¿Quién manda realmente en el mundo? Para algunos la respuesta es obvia, los líderes elegidos como gobernantes de los países, mientras que para otros son señores ocultos en al sombra, tenebrosos, que se esconden de los focos y hacen y deshacen a sus anchas. Creo que ambas posturas tienen parte de razón, pero me temo que, cada vez más, defienden a poderosos que en el fondo no lo son. Hay presidentes de gobierno que pintan en el mundo tanto como Lady Gaga en la historia de la música, y el hecho de que a esta última le hayan dado muchos Grammys es otra prueba de su inanidad sonora.
Hay hoy una foto en los medios que explica muy bien como funciona este mundo, y que es la portada de la edición de El País. En ella aparece Zapatero en un desayuno, o merienda, no estoy seguro, celebrada ayer en Nueva York. Rodeado de su Ministro de Exteriores y altos funcionarios de Moncloa, como Bernardino León, ZP habla para convencer a los que se sientan con él en la mesa. ¿Y quienes son? Ejecutivos de Wall Street, gestores de fondos de inversión, directores de entidades financieras, en definitiva los que mueven el dinero que se le ha prestado a España durante los años de bonanza y los que, obviamente, exigen cobrar su intereses, en nombre suyo y en el de los clientes que representan. En esa foto es ZP el que ha sido elegido con los votos populares, pero el lado de la mesa en la que está Zapatero es el que no manda en la imagen. Es el otro lado el que gobierna y hace de juez, y parece que escucha atentamente al testigo que ha hecho llamar a su estrado particular. Lo de ayer fue un nuevo intento de convencer a ese grupo de inversores de que mantengan su esperanza y confianza en el desarrollo de la economía española. En una entrevista también realizada ayer y publicada en el Wall Street Journal Zapatero sigue con ese ejercicio de tratar de aplacar a los mercados, aunque nuevamente lo hace mal, porque incurre en el reiterado error de dar por cerrado el episodio de la crisis de deuda de esta primavera y afirmar que el futuro ya está aquí y que todo serán buenas noticias para España y la Unión Europea. Grave error, y si no que vea la situación en la que se encuentra Irlanda, cuyas primas de deuda han empezado nuevamente a subir al calor de nuevos rumores de quiebras bancarias. La cuestión es que cada dos por tres dirigentes de gobiernos, en este caso españoles, tienen que irse de viaje a las ciudades en las que residen los acreedores para confesarse ante ellos, realizar un cristiano propósito de enmienda y prometer que van a ser buenos y que pagarán lo que deben. Atrapados en una masa de deuda ingente, están obligados a encorsetar las economías de sus países para tratar de sacra todo el jugo posible y calmar la sed de intereses de los prestamistas, como siempre ha sido en la historia. Eso hace que ejercicios de protesta nacional, como es el caso de la equivocada huelga general de la semana que viene, estén abocados al fracaso desde su misma convocatoria. Independientemente del seguimiento que puedan tener, y la de España tiene pinta de que va a ser una huelga poco significativa, los gobernantes a los que se les protesta no pueden cambiar las reformas que han emprendido, y otras que vendrán. De los excesos de hace años vienen las purgas que ahora vivimos, y pese a todo los manirrotos gobernantes localistas pretenden seguir gastando a manos llenas como si dispusieran de todos esos recursos. “Sostenella y no enmendalla”.
Viendo las imágenes de la reunión de ayer me vino a la memoria un recuerdo infantil, de cuando en el colegio estudiábamos la historia de España y Europa en la Edad Media y Moderna, y aparecían por allí personajes como los Fugger, aquellos banqueros alemanes que prestaban dinero a los reyes de España, Francia y otras naciones, y que asistían a la quiebra de los estados sabiendo que serían los primeros en cobrar. Estudiarlo entonces parecía una antigualla, algo lejano de la sofisticación financiera que vivimos, pero lo cierto es que ayer ZP se reunió con la versión actualizada de esos Fugger, y como en el pasado, el reino de España volvía a estar en sus manos.
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