Comentaba ayer de pasada algunos de los problemas que afligen a la presidencia de Barack Obama. Y son muchos y serios, tantos que de cara a las decisivas elecciones de Noviembre, a mitad de su mandato, las llamadas allí “mid term lections” las encuestas señalan que los demócratas vana a perderlas. Si así fuera Obama se enfrentaría a unas cámaras controladas por los republicanos, lo que le queda de presidencia sería poco más que un intento de luchar contra ellas y al final tendríamos el síntoma del pato cojo, presidente medio inutilizado, mucho antes de lo debido.
Dos son los principales problemas a los que se enfrenta Obama. Uno es “el problema”, la crisis, que ataca a todos los países y gobiernos. Puede que la economía norteamericana se esté recuperando, pero no crea empleo, y eso hace que las bolsas de marginalidad y descontento crezcan sin parar, y se vea como un fracaso las medidas adoptadas hasta ahora. En este caso a demás salen a la luz las rencillas y peleas que existen en el seno del equipo económico del presidente, y la sensación de descontrol es elevada. En su disculpa se puede decir que el resto de países están igual de perdidos ante la crisis, sino véase sin ir más lejos la incapacidad e indolencia que muestran los políticos españoles, tanto del PSOE como del PP ante este grave asunto. El otro gran problema para Obama tiene nombre festivo pero a veces más parece un aquelarre que un encuentro lúdico. Me refiero al “Tea Party” movimiento republicano de carácter extremo que empezó como una anécdota hace poco más de un año en reuniones de barrio y encuentros poco serios y que se está convirtiendo en un movimiento dentro de la derecha norteamericana que amenaza con absorber al republicanismo tradicional. El nombre de esta facción hace referencia a la revuelta del te que se produjo en el puerto de Boston por parte de los colonos americanos el 16 de septiembre de 1773 (vaya, se acerca el aniversario) y que inició las hostilidades contra los ingleses, en lo que luego acabó siendo la guerra de la independencia. Este grupo tiene como líder suprema a la inefable Sarah Palin, famosa en el mundo entero más por sus meteduras de pata y su caricatura del Saturday Night Show que por ser aspirante a la vicepresidencia republicana hace dos años. Me asombra que un personaje tan incapacitado para la política (y otras muchas cosas) pueda tener tal número de seguidores, pero es así. Hace unas semanas este movimiento organizó una marcha sobre Washington e hizo una exhibición de poder de concentración frente al monumento a Lincoln, algunos de sus candidatos han ganado elecciones locales y pueden llegar a ser gobernadores de estados y, en definitiva, está logrando canalizar parte del descontento que la crisis genera en la población y el malestar con el que muchos acogieron la elección del propio Obama. Situaciones como la vivida estos días con la mezquita de Manhattan o las leyes de inmigración de Arizona, hábilmente explotadas por el Tea Party, son balones de oxígeno a la estrafalaria idea de que el presidente norteamericano es musulmán o cosas por el estilo. Es cierto que a estos dos graves problemas se les deben sumar otros, como la situación en Afganistán e Irán, pero creo que sobre los dos antes explicados gravitarán las elecciones de Noviembre.
Y Obama debe espabilarse mucho si desea recortar la distancia que le separa del triunfo. A ello no contribuye mucho la sensación demócrata de derrotismo que se extiende por las bases, y el que vuelva a haber rumores de que Hillary, ahora mismo por delante de Obama en las encuestas, lo vuelva a intentar en 2012. Me parece precipitado pero no imposible. El equipo de la Casa Blanca tendrá que darle a las meninges estas semanas para tratar de volver a ganarse a su electorado, visto que el de enfrente está más que reacio. El reto es enorme y el tiempo corre. Sólo quedan dos meses.
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