Hay días en los que a uno le apetece largarse muy lejos para huir de la realidad. A pocas horas del inicio de una huelga que sólo va a servir para crear más problemas a la debilitada economía del país, y viendo como algunos delincuentes y sinvergüenzas son recibidos a las puertas de los juzgados como estrellas, aplaudidos por algunos ciudadanos a los que han robado, dejando en pañales las alfombras rojas de los festivales de cine, a uno, lo dicho, le dan ganas de irse muy muy lejos. ¿Y cuánto es lo más lejos que podemos ir?
Pues más o menos la cifra misteriosa que da título al artículo de hoy, más de diecisiete mil millones de kilómetros, que es a la distancia la que se encuentra respecto a la tierra la sonda Voyager 1, que ha cumplido sus treinta y tres años en el espacio. Sí, sí, la Voyager 1 ya tiene la edad de cristo y sigue surcando el firmamento hacia el infinito y más allá, como si fuese un profeta de Buzz Lightyear. Lo más fascinante de todo es que sigue operativa, enviando señales a las estaciones de seguimiento de la tierra y aportando información valiosa. Ahora mismo esa señal tarda catorce horas en recibirse desde que es enviada por la sonda, así que en términos espaciales la sonda se sitúa a catorce horas luz de nosotros, y se aleja a la fantasiosa velocidad de, más o menos, diecisiete kilómetros por segundo, con lo que es el objeto más veloz jamás construido por el hombre, y no deja de ser algo paradójico porque en la práctica carece de motor. Diseñada y lanzadas en los años setenta, las sondas Voyager se destinaron inicialmente al estudio de los planetas exteriores, Jupiter, Saturno, Urano y Neptuno. Para alcanzar esos destinos tan lejanos se pensó en que desarrollaran una compleja trayectoria que se basa en el llamado billar gravitatorio, que consiste en que las sondas se acerquen lo suficiente a un planeta para que aprovechen el impulso de su atracción gravitatoria y así salir despedidos a una velocidad mayor que cuando lo alcanzaron. Esto implica un cambio de trayectoria, motivo por el que si uno mira el gráfico que se encuentra en la web de la Nasa verá que el curso seguido por estas sondas a lo largo de los años presenta una complejidad inmensa. Una vez rebasado sus objetivos la sonda se perdía en el espacio y se acababa la misión. Lo primero, la pérdida, se cumplió, pero no lo segundo, porque los instrumentos de a bordo, realizados con una tecnología que ahora nos parecería arcaica pero que se ha mostrado de lo más robusta y fiable, siguen enviando señales. En su momento sus imágenes permitieron ver por primera vez en detalle las nubes de la fantástica atmósfera de Júpiter, la evolución de la mancha roja, esa tormenta mucho mayor que nuestra propia tierra que permanece perenne en ese inmenso planeta, y los anillos de Saturno. Como misión científica la Voyager ha sido una de las más rentables de la historia, y como mediática, también. En su momento causó mucha polémica la idea de incluir en la sonda un disco de oro en el que se grabó información sobre la tierra, sus habitantes y sus conocimientos. Imágenes, piezas musicales, constantes matemáticas, voces humanas, un catálogo variado y curioso de signos que se enviaba a modo de mensaje en una botella por si alguna vez caía en manos de “alguien” para decir eso de “hola!!! Estamos aquí!! Desde un principio se discutió mucho sobre la idoneidad misma de enviar algo, y sobre si lo que se mandaba era realmente comprensible por una mente inteligente, pero esas preguntas, sobre todo la última, son de tal complejidad que la respuesta no tiene sentido. Si tiene curiosidad esta web recoge toda esa información enviada, y como mínimo resulta curioso echarle un vistazo. Además de las ondas de radio, es la señal física de nuestra existencia que ha llegado más lejos, por lo que valor posee, y mucho.
Ahora misma esa Voyager 1 ha salido del sistema solar, pese a que no está muy claro donde se acaba exactamente la influencia del sol, y vaga en medio de la nada hacia alguna parte. Pese a esa velocidad maravillosa que antes comentaba el espacio es tan inmenso y está tan vacío que pasarán miles y miles de años antes de que la sonda se encuentre en las proximidades de algún cuerpo estelar. Lo cierto es que ya ha debido perder la referencia visual del sol y ahora mismo para ella nuestra estrella será un punto destacado en su horizonte, pero sólo eso, otro punto más en medio del infinito.
3 comentarios:
Querido David,algo me chirria en tu post. Si las señales tardan en llegar 14 horas a la tierra y la sonda se encuentra a 17.218 millones de km de la misma, entonces las ondas viajan a unos 341.640 kmts por segundo, lo cual creo que ha hecho revolverse a Einstein en su tumba. Ademas ¿viajan efectivamente como maximo esas ondas a la velocidad de la luz? No lo tengo tan claro. ¿Hay algun gazapo en todo eso? Por cierto que el post me parece en cualquier caso muy interesante.
Hola Nenufar. Las 14 horas referidas son mencionadas en el video de RTVE y quizás a mi me hubiera faltado añadirle un "más o menos" porque claro, a la velocidad de la luz cada segundo es un factor gigantesco. Por ejemplo, solemos decir que el sol está a 8 minutos luz de la tierra, pero no es lo mismo 8:01 que 8:58, obviamente. Y sí, las ondas de radio, como la luz, son ondas electromagnéticas, y viajan todas a la misma, fantástica, velocidad. Muchas gracias por el comentario.
Publicar un comentario