Ya está aquí el día de la huelga general, que para unos será un éxito inmenso y para otros un fracaso. Para la mayoría supondrá una gran incomodidad y para el conjunto del país una pérdida económica y un desgaste inútil. Como yo soy de esos pringados que no tenemos coche y dependemos del transporte público, y estoy a merced de lo que decidan los piquetes, he madrugado una hora más de lo habitual, y me he venido andando desde casa al trabajo, cerca de diez kilómetros en hora y media pasadita. Como ir de Elorrio a Durango para los que me lean arriba.
Y qué he visto en el camino? Poca cosa. Un único autobús escoltado por la policía en apenas todo el trayecto, quizás el que ha podido salir de las cocheras, bastantes coches y gente por las aceras, pero he salido de casa a las 6:10 de la mañana y a esa hora hay poca gente en todas partes. No he intentado coger el metro porque ya escarmenté en la huelga de hace unos meses, y si finalmente funciona lo usaré por la tarde de vuelta a casa. Se veían varios taxis dando vueltas, ocupados y libres. La mayor parte son autónomos y es muy probable que no hagan ningún tipo de paro. La influencia de un paro de este tipo se ve en las grandes ciudades por la mañana, según el colapso que causen en los transportes y en la apertura de las oficinas y centros comerciales. Para el mediodía el ánimo de los piquetes sindicales se suelen moderar bastante, y de hecho hay algunos malvados que dicen que el día de la huelga es el único en el que trabajan los liberados sindicales, motivo por el que se cansan rápido. Distinto es lo que sucede en zonas fabriles e industriales, donde si los turnos no entran la actividad cae notablemente. Sin embargo, no nos engañemos, el objeto de una huelga general es conseguir notoriedad, y eso se logra parando las ciudades, especialmente las grandes capitales, y sobre todas ellas Madrid, la auténtica obsesión de los sindicatos en el día de hoy. Si logran dar la imagen de que la ciudad se para no habrán perdido este pulso del todo. En todos los demás aspectos son ellos, los sindicatos, los que se juegan más este día. Desprestigiados, tras varios años de apoyo fiel al gobierno al que ahora dicen criticar, su papel se desdibuja cada vez más en un mundo en el que la tecnología hace tiempo que mandó el concepto de huelga general a los libros de historia. ¿Cierra Internet un día de huelga general? Los miles de freelance, autónomos, blogueros, independientes, se cogen huelga? El mundo laboral se ha transformado de una manera tan profunda que los sindicatos (ojo, y la patronal, otro grupo de incapaces antiguallas) se han quedado viviendo no en el siglo XX, ojala, sino en el XIX de las fábricas de al revolución industrial inglesa. Independientemente de la algarada que hoy se organice, de lo que perturben los piquetes informativos, eufemismo curioso que define a un grupo de matones que obliga a hacer huelga pese a todo, los sindicatos (y la patronal) saldrán muy debilitados de esta jornada. Cuando esta noche vayan a descansar tendrán que reflexionar seriamente cual es su papel futuro en la sociedad y en como reinventarse. Sino, corren el peligro de convertirse en algo del pasado, curioso y anecdótico, cada vez con menor relevancia social.
¿Y el gobierno? Pues nada, a aguantar. Va en el sueldo del presidente del gobierno de España soportar, al menos, una huelga general. La reforma laboral, excusa de este conflicto, que a mi modo de ver es imperfecta y que se queda corta (que hagan caso a FEDEA, por favor) no puede ser modificada porque ya es ley y porque, no lo olvidemos, hoy muchos inversores internacionales nos miran. Se descuenta el ruido en la calle y las manifestaciones, pero no es posible una vuelta atrás. Sería desastroso para la imagen del país en los mercados financieros que compran nuestra deuda y, de momento, nos pagan este dispendio. En fin, que lo de hoy no servirá para nada.
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