que conforma los terrazos. Pues este año han tenido que pasar los del ayuntamiento a cortar la hierba, porque han surgido matojos por todas partes. Los brotes verdes de Elena Salgado han acabado apareciendo en los jardines y no en los mercados, y entre las hierbas y las flores lo cierto es que mi barrio está muy bonito. Los árboles, sometidos a una sobredosis de alimentación por la lluvia, han tirado hojas y ramas por todas partes. Tras pasar un verano cutre y en el que se mostraban retraídos, tratando de sobrevivir al sol como fuese, ahora están orgullosos y fuertes y, como si de una sobredosis de viagra se hubieran tomado, se yerguen rectos y frondosos. Y no sólo en Madrid, en todas partes campas que han mustiado durante años parecen prados asturianos, parajes de secano manchegos lucen como huertas gallegas y los ríos, lagos, charcas y lagunas que tenían nombre pero que pocos habían conocido fluir vuelven a hacerlo por sus cauces originales. Algunos de los más viejos del lugar apenas recuerdan a sus ríos como este año. Podrán contar a sus nietos que los cuentos que les relataban sobre la pesca del cangrejo en ellos eran verdad, no ilusiones de unos chochos que fantaseaban sobre un erial, y que al igual que los turistas, que ahora peregrinan a las lagunas recrecidas, de jóvenes se bañaban en ellas, retozaban en sus orillas y amaban junto a sus cauces, y su película de agua formaba parte no de la imaginación, sino del paisaje real. La venganza natural, en este caso dulce, se ha consumado.

Y es que estas lluvias de invierno primavera son, creo, la mejor noticia de lo que llevamos de año. Días como el de ayer, en el que en un momento dado tenía cuatro chubascos a la vista desde mi trabajo, cada uno de ellos apuntando a un extremo geográfico, son para recordar por su belleza. Y para los amantes del sol y calor, tranquilos, a partir de mañana empieza a reinar el cielo azul y las temperaturas comenzarán a subir poco a poco hasta llegar a los veintitantos a mediados de la semana que viene. Veremos luz en el cielo, que nos ilumine la tierra, y ya puestos, que nos caliente los bolsillos.

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