Uno de los temas candentes de este final de año es el de la aprobación de los presupuestos. Aunque no lo parezca esta es la ley más importante de cada año, y la única que es realmente necesaria, porque sin asignar dinero ninguna otra se puede desarrollar. El PSOE no tiene mayoría absoluta en el congreso y necesita votos extra para aprobar las cuentas. CIU, en puertas de la campaña de las autonómicas catalanas, ha dicho que no apoyará, y los partidos de izquierda, furiosos contra las reformas, tampoco.
Así, el apoyo necesario es el del PNV, y está dispuesto a ofrecerlo, pero como se sabe necesario exige mucho, ya que es su oportunidad de salir del ostracismo en el que vive y quedarse con al mayor tajada posible. En ese punto entra en juego el triángulo de fuerzas que gobierna el País Vasco, con un gobierno PSE – PP y unas diputaciones del PNV consentidas tácitamente por un PSE que no quiere desbancar a los nacionalistas con una extensión de su pacto del PP a los entes forales. Y a Patxi López, actual Lehendakari socialista, este juego no le gusta nada de nada. Un lío, como verán. Y encima estos presupuestos son de los más importantes de los últimos años, y no porque vayan a solucionar la crisis, que no pueden, sino porque deben reflejarla. La caja del gobierno está exhausta y las cuentas deben ser muy duras, con recortes impuestos por Bruselas. Si no hubiese acuerdo para aprobar unos nuevos la ley obliga a prorrogar los vigentes, pero en esta coyuntura, y dado que ya fueron falsos en su comienzo, los vigentes presupuestos no tendrían ninguna validez, Bruselas los desautorizaría y el gobierno debería convocar elecciones. Así que aparentemente sólo hay dos alternativas. O bajarse los pantalones (otra vez) ante el PNV o convocar elecciones. Ante panoramas tan deprimentes no me extraña que el ciudadano pase de la política. Si esto fuese un país normal, abocada a una situación de crisis tan grave como la que vivimos, lo lógico sería un gobierno de concentración PSOE – PP y las cuentas se aprobarían por unanimidad y serían las que debieran ser. Pero no, simplificando las cosas esto es una chapuza de país en el que unos incompetentes gobiernan, unos inútiles esperan hacerlo y unos aprovechados tratan de quedarse con los restos de la batalla. Dado que la solución óptima no va a poder ser, se debiera optar por el “second best” o lo mejor entre lo posible. Mi sugerencia es que, sin focos y sin avisar a nadie más que a los implicados, altos cargos del PSOE y del PP se reúnan en secreto un fin de semana de estos y pacten que los presupuestos que va a presentar el gobierno van a ser restrictivos y duros, tal y como demanda Bruselas. En las votaciones habrá algunos congresistas del PP que se sentirán “indispuestos” y no podrán acudir al hemiciclo, con seis o siete bastarían, y por la mínima, y sin ceder nada al PNV ni demandar el voto de CiU, las cuentas saldrían aprobadas en plazo y con la mayoría requerida. Luego se harían los discursos de rigor, de satisfacción del PSOE y de crítica mordaz del PP, y en navidades todos se mandarían tarjetas de felicitación, esta vez merecidas.
Este pacto tendría una segunda cláusula, que sería la convocatoria de elecciones generales para el verano del año que viene, entorno a Julio. Pese a lo mucho que las desea el PP ahora no se pueden hacer, dados los meses, muy duros, que se avecinan, y el gobierno del PSOE está chamuscado del todo. Votando en Julio el nuevo gobierno podría arrancar en septiembre d año que viene y estaría fresco de cara a la gestión de una situación económica que, me temo, será aún peor que la ya horrorosa que nos toca vivir. Señores del PP y del PSOE, se que ni me leen ni les importa lo que diga, pero, por una vez, piensen un poco más allá de la última encuesta. Nos va mucho en ello.
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